martes, 5 de marzo de 2013

VACACIONES DE AGOSTO EN LA OFICINA (relato)



Era principios de junio cuando empecé a trabajar después de un paro casi de dos años. Era raro tener que trabajar en vacaciones después de tanto tiempo. Ver como la gente empezaba los preparativos para ese periodo estival me ponía un poco los dientes largos. Lo único que me gustaba de las vacaciones era que los jefes, los responsables y departamentos de demás, se iban y podías trabajar un poco más tranquila, sin tanta presión laboral por parte de los que tienen galones.

 

 

Había llegado el mes de julio y los primeros en irse de vacaciones de despedían de sus compañeros con la tez blanca, los cuerpos agotados y las caras de alegría.

 

El mes de julio fue cálido. Apenas podría aguantarse con una camiseta de manga corta y un pantalón pirata fino. Daban ganas de ponerse alguna camiseta de tirante, algo fresquito pero aún había demasiados jefes como para ser un poco indecente con la ropa.

 

Pasó julio y en la empresa empezaron a llegar rostros morenos, cuerpos bronceados, caras tristes pero descansadas. Los de agosto tomaron en relevo a sus compañeros y fueron desfilando para su libertad bajo el sol.

 

Cuando empezó el agosto el sol dentro de la oficina era agobiante. Apenas quedaban responsables pero había que guardar el decoro en la oficina.

Ya no había ni jefes ni compañeros cuando llegó la segunda semana de agosto. La tarde era tranquila ya que muchos hacían jornada intensiva (eran pocos los privilegiados pero muchos, que por falta de control, se tomaban la licencia de faltar por la tarde).

 

 

Llegó el viernes y yo no podía aguantar aquellos días ardientes que nos estaban dejando casi sin fuerzas a todos los que teníamos que pasarlos trabajando en una oficina. Rebusqué en el armario y cogí una camiseta de tirantes blanca muy fina y fresquita. Parecía casi trasparente pero era los más cómodo para un viernes laboral. También cogí un pareo de vestir blanco y negro que me llegaba un palmo por encima de las rodillas. Siempre me había resultado sugerente y sensual porque sólo, con desatar el lazo con el que estaba retenido en la espalda, se caía al suelo grácilmente. La ropa interior blanca y fresca, con un sujetador tipo balconet que dejaba el pecho insinuante y servil para los ojos de los desconocidos. Unas sandalias finas, blancas eran el complemento perfecto para no sufrir ni calor ni siquiera en los pies.



Me fui a la empresa segura, tranquila, relajada. Cuando llegué al trabajo no había apenas nadie. A medida que fue avanzando la mañana, seguro que por ser viernes, ni sonaban los teléfonos y apenas había una persona por departamento. Me sentí segura y me puse el MP3 que llevaba en el bolso para escuchar un poco de música. Había seleccionado unos ritmos muy veraniegos para poder ir a trabajar contenta y despreocupada. Empezaron a sonar en mis oídos y mi cuerpo se empezó a mover sólo pero discretamente. ¡Siempre me había gustado bailar!

 

 

Llegaron las 15h de la tarde y la poca gente que quedaba, fue desfilando para sus casas. Media hora más tarde sólo quedaba yo en la oficina. Seguía escuchando la música y haciendo mi trabajo. Tenía que escanear muchos informes y, como no sonaba el teléfono, me puse el MP3 en los dos oídos mirando fijamente la luz de llamada de vez en cuando mientras escaneaba los todos los documentos.

 

 

En mi reproductor de música empezó a sonar QUE EL RITMO NO PARE de Patricia Manterola y todo mi cuerpo no pudo contenerse. Los pies seguían el ritmo, las caderas parecían ser acompañadas en sus movimientos por las manos invisibles de la música. En poco tiempo no era consciente de lo que me rodeaba y me movía de forma sensual delante de la fotocopiadora mientras iba escaneando los papeles. Salí de mi ensoñación cuando una mano me tocó en el hombro. Era Cristian, un responsable que me avisaba de que había llegado para que no me asustara. Tras él estaba también Ricardo, otro responsable de estructura y Toni el responsable de la división de Rubí. Sus ojos parecían sobresaltados al verme al igual que yo al ver sus rostros. Cristian me dijo que había un problema con una obra y necesitaban todos los informes de la misma para poder arreglar el entuerto: de materiales, de estructura, de hormigón, de aguas, de cementos, de instalaciones,… ¡Todos! Busqué la referencia que me dieron y ellos se metieron el despacho de Toni con los portátiles. Los tres se sentaron alrededor de la mesa redonda que había en el despacho.

Me metí en el archivo y saqué todo lo que me pidieron. Los cogí todos y los fui llevando como pude al despacho donde estaban. No se como, cogí demasiado una de las veces y al entrar por la puerta, caí al suelo esparciendo todas las hojas por doquier. Los tres me ayudaron a recogerlos y me preguntaron si me había hecho daño. Les sonreí y les dije que sólo en mi orgullo. Tenían unas caras diferentes. Vestían con polo de color azul, blanco y amarillo y tejano desgastado con bambas de deporte. Su semblante, pese a todo, era despreocupado y eso les daba un aire de calidez, de sensualidad, de atractivo especial. Mientras me ayudaban a recoger los papeles, noté la mano de uno en mi mano, la de otro en mi otro brazo para ayudarme a levantarme y la mano del último rozar sin querer mi pecho al dejarme lo que había recogido sobre lo que yo había rescatado del suelo. Aquella situación y el sentir sus manos por mi cuerpo aunque sólo habían sido pequeños roces, hizo acelerar mi corazón y empezar a ver a aquellos jefes como nunca los había mirado, como hombres activos y apetecibles sexualmente hablando.

Me fui a buscar los últimos informes solicitados pero mi mente sólo podía pensar en aquellos hombres que estaban a solas, en una oficina, en un despacho y sólo para mi si yo deseaba. ¡Y yo empecé a desearlo! Me empezaba a quemar por dentro el deseo.

 

Entré en el despacho y mi cuerpo estaba todo revolucionado. Mis pezones estaban completamente erectos y me sonrojé cuando fui consciente de ello una vez dentro. Cristian me miró y sentí enrojecer todo mi cuerpo de la cabeza a los pies. Se levantó y me cogió dulcemente la mano. Me giré hacia la puerta para salir pero no me soltaba la mano. Sus ojos eran dulces y sabía que no me haría nada. Vino hacia mí. Su cuerpo estaba en mi espalda y pude notar como empezaba a acelerarse su respiración. Su otra mano apartó mi pelo de la nuca y empecé a sentir sus labios en mi piel. No podía ver ni a Toni ni a Ricardo pero sabía que estaban allí y eso acrecentaba mi deseo y mis ganas.

Los labios de Cristian fueron avanzando poco a poco hasta llegar a mis labios y otros tomaron su relevo en mi nuca. No sabía si eran de uno o de otro pero si que ese roce hacía que mi deseo creciera. La boca de Cristian fue moviéndose hacia un lado y la que estaba detrás empezó a avanzar posiciones hasta llegar a mis labios. Era Toni el que me besaba ahora mientras las manos de Cristian se metían por debajo de mi camiseta y alcanzaban mis pezones. Ricardo era el que estaba en mi espalda ahora y hacía que mi nuca estuviera completamente deleitada con todas las caricias recibidas. Toni bajo sus manos a mis caderas y se ladeo un poco para que Ricardo llegara a mis labios. Cristian se quitó el polo y los otros dos le siguieron. Se colocó después tras de mi y me quitó la parte de arriba. Ricardo y Toni se lanzaron a mis pechos y ladearon las copas del sujetador mientras con sus bocas devoraban mis erectos pezones con deseo. Yo gemía de placer una y otra vez. Se despojaron de sus pantalones los tres, de los zapatos del resto hasta quedarse en los tres en slip. Cristian atacó el lazo que ataba mi pareo y este cayó al suelo mientras sus manos acercaban mi trasero a su sexo cubierto aún. Mis manos alcanzaron el sexo de Toni y Ricardo que estaban delante de mí acariciando todo mi cuerpo. Tenían sus penes duros, firmes, llenos de deseo contenido. Mi sexo se humedecía al sentir su virilidad entre mis manos, sus gemidos rodeándome mientras mi mano se movía acompasadamente incrementando sus ganas.

 

 

Cristian me desató el sujetador desde atrás y mis pechos quedaron en libertad mientras las manos de Toni y Ricardo los acariciaban con una y con la otra se deslizaban por mi cuerpo hambriento. Sentí como alguien me despojaba de mis braguitas y cuando abrí los ojos estábamos los tres sin ropa alguna. Cristian se acercó a mi trasero y lo penetró con deseo. Mis manos seguían acariciando los sexos de los otros dos que gemían deseoso de adentrarse en mí. Entre gemidos me incorporé hacia adelante y empecé a lamer de forma alterna los sexos de Toni y Ricardo. Cristian seguía llevándome con sus embestidas acompasadas al nirvana del orgasmo una y otra vez.

 

 

Me acerqué al sexo de Toni y empecé a lamerlo entero, chupando el glande, deslizando mi lengua por cada centímetro de su virilidad creciente. Mientras mis manos seguían poniendo a tono a Ricardo esperando que su sexo me penetrara con deseo y fuerza. Sentí como la leche caliente de Cristian se derramaba en mi trasero mientras Toni lo hacía en mi boca. Me incorporé y los dos que se habían derramaron dejaron paso al que aún no.

 

 

Ricardo me cogió de la mano y se sentó en una de las sillas que había. Su sexo estaba a punto de estallar cuando me puse a ahorcajadas sobre él y sentí su sexo adentrarse en mío. Me movía como si mis caderas siguieran el ritmo de una salsa, de un merengue, de un reggaeton. Él no paraba de gemir y los otros dos, nos miraban con deseo creciente. Yo me derramaba en su virilidad mientras el gemía más, y más, y más, y más, y más, y más, y más, y más, y más, y más, y más, y más, y más,… hasta que sentí su ambrosía ardiente desaguarse en mi interior.

Toni se acercó a mí y me beso en los labios mientras Cristian y él me ayudaban a levantarme de encima de Ricardo. Toni se puso tras de mi y note su sexo firme, duro adentrándose entre mis nalgas. Cristian se acercó a mí y penetró mi sexo húmedo, caliente, lleno de fuego. Los dos me penetraban acompasadamente haciendo incrementar mis ganas con sus gemidos, con sus envestidas certeras y sensualmente firmes. Me estaba poniendo cada vez más y más cachonda. Mis gemidos, mis gritos ya no los podía contener. Ricardo se había recuperado y se acercó a nosotros tres. Mis manos se deslizaron hacia su sexo firme otra vez mientras Toni y Cristian seguían haciendo arder mis ganas con más leña. Los tres gemían de forma desacompasada. Yo ya no gemía sino que gritaba como una posesa poseída por tres penes hambrientos, dos envistiéndome cada vez con mas fuerza, más rápido y otro duro, firme que recibía mis caricias con deseo que creía más, más y más. Sentí como casi a la vez se derramaban los tres y yo culminaba mis ganas con un grito sofocado de placer supremo. Los tres caímos rendidos en la mesa redonda y nos quedamos allí un buen rato.



 

¡Fue algo increíble! No estaba aún al cien por cien de fuerzas y no pensaba más que el volverlo a repetir con aquellos tres dioses del sexo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario