jueves, 26 de marzo de 2015

LA INOCENTE (relato)





El fin de una relación de siete años es dura. Volver a ser yo en vez de nosotros y recomponer las amistades no era fácil. Por suerte Lucas y Mamen siempre habían estado ahí. Cuando me quedé sin donde ir ellos me acogieron en su casa. Me ayudaron a ir a por mis cosas, para recoger todo lo que quedaba tras una relación más complicada de lo que muchos imaginan.

Mi pareja era muy celoso. Era un hombre muy posesivo. La ruptura vino porque me levantó la mano. Eso fue el fin. No iba a tolerar que nadie me maltratara.

Durante muchos años había tenido que prescindir de faldas, de maquillaje, de colores, de escotes, de todo lo que pudiera enmarcar mi figura y que los demás se dieran cuenta de que era una mujer.

Lucas y Mamen tenían una fiestas de disfraces y me pidieron que les acompañara.

-         Cielo, es una fiesta algo particular. Es para liberarse y dejarse llevar. ¿Estás preparada para ello? – me dijo mi amiga un tanto preocupada por mí.
-         No me apetece conocer a nadie de momento.
-         Vamos. ¿Y qué vas a hacer? ¿Hasta cuando vas a estar llorando por ese cabrón?
-         ¿Pero no acabas de decir que no estaba preparada?
-         Bueno,… sí, pero no quiero que te quedes en casa por ese cretino. Vamos a por tu disfraz.

Salimos a buscarlo. Ella deseaba verme vestida muy extremada, con un traje de diablilla traviesa, o con uno de policía muy extremado, o con uno de doncella con una faldita muy, muy corta. Descarté esas opciones. Yo no era así. Elegí uno de monja un tanto atrevido con un gran escote en la espalda, una raja de la cadera hasta el suelo y tacones de aguja de color negro, muy sexys y altos.

Nos disfrazamos los tres. Mi amiga iba con un traje militar exhuberante, con una falda muy corta y un escote pronunciado. ¡Estaba muy sexy! Su marido estaba francamente tremendo. Vestía como un pirata, a lo Jack Sparrow, con el torso descubierto delicioso. ¡Madre mía! Jamás había visto a Lucas como un hombre y estaba… para comérselo.

Yo parecía una niñita inocente con aquel disfraz. Pese a mis largas pestañas, mis labios rojos, el escote de mi espalda, mas la raja de arriba abajo que había en mi habito, yo no deja de ser algo normalita tirando a mojigata. Mas iba sola a aquella fiesta y mejor no aparentar que estaba disponible, no más de lo necesario.

Fuimos en taxi pues no era correcto ir así en trasporte público. Pude notar como mis amigos jugueteaban y se metían mano. Por un momento mi mente se imaginó a Lucas entre las dos. Me veía en mi mente, lamiendo sus pectorales mientras Mamen le devoraba su miembro con el morbo añadido de que teníamos al taxista de espectador. Aquella escena mental lubrico mi sexo de manera profusa. ¿Qué me estaba pasando?

Volví a la realidad cuando el taxista dijo son veintitrés euros. Salimos del taxi y entramos en un lugar un tanto curioso. Tenía unas escaleras que iban ligeramente hacia abajo. Al entrar, una enorme sala con una luz francamente agradable pese a que no dejaba de ser una discoteca algo particular.

Lucas vio que yo me tensaba al entrar al ir sola. Me susurró al oído: ‘Relájate y disfruta’ y me guiñó un ojo de forma seductora. Aquello, sin saber como, me desinhibió. Fui sola a la barra a buscar una bebida mientras ellos bailaban de forma provocativa en la pista. Pero no eran los únicos con trajes sugerentes moviéndose de forma lasciva en mitad de la pista. Caperucita y su Lobo particular, con trajes sugerentes, disfrutaban de unos movimientos la mar de sugerentes. Tarzán y Jane eran dos salvajes que poco dejaban a la imaginación. Todo tenía un ambiente como distendido, lleno de libertad y cargado de mucha esencia lasciva.

Mientras esperaba que me sirvieran un Martini de Manzana, se me acercó un preso con barbita de tres o cuatro días, en plan descuidado el pelo y con la mirada francamente perturbadora. Me dijo:

-         Llevo diez años sin probar una mujer y creo… que no voy a pasar ni uno más sin estar con una.

En otras circunstancias le hubiera contestado de forma grosera. Pero estábamos allí para pasarlo bien y sin lugar a dudas, yo debía también empezar a interpretar mi papel.

-         Señor, desconozco lo que es yacer con hombre alguno. Mis padres me recluyeron en un convento cuando cumplí los doce años y no he conocido varón. ¿Queréis hacerme el honor de desvirgar a esta virgen? ¡Lo necesito!

Me miró fijamente, sonrió y me besó en la boca de forma muy apasionada. Luego sorbió mi copa y me la vertió en los labios. La lamí como si fuera agua y yo estuviera sedienta. Él me provocaba con su lengua dentro de mi boca y yo, le devolvía la provocación con mis labios mientras mis dientes mordían de forma sensual sus ganas.

Me cogió por la cintura y me condujo hacia la pista. Su cuerpo se movía de forma perfecta al compás de la música. Se puso a mi espalda y pude sentir su sexo duro, firme, hambriento esperando salir dentro de su disfraz. Quitó el único botón de mi parte superior de mi hábito. Mis pechos quedaron a la vista de todos. Podía ver como me miraban de forma lasciva. ¡Me encantaba! Se acercaron Mamen y Lucas hacia nosotros. Lucas besó mi boca mientras el preso seguía a mis espaldas mordisqueando y lamiendo mi espalda. Luego mi amiga me besó donde su marido acababa de dejar su huella.

Mamen estaba frente a mí. Entre ella y yo cada vez había menos aire. Su marido estaba detrás de ella. Podía ver como metía sus dedos bajo la falda. Lucas cogió mi mano y la metió bajo la falda de su esposa. Mis dedos jugueteaban con sus labios completamente depilados y profusamente mojados. Su marido empezó a deslizar los suyos hacia atrás. Notaba como ella se estremecía de placer. Mi acompañante había abierto mi raja y se deleitaba restregándose con su dura verga en mi trasero aún presa por la tela de su traje a rayas.

Lucas quitó el minúsculo tanga de su mujer. Mi acompañante hizo lo mismo con mis braguitas. Sus dedos se introdujeron en mi sexo. Estaba muy mojada. Noté como sus mano casi entera entró dentro de mí. Me encantó. Cuando iba a meter de nuevo la mano bajo la faldita militar de Mamen, ella me la cogió y me chupó los dedos de forma deliciosa. En ese mismo instante otras dos parejas se acercaron a nosotros. Ellas delante y ellos detrás. Sus dedos empezaron a deslizarse tanto por mi sexo como por el de mi amiga. Sus bocas mordisqueaban nuestro pezones. En ese instante sentí como un miembro enorme se introdujo en mi sexo desde atrás. Me sentía completamente dispuesta a todo. Mientras seguía notando un placer superior con los dedos de dos desconocidas proporcionándome un placer supremo y un hombre penetrándome de forma sublime, Mamen cedió su sitio a su marido. Lucas empezó a comerme los pechos mientras ella besaba a mi acompañante. Las otras dos mujeres empezaron a morrearse mientras sus parejas hacían lo mismo. Ellas empezaron a bajar sus bocas hasta alcanzar sus sexos respectivos. Se tiraron al suelo una sobre la otra disfrutándose infinitamente con lamentotes ansiosos. Sus parejas hicieron lo mismo. Ver a otras parejas interactuar sexualmente mientras dos hombres les daban mucho placer, era de lo más morboso.

Mi acompañante sacó su miembro de mí y dejó su sitio a Lucas. Él me cogió y me penetró con su sexo mientras ambos mirábamos como Mamen era penetrada a cuatro patas por el prisionero. Aquello me excitaba y podía notar por como el miembro de Lucas se adentraba fuertemente en mi sexo, como a él le encantaba.

Había unos cojines en forma de harén entre telas a un lado como si de un reservado nada privado se tratara. Poco a poco, nos fuimos yendo todos hacía allá. Ya no quedaba nada de nuestros disfraces en nuestros cuerpos.

Ya no había parejas en aquel distendido lugar. Todo eran bocas hambrientas, sexos palpitantes, duros, firmes, deseando penetrar todo lo que se pusiera a su paso. Vi como Lucas fue embestido por uno de los hombres mientras él comía el sexo a una desconocida. Yo me sentí penetrar por delante y por detrás mientras otra verga se deslizaba en mi boca. Me gustaba sentirme tan penetrada por todos lados. Deseaba poder tenerlas todas para darle placer. Otras tres chicas en forma de triangulo, se comían una a otra. Aquella fiesta era un pozo sin fondo de goce, de placer, de delirio supremo del éxtasis.

Todos probamos a todos. ¡Fue sublime! Y obviamente, no sería la última vez que disfrutaría de una fiesta privada de disfraces.

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