martes, 23 de abril de 2013

UNA PELEA ENTRE DOS HERMANOS (relato)



Era un día de verano muy caluroso. Manolo y Javier, dos hermanos del grupo de amigos de Sevilla, nos habían invitado a su casa a pasar un día de piscina  relajándonos tomando el sol en la piscina. Habían sido dos chicos muy agradables todo el verano. Habíamos salido todas las noches a dar una vuelta por Triana, a jugar al billar, a escuchar música mientras tomábamos una copa,… ¡¡¡ERAN MUY SIMPÁTICOS!!! Sólo se llevaban tres años uno con otro.

 

Llegué a su casa a las once la mañana y Manolo, el mayor, ya se había levantado y vino a abrirme la puerta de la cancela de la finca. Vivían en una enorme casa andaluza, rodeada de césped a un lado y con la piscina detrás de la entrada principal de la casa. En el otro lado había árboles que formaban como un pequeño refugio muy bonito con un lugar muy bello para disfrutar de la naturaleza. Yo llevaba el bikini debajo y una pequeña maleta porque esa noche iba a dormir allí y por si salíamos, me había traído algo más de vestir. Era temprano pero ya hacían cerca de los treinta grados.

 

-         ¿Nos damos un bañito?- me preguntó Manolo como intentando retarme.

 

Ni le respondí y sonriéndole, me saqué la camiseta de tirantes, los pantalones cortos y me quedé con un bikini blanco y azul marino muy sugerente. Me metí en la ducha y luego me tiré de cabeza a la piscina por la parte mas honda. El agua estaba fresquita. Mis pezones se pusieron duros enseguida, el bello se me erizo todo y al llegar a su altura, él ,que se había metido por lo menos hondo, me abrazo y me miró como diciendo que estaba loca por tirarme tan de golpe. Me sentó muy bien aquel abrazo. Era cálido, era dulce y también era cariñoso, tierno. Cuando entré en calor empecé a jugar con él en la piscina que si ahora te cojo y te meto la cabeza bajo el agua, que si no corras que será peor. Nadábamos de punta a punta retándonos y lo mismo buceando. El que llegaba primero elegía un castigo gracioso que siempre era tirarse de una forma rara a la piscina y sacar una foto para luego reírnos con los otros amigos.  

 

Javier se acercó a la piscina y saludo desde fuera. Yo salí y él me acercó la toalla. Le dí dos besos y le pregunté que si no se metía en la piscina. Había pasado una hora y media de juegos con Manolo y no me había dado cuenta. Me dijo que no, que tenía que preparar el gazpacho y la lechuga. Sonó en ese momento el timbre de la puerta y Manolo salió de la piscina para abrir a quien llamaba. Habían llegado Paco, Nando, Patricia, Paula, Ana, Marcos y Carlos. Ya estábamos todos. Javier entró en la cocina y yo le seguí. Le ayudé a preparar lo que faltaba para comer. Pusimos juntos la mesa. Javier era más reservado, más callado de Manolo. Apenas me dirigía la palabra pero no paraba de mirarme todo el rato como si fuera con admiración. Hubo un momento en que, al sentirme observada, se me resbaló el cuchillo de las manos y me corté. No era un corte profundo pero enseguida vino a ayudarme. Me llevó al cuarto de baño. Me pidió que me sentara y que no mirara la sangre para que no me mareara aunque creo que sino fuera porque quería demostrar que podía curarme, el que se hubiera caído en redondo al suelo hubiera sido él. Oíamos a los demás en el porche de la casa cuando sentimos que alguien entraba en la cocina y al ver la sangre,… gritaba mi nombre. Llegó al baño siguiendo unas pocas gotas que había en el suelo de sangre y Manolo corrió para curarme él. “No ha sido nada” le dije. Se veía mucha sangre pero era un corte pequeño. Él se enfureció con su hermano y empezó a chillarle como si me hubiera matado o algo peor. Javier, que nunca se había enfadado desde que le conocía, se enfrentó a su hermano. Sentí que iban a pelearse y me puse entre ambos. Los dos arremetían hacia adelante y notaba la presión de sus cuerpos y sus brazos por encima de la cabeza. Era una situación que me asustaba y me excitaba a partes iguales. Tener un hombre detrás y otro delante y sentir la presión de sus cuerpos contra el mío me incitó de forma escandalosa. Pero ellos seguían intentado no se que hasta que sentí la mano de Manolo darme una bofetada sin querer. Le miré asustada y corrí escaleras arriba al cuarto dónde había dejado mi pequeña maleta con mis cosas. Sentí que corrían los dos escaleras arriba asustados por mi cara. Yo había cogido la maleta y sólo quería irme corriendo de aquella casa. Manolo no paraba de pedirme perdón una y otra vez con la cara completamente desencajada. Javier me pedía que me quedara, que no me fuera así, que me tranquilizara. Javier me cogió por la espalda y me abrazo. Manolo hizo lo mismo por delante inmovilizándome los brazos sin querer. Me sentía arropada y feliz. Los amigos estaban en la piscina jugando y yo estaba entre dos hombres que me elevaban hasta el cielo con aquellos abrazos. Javier me giró la cara con una mano y me limpió una lágrima que había caído por mi mejilla. Le besé en los labios. Él se sorprendió. Luego me giré la cara para Manolo y le besé también. Ese beso les despejaron las dudas a los dos. Si tenía que elegir,… me quedaba con los dos. A ellos no les pareció mal y se sintieron aliviados. Empezaron a besarme uno por la nuca y otro por el cuello. Manolo me soltó un momento para cerrar la puerta y me dí la vuelta para sentir el pecho de Javier en mi pecho. Empecé a besarle con pasión y Manolo se acopló a mi espalda de forma magistral deslizando sus labios, sus besos por mi nuca, por mis hombros, por mi espalda. Javier me besaba el cuello, lamía el inicio de mi escote y sólo deseaba poder llegar a mis pechos. Manolo me quitó la parte de arriba del bikini mojado y Javier se quitó la camiseta. Empecé a besar el torso de Javier, lamiendo sus pezones mientras Manolo no paraba de acariciarme los pechos apretando su sexo protegido por el bañador contra mi trasero excitado. Me dí la vuelta para dedicar las mismas caricias en el torso de Manolo mientras sentía el sexo ardiente de su hermano dónde hace unos minutos estaba el suyo. Mientras Manolo me besaba, Javier me quitó la parte de debajo de bikini, se quitó su pantalón corto y ayudó a su hermano con su bañador. Los tres estábamos desnudos y yo podía sentir la virilidad de uno delante y la virilidad del otro detrás. Me besaron los dos y sentí como a la vez, con destreza y suavidad, se adentraba uno en mi sexo y el otro en mi trasero. Casi me muero de placer con el primer empujón de sus miembros al adentrarse en mí por primera vez tan bien coordinados. Se movían de forma suave al principio pero a la vez. Uno tenía las manos en mis caderas y el otro no paraba de aferrarse a mis pechos duros y excitados de forma muy sensual. Los movimientos iban en aumento y los gemidos de placer de los tres eran como una fuente inagotable de placer extremo. Me besaba uno entre gemido y gemido. Giraba la cabeza y me besaba el otro entre gemido y gemido. Yo no podía dejar de desear que no pararan, que siguieran dándome placer,… Sus bocas, sus manos, sus sexos duros adentrándose una y otra vez en mi sexo en mi culo me hacían llegar y enlazar mis orgasmos que cada vez eran más fuertes. Javier grito de placer y sentí un ardor tremendo que se adentraba en mí. A los pocos segundos el grito fue de Manolo que con un grito casi encadenado también me dio su ardor de macho. Yo grité al sentir ese tremendo último gran empujón y su calor. Estábamos de pie los tres y me abrazaron los dos para que nos recostáramos en la cama los tres. Besé la boca de Javier. Besé luego la de Manolo y me quedé dormida entre los dos. Cuando desperté creí que todo había sido un sueño muy erótico y placentero. No había nadie conmigo en el cuarto y se había hecho de noche. Entró Javier con una bandeja con zumo, galletas, frutos secos y café. Detrás Manolo con tres rosas: una roja, una blanca y otra amarilla. Ambos me sonrieron. Me besó Manolo con un beso largo y profundo. Luego me besó Javier con un beso profundo y ardiente. Se sentaron a mi lado y dejaron que comiera mientras no dejaban de deslizar las yemas de sus dedos por mi cuerpo que sólo tapaba una fina sábana blanca. ¡¡¡No era un sueño!!! Los otros ya se habían ido y lo que me hubiera parecido un sueño imposible, se convirtió en un mes increíble de una relación a tres que jamás podré olvidar. El placer extremo de la pasión llamó a nuestras puertas cada mañana, cada mediodía, cada noche, cada madrugada,… Le abrimos las puertas varias veces y nos dejamos llevar por el deseo. Nunca lo olvidaré y espero volver pronto con mis dos grandes amantes hermanos.

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