Éramos amigos desde hacía mucho
tiempo cuando llegó aquel día de Carnaval de 2012. Dos semanas antes habíamos
estado hablando de que no estaba contento con su situación laboral, su pareja
le había dejado hacía ya tres meses y ya estaba con otro, su familia era un
hervidero de problemas que le ponían malo a todos los niveles.
– Si
pudiera largarme y que a todo le diera por saco. – me dijo de forma seria y con
las ideas muy claras.
No sabía que responderle pero el
viernes me acordé que hacía mucho tiempo me había dicho que tenía una fantasía
erótica de poder montárselo con una enfermera de uniforme pero estando bien y
yo le decía que como iba a hacerlo con una enfermera uniformada sino estaba mal
aunque fuera un poco y eso me dio alas para cumplir su fantasía.
Me fui a una tienda de disfraces
y los que le quedaban eran un poco extremados pero me dije,… ¡Él se lo merece!
Me compré uno muy sexy que sabría que le gustaría. Llegó el sábado de Carnaval
y me fui a su casa con el disfraz debajo de una gabardina negra. Sabía dónde
guardaba la llave de emergencia y la cogí para entrar para esperarle dentro.
Llegó a su casa y traía mala
cara. Yo le esperaba sentada en el sofá y él al verme,… se quedó parado y sin
poder articular palabra. Soltó el maletín que llevaba de golpe al suelo y yo me
levanté lo más sensual que pude para ir en su busca.
– Tiene
mala cara señor. Debería acompañarme para que le haga un chequeo previo.
Seguía sin poder articular
palabra y le cogí de la mano para llevarle al sofá. Se sentó y creía que estaba
viviendo un sueño. Me puse de rodillas en el sofá a su lado, procurando que mi
generoso escote le tocara casi sin tocarle mientras hacía como si le tomaba la
temperatura. Luego sentada en sus rodillas, hice como si tomara la tensión
arterial que se aceleraba por momentos y noté como su fuerza animal había
crecido ya dentro de sus pantalones deseosa de probar su fantasía hecha
realidad.
– Tengo
que quitarle la camisa para reconocerle mejor.
Le quité la chaqueta que tiré al
asiento del lado y escarranchada delante de él en sus piernas, empecé a
quitarle la corbata y a desabrocharle uno a uno los botones de la camisa. Se la
quité y la tiré junto a la chaqueta.
– ¿A ver
como está ese corazón?
Puse mi oreja en su pecho
dejando bien visible mi trasero para él tapado por un culoté rojo que dejaba
que la fantasía se hiciera más y más y más real para él.
Su corazón latía tan fuerte que
sentí que no podría aguantar más esa presión que contenía su pantalón.
Me cogió por los hombros y me
tumbó en el sofá bruscamente. Empezó a besarme con mucha fuerza,… quería
devorarme con cada beso. Paró un momento para recorrer con los ojos, con las
manos, mordiéndose los labios por ver esa pasión hecha realidad. Sus manos
apretaban mis pechos que cubrían el disfraz poco y lo apartó de un movimiento
rápido para empezar a deslizar su pulgar por mis erectos pezones. Acercó su
boca y empezó a devorarlos a besos, con lengüetazos que me hacía gritar de
placer. Los succionaban y cuando los tenía muy dentro de su boca los mordía
causando un dolor extremadamente placentero que me estaba poniendo muy húmeda.
Noté su mano se metía entre mis
piernas y sin apenas hacer ruido, con poco movimientos bruscos, sentí como
deslizaba mi culotte y se adentraba su sexo erecto muy dentro de mi. Me
envestía como un animal en celo devorado por la pasión extrema. Yo gritaba
entre dolor y placer mezclado que hacía que se humedeciera cada vez más al
notar ese pene ardientemente erecto saliendo y entrando en mí con fuerza, con
ganas, con mucho fuego. No se como, me volteó bruscamente y se adentró
fuertemente toda su virilidad muy dentro de mi trasero mientras su manos se
deslizaba por mi sexo introduciendo sus dedos por dónde antes estaba su
miembro. Yo gritaba y deseaba que siguiera embistiéndome como un animal poseído
por la fuerza de mil bestias salvajes. Aquello no era sexo era placer en estado
puramente bestial. Yo me derramaba con cada orgasmo en sus dedos y apretaba su
mano para que se adentraba mas en mi y sentí su leche recorrer todo el interior
de mi ano derramándose por entre mis piernas acompañada de su grito extenuado
de placer. Cayó rendido en el sofá a mi lado. Cuando se durmió a los pocos
minutos salí de puntillas sin hacer ruido. Había sido una bonita tarde y era
mejor que ahora se recuperar tranquilo. Por la noche me llamó por teléfono y me
preguntó si había estado en su casa,… “¿Importa eso?” Le respondí con tono irónico.
“No, para nada. Sólo es que quería darle las gracias a mi diosa sexual
disfrazada de mi enfermera ardiente” dijo sonriendo. “No hace falta agradecer
nada sólo desear que la fantasía,… no tarde en volver a visitarte” respondí.
“Ojala viniera esta noche” respondió él. “Deseo concedido” colgué yo que me
volví a disfrazar y regresé a su casa dónde el me esperaba preparado para otra
maratoniana noche de reconocimiento sexualmente bárbaro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario