miércoles, 22 de enero de 2014

EL TIEMPO PASÓ (relato)


 
Lo habíamos intentamos en el pasado. Había sido algo fugaz. Luego vinieron los intentos fallidos uno tras otro, normalmente por culpa del trabajo, por el estúpido trabajo.
 
Intenté hacerle ver que no era malo, que alejarse un poco del ruido y dejarse llevar no era malo. Su respuesta siempre era la misma: yo soy así. Al final me cansé de esperar. Le odié al principio. Hubo momentos muy tensos entre ambos. Luego el silencio. El fin parecía haber llegado. Lloré. Me resigne. ¡La vida es así! Me decía. Y empecé a plantearme una vida sin él, sin su pasión, sin sus gemidos, sin sus inmensas ganas de verme disfrutar hasta quedarme sin fuerzas. ¡Me resigne!
 
Cuando todo acabó y parecía que el tiempo todo lo había cicatrizado hasta no dejar nada, sintió que había perdido algo “valioso”. Desanduvo sus pasos, o eso me contó tiempo más tarde, y en la fisura mas honda, cimentó una nueva etapa para nosotros.
 
Ahora nuestros encuentros eran más comedidos, cordialmente mas adecuados para la nueva situación. Él parecía desdibujar algo entre sus palabras pero,… no sabía como tomármelo.
 
Un día, aun no se porque, nos apostamos un beso y perdí. Al dejarme en casa me dijo: ‘¿No me lo das?’ Sonreí y bajé del coche pues ya había llegado a casa.
 
¿Lo habría dicho en serio? ¿Lo de besarle? Si era que sí, la señal era clara,… el tiempo había pasado y el estaba receptivo para volver a intentarlo de nuevo.
 
Era de madrugada pero decidí escribirle un SMS que ponía:
 
“Si de veras deseas mi beso,
sorpréndeme viniéndolo a buscar un día.
No me avises. Sólo ven”.
 
Pasaron tres días y no hubo ni respuesta, ni llamada, ni nada.
 
Llegué a casa cansada después del trabajo. Me iba a ir a la ducha cuando sonó el telefonillo de casa.
 
        ¿Bajas? – era él
        Si, un momento.
 
Bajé, nos montamos en el coche, y empezó a subir por una carretera de montaña con mucho bosque a los lados. A medio camino le pregunté: ‘¿Dónde vamos?’ No respondió. Me miró y me guiñó el ojo. Eso me excitó de una manera jamás imaginada.
 
Llegamos a una carretera no asfaltada y se fue adentrando con el coche más lentamente. El sol caía y todo estaba tremendamente oculto tras una penumbra prematura. Paró el salio (yo iba a salir pero me dijo que no lo hiciera). Abrió mi puerta y cuando salí, cerró la puerta de un golpe y empezó a besarme apasionadamente. Sentía su lengua dentro de mi boca juguetear. Eso me puso tremendamente predispuesta a todo. Su mano se coló bajo mi jersey. Me apretaba los pechos con fuerza. ¡Era algo asombrosamente lascivo! Inmensamente morboso pues estábamos al aire libre, expuestos a ser pillados en cualquier momento.
Su boca se coló también tras el jersey. Bajó mi sujetador y empezó a mordisquear sensualmente mis pezones, a succionarlos con fuerza, hasta volverme loca de deseo. Su mano se coló entre mi falda y sus dedos se colaron por mi braguita. Se deslizaba de manera acompasada, impetuoso de verme gemir de placer más. Me dio la vuelta de forma precipitada. Me empotró contra el capo del coche y sentí su sexo adentrarse dentro de mi. Fue penetrarme y correrme toda. ¡¡¡Llevaba mucho tiempo esperando!!! Seguía empujando con embestidas bestiales y yo no podía dejar de gritar de placer, encadenando un orgasmo tras otro, tras otro, tras otro, gritándole que no parara, que siguiera, que me diera más y más. Sentí su leche derramarse por medio de mis piernas. Creía que ese era el fin pero cogió mi cabeza y me la acercó a su boca. Le abrí la camisa de golpe, rompiéndole todo los botones. Me amorré a sus pezones viéndole gritar de ansias. Me arrodillé ante él y me metí su sexo de nuevo tremendamente duro en la boca. Lo succionaba primero suavemente mientras mis dedos jugueteaban dulcemente con los huevos, con su piel hasta el escroto, hasta llegar a la parte final de su ano donde lo deslizaba por fuera de manera extremadamente placentera. Apretó mi cabeza contra su sexo mientras lo tenía todo dentro de la boca. Sentí llegarlo a la campanilla y me gustó. El llevaba el ritmo eso me gustaba. Mientras él seguía marcando el ritmo y me dijo: `Ábrete de piernas y tócate para mi’. Le obedecí. Su leche se precipitó en mi boca de forma acelerada ante aquella visión pero yo no dejaba de masturbarme. Sus espasmos por todo el cuerpo se repetían mientras seguía mirándome y yo seguían dándome placer para él.
 
Tras aquel encuentro ha habido muchos. A veces hace falta acabar con todo para que el inicio sea diferente y tremendamente acelerado… sexualmente hablando.
 
 

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