sábado, 8 de noviembre de 2014

LOBEZNO ENFERMO


Mientras en trilogía de X-Men nos decían que Lobezno era indestructible, una precuela de la película titulada X-Men Los Origenes una bala de adamantium podía acabar con él (o al menos dejarle, como se ve en la película, sin memoria).
Sin embargo, en la vida real, nuestro adorable Lobezno ha pasado de nuevo por quirófano por tercera vez. 

En noviembre de 2013 le detectaron un carcinoma que le quitaron en la piel. En mayo de este año, un segundo carcinoma le era extraído quirúrgicamente. El actor se mostraba optimista pese a que reconocía que sabía que no sería el último que tuvieran que quitarle. 

En octubre de 2014, antes de que se cumpliera un año de la detección del primer problema de cáncer de piel, Hugh Jackman pasó por tercera vez por quirófano. 

Nuestro atractivo y seductor australiano de 46 portentosos y deseables años, reconoce que nunca se puso protección solar pues nadie le informó en su país de tomar precauciones con protectores solares. 

Desde que le extrajeron el primer carcinoma, Hugh se ha convertido en una figura pública que por propia experiencia, recomienda la utilización de protectores contra el sol. 

Jackman que ya ha sufrido por tres veces carcinomas de las células basales (un tipo de cáncer de piel de crecimiento lento que se inicia en la parte superior de la epidermis) recomienda que este tipo de cáncer se puede prevenir con chequeos médicos regulares como está haciendo él. 

Muchos son los actores y actrices que hemos perdido por culpa de un cáncer. Lola Flores, Rocío Jurado, Patrick Swayze, Farrah Fawcett, Rocío Durcal, Paul Newman y Pepe Rubianes fueron algunos de los que nos dejaron tras sufrir uno. 

Mi deseo para nuestro Lobezno que ha estrenado su nueva película titulada X-Men, días de futuro pasado, pueda sobreponerse de todo lo que se le presente entorno de esta enfermedad y que, al igual que su personaje más carismático, se convierta en un “mutante invencible”. 

MORALEJA: Lucio Anneo Séneca dijo: "No hay nadie menos afortunado que el hombre a quien la adversidad olvida, pues no tiene oportunidad de ponerse a prueba".


viernes, 7 de noviembre de 2014

EL MÁS HORRIBLE DE TODOS LOS PASAJES DEL TERROR DEL MUNDO MUNDIAL



Mañana hará una semana de la noche de Halloween. Cuando llega esta festividad todo cobra un aire oscuro que a muchos emociona de una forma indescriptible. Arañas, fantasmas, payasos con sonrisas malévolas, calabazas con caras de lo más siniestro, etc., inundan escaparates aquí y allí. 

Es entonces en la noche más tenebrosa del año, en que hay que pasar el máximo temor posible. De ahí que en calles, plazas y centros lúdicos, se intente conseguir crear el pasaje del terror que más miedo de. Muchos cosiguen que los asistentes corran de temor. Otros sólo gritos de las féminas, las más receptivas a ser asustadas y con voces de lo más punzantes, rasgan la noche con su alarido de pavor.
Sin embargo nadie sabe que el peor, el más horrible, el más tenebroso de los pasajes del mundo mundial es… ¡¡¡EL PARKING DE MI COMUNIDAD!!! Diez bloques de viviendas con muchas plazas en la planta menos uno y donde la oscuridad cobra un nuevo sentido a la par que los más variopintos personajes cobran vida al llegar a ese fatídico numero menos uno: EL HOMBRE RARO, EL LOCO DEL TOYOTA y LA NIÑA PELIRROJA dan más miedo tanto de día como de noche, entre unas líneas que no respetan ni los coches. 

La historia del Hombre Raro es desconocida por todos. Dice la leyenda (es decir, la vecina que todo lo sabe) que sufrió un duro golpe emocional. Cuando él entra en el parking, lo sabes porque la puerta de la entrada se abre dos veces (nunca pasa cuando se abre una sola vez. Siniestro. ¿Verdad?). Como si de un Jack Nicholson versionando una nueva película remasterizada al más puro estilo de MEJOR IMPOSIBLE, nuestro neurótico amigo no sólo sigue el ritual de esperar que la puerta de la entrada se abra dos veces sino que su forma de aparcar, sus ojos saliéndose de las cuencas de sus ojos como si estuviera siempre expectante, deseando que salgas corriendo no por miedo sino porque lo que más ansía, es quedarse a solas en el parking. 

El Loco del Toyota es un mentiroso compulsivo, calvo y con una cara de sátiro que tira para atrás. Lo peor de él es su porte, su chulesca indumentaria, su parsimoniosa disposición ante todo. No es el que da más miedo de todos nuestro fantasma del pasaje del terror especial pero si es el más fantasma de todos los fantasmas que jamás hayas podido observar. ¡Huid! Sobretodo si sois mujeres. No soporta al sexo femenino. 

La Niña Pelirroja tiene cara dulce, angélica, como si del propio Muñeco Chuky se tratara con esa dulce carita de niña. Pero al montarse en el coche, como el propio muñeco diabólico, se trasforma de una manera que sólo mirarla da pavor. Sus gestos, su rostro, sus ojos atemorizan incluso con el coche parado. ¡Cuidado con ella! Da muchoooooooooooooooooo miedo. 

Si esto no fuera poco, coches sin luces, fluorescentes que no acaban de encenderse del todo a la par de otros que tintinean de forma indescriptible. Puertas a las que no se ha puesto aceite desde que el constructor dio las llave, hace ya más de veinte años, las llaves a sus propietarios y personajes que utilizan sus propios coches como si de una atracción de feria se tratara, tenéis que reconocer que un parking a cualquier hora del día con sus peculiares visitantes, da mucho más miedo que cualquier pasaje del mundo mundial, con Freddy, Jason, fantasmas, vampiros, momias y demás personajes de la oscuridad que podais llegar a imaginar y es que la raza humana y sus “particulares especímenes” dan MIEDO, MUCHO MIEDO. 

MORALEJA: Francisco de Quevedo dijo: "Siempre se ha de conservar el temor, más jamás se debe mostrar".

jueves, 6 de noviembre de 2014

EL MIÉRCOLES QUE NUNCA EXISTIÓ


Hace días, que si mi blog fuera un desierto de esos del oeste, llevaría desde hace mucho, corriendo por él una planta de esas rodadoras. 

Sin embargo, la ausencia de mis palabras sólo aparece representada, por una promesa que no se cumplió. Aquel miércoles anunciado, comprometido para seguir con un estudio sociológico de los estudiantes universitarios que quedó incluso e incompleto, nunca vio la luz.
Los días pasaron y la ausencia de una voz escrita, apostillaba que algo había sucedido para bien o para mal. 

Mas sólo ha sido una suma de factores (los ordenadores rotos, un viaje a Sevilla, un cúmulo de horas que se difuminaban en días a los que le faltaban horas,…) han llevado a esta gran silencio no deseado. ¡Os pido disculpas por ello! No por mi ausencia pues obvio que cuando uno accede al blog de alguien, como es este caso, tiene que ser consciente de que no siempre habrá entradas nuevas que leer. Mis disculpas son por haberme comprometido a algo y no cumplirlo. Pese a que no ha estado en mis manos subsanar esa acción sí y he sido algo impetuosa cuando dije que todo seguiría ese miércoles de hace ya dos semanas (en fin, es lo que tiene las ganas de escribir, el deseo constante de sentirse liberada a través de las palabras, de tener el poder de trasmitir y verse, de golpe y porrazo, como si ambas manos hubieran sido enyesadas a la vez en sendos aviones impidiendo que toda yo pudiera actuar como deseaba y ansiaba por entero). 

Pero hoy, el yeso cayó como si por arte de magia fuera y pese a que falta recuperación de dichas extremidades, las ganas de seguir, son mucho más fuertes que el “dolor” por no tener recuperadas todas la funciones de mis brazos al cien por cien. 

En resumen… ¡Os he echado de menos! He extrañado cada tecla de este teclado al que ni miro cuando escribo y que en este mismo instante repaso una por una, rozando y acariciándolas cuidadosamente como si de un enamoramiento renovado se tratara (no es un ritual para que todo salga bien o para que jamás vuelva a ver mermado lo que yo considero como un don, el don de la palabra escrita. Es una acción que nace más allá del propio raciocinio humano y que, sin saber como o porque, no necesito llevar a cabo como el que ha pasado años y años en una isla desierta sin comunicación alguna con otro ser de la misma especie con el conversar a media voz). 

De nuevo estoy aquí y pese a que no sé como poder retomar mi rumbo, intentaré que sea constante, como antes, con sus días de lujuria y pasión, con sus momentos intimistas con poemas que nacen en lo más profundo de mi corazón, con particulares visiones de la vida que tratan de arrancar una sonrisa a las caras de las personas que absortas me leen y ese día en concreto pueden pensar incluso que he perdido el norte. ¡Aquí estoy de nuevo! Y, si duda alguna, he venido a quedarme todo lo que pueda y más. 

MORALEJA: William Shakespeare dijo: “Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras”.

miércoles, 22 de octubre de 2014

STAND EN LA UNIVERSIDAD (relato)



Es raro como suelen pasar las cosas en esta vida.

Mi delegada de zona me había llamado la noche anterior: “Te quiero mañana en el stand de la empresa”. No preguntó si podía o no. No salió de su boca un triste te necesito que me hiciera sentir un poco valorada. Era como un mandato en tiempo de descuento (eso, sin lugar a duda).

Después colgó el teléfono como si todo lo que saliera de su estúpida boca tuviera que ser de ordeno y mando ipso facto. Pensé en llamarla, en decirle que no iría, que se buscara a otra. Noelia era una gilipuertas. Siempre con esa sonrisa falsa, con ese movimiento de cabeza como si todo el que pasara del sexo masculino se quedara prendado por sus encantos francamente escasos. No la llamé. Simplemente no iría y luego que viniera a pedirme explicaciones si tenía lo que tenía que tener.

Sin embargo, a la mañana siguiente, mi despertador sonó temprano como si en mi subconsciente yo hubiera programado ir sin saberlo. Me resultó algo extraño pero, una vez despierta, me duché, me vestí, desayuné y me fui a la universidad al stand de la empresa.

Cuando llegué, Noelia aún no había llegado. Al cabo de diez minutos de esperarla, me llamó y me dijo que le había surgido un asunto familiar, y que le resultaba imposible ir. Esta vez no me callé. Le dije cuatro frescas y, le colgué el teléfono. Cuando estaba meditando si irme a casa y dejarlo todo ahí empantanado para que nuestro superior le metiera bronca, apareció él. Se llama Raúl y era el nuevo coordinador de la zona 69. Sabía que había habido reajuste en la empresa. Era un chico joven, de unos trenita y pocos años, estatura media, piel más bien clara, melena azabache, con barbita negra, ojos claros, como si de un océano en calma se posara en ellos, y unos labios que podrían hacer perder el juicio hasta a la mismísima Dama de Hierro. Creo cuando se dirigió a mí y me dijo: “Perdona… ¿Eres Ioana?” mi corazón se paró en seco un instante antes de poder reaccionar de nuevo.

Cuando recobré el latido y los sentidos, respondí y él me dijo que estaría conmigo todo el día. En ese mismo instante bendije que Noelia me hubiera llamado, que el despertador hubiera sonado y que el echo de haberme quedado a solas con él por circunstancias de la vida. Sin lugar a dudas, aquel iba a ser un gran día.

La gente empezó a entrar en clase. Pasaba por nuestro lado, cogían los flyers de forma cordial y decían que se pasarían más tarde. Cuando me giré para poder observarle sin ser vista desde la distancia, me di cuenta de que a todas las chicas que pasaba, aquel hombre le resultaba tan encantador como a mí. Sentí una punzada en el pecho. Todas eran mucho más jóvenes que yo. Aquello me hizo tocar de pies en el suelo. ¿En que mundo un chico de trenita y pocos años se fijaría en una de cerca de cuarenta años? En ese momento desee que apareciera cualquiera para poder irme a casa.

La mañana nos cundió a ambos, cada uno por su lado. Al haberlo desterrado de mi pensamiento de hembra, todo había sido menos excitante pero más sensato.

A la hora de comer, no podíamos dejar el stand solo. Me fui a comer yo primero y luego, se iría él. Todo lo que por la mañana me resultaba que iba a ser especial al verle, se había tornado en nada. Me hubiera gustado que se hubiera fijado en mí como yo en él. Me hubiera encantado poder comer juntos, o bromear como cuando hay buena sintonía entre dos compañeros de trabajo. Pero todo aquello había sido todo una fantasía de una chica que ve que sus treinta y muchos, se escapan irremediablemente para dejar paso a la fatídica edad con un cuatro delante. Ya no sería una treintañera nunca más. A partir de diciembre, sería una cuarentona (con lo mal que me sonaba a mí esa palabra. Parecía como un tiro a bocajarro lanzado desde un lugar donde lo que más duele es dejar de sentirte hembra ante algunos hombres).

Cuando acabé de comer, me fui al baño. No sabía donde estaba. Me metí por un pasillo donde había unas taquillas. Escuchaba agua correr y me guié por mis oídos. En aquel baño había unas duchas y alguien, se duchaba. No ponía ningún distintivo de si eran para hombre o para mujer y yo necesitaba con urgencia ir al baño. Entré y de espaldas a mí, un hombre de no más de treinta años, desnudo, con las manos contra la pared, dejando que su cuerpo entero fuera bendecido por cada gota que emanaba como si de un manantial se tratara, de la alcachofa fija que había. Contemplar aquel cuerpo mojado, relajado, completamente desnudo, era un espectáculo deliciosamente seductor. Era un hombre de un metro ochenta más o menos, castaño oscuro, con un cuerpo definido pero no muy musculazo. Me quede allí observándolo sin más. Hubo un instante en el que él giró ligeramente la cabeza y me miró. Se le escapo una sonrisa burlona. Sus ojos me miraron fijamente. Sentí como si me hipnotizaran. “¿Te metes conmigo?” Pude decir que no. Pude darme media vuelta y salir de allí sin más ni más. Pero no lo hice. Con su mirada clavada en la mía, me quité los zapatos, desabroche mi falda pantalón y la dejé estrellarse contra el suelo. Luego, me quité la blusa corporativa dejándola caer junto a la falda. Me quité el sujetador, mis braguitas y me adelante hacía una mano que me había tendido para meterme con él en la ducha.

Me coloqué entre la pared y su cuerpo con su ayuda. No temblaba, no tenía miedo. No sabía porque pero había deseado que algo así me ocurriera a mí. Ahora, pasara lo que pasara, no pensaba desaprovechar la ocasión de disfrutar.

Me miraba y yo le miraba fijamente. Cogió mi cuerpo por la cintura y lo adelantó un poco hacia el suyo para colocarme bajo el agua. Por mi cuerpo corría el agua y era él ahora, el que se deleitaba de más de cerca, con aquella visión. Abrí la boca y cogí un buche da agua que dejé correr por mis labios. Su rostro se acercó al mío y me besó. Primero como si de un roce se tratara. Alejo sus labios para mirarme y volvió a besarme de nuevo dulcemente. Volvió a alejarse para mirarme. Cada vez que se alejaba, su boca dibujaba una preciosa sonrisa picara que no podía dejar de mirar. Lo repitió varias veces y cada vez, se quedaba un poco más besándome. Los besos no eran ya dulces sino lascivos cada vez más. Uno de mis pies se resbaló y él, al intentar cogerme, se pegó a mi cuerpo de golpe.

“No sabías como hacer para que me pegara a ti” sonrió mientras me miraba a escasos centímetro de mi boca. Nuestros cuerpos estaban húmedos, piel contra piel. Podía notar su sexo deseando embestirme con fuerza. Mi espalda tocó la pared. Sus manos contra la pared mientras con una de sus piernas, intentaba abrirse paso entre las mías. Con su rodilla, presionaba mi sexo sin prisas. Esperaba a escuchar mi gemido entero para volver a presionarlo una y otra vez. Estaba claro que aquel chico era más joven que yo pero sin lugar a dudas, saber como hacer gozar a una mujer.

Su boca abandono la mía para que sus labios succionaran mis pezones pacientemente. De uno a otro, se movía como una traviesa mariposa jugando entre dos flores a las que desea complacer por igual.

Su cuerpo se fue acercando más y más y más al mío. No quedaba ni aire entre ambos. Me ayudó a levantar una pierna un poco y me fue introduciendo su miembro erecto, duro, descomunal, poco a poco dentro del mío. Fue inmensamente conforme, tremendamente sereno mientras con sumo cuidado, mientras trataba de que no sitiera dolor alguno ni por la postura, ni por su más que visible excitación. Jugo a entrar y salir de mí para que todo fuera más gozoso. Poco a poco su sexo se metía más y más dentro de mí. Cuando pude sentirla entera dentro, mi cuerpo no pudo contenerse más y mis labios liberaron los gritos del primer orgasmo conseguido. Pero no se paró, siguió embistiéndome contra la pared. Poco a poco, sin prisa, hasta que mis piernas liberaron de nuevo otro chorro incansable de lubrico deleite. Seguía dentro de mí, un poquito más y más fuerte, sin prisa alguna. ¡Dios! Como le deseaba. Mis piernas apenas podían contenerse en pie de la excitación. Él lo notó y me cogió de forma en que yo estuviera tranquila, relajada y siguiera disfrutando más y más de él. Llegó el tercero, el cuarto, el quinto, el sexto. El seguía incrementando poco a poco el ritmo. Cuando llegué el octavo, el noveno orgasmo, el décimo, deje de contar. Él disfrutaba de verme gozar con cada descarga de placer de mi cuerpo al alcanzar el clímax. Yo no deseaba que parara. No podía articular palabra. Mi boca se delimitaba a gemir, a complacer a mi partener en su disfrute viendo alcanzar una y otra vez, el deleite supremo. Siguió subiendo sus embestidas de fuerza. No tenía prisa por acabarme. Le gustaba lucrarse del goce de una hembra de verdad.

Siguió y siguió y siguió. Un poco más fuerte. Otro poco más fuerte. Otro más fuerte. Cuando su ritmo empezó a ser frenético, creía que me desmayaría de puro gusto. Su cara, su ojos, su boca, todo su cuerpo estaba inflamado hasta el exceso.

Me embestía más y más y más fuerte. Todo su cuerpo se contrajo de golpe y noté como honraba mi sexo por dentro con su descomunal virilidad lubrica.

Se abrazo a mi cuerpo. ¡Había sido increíble!

Nos vestimos y salimos sin cruzar palabra. No hacían falta vocablos entre ambos. Todo lo que necesitábamos saber del otro, lo había hablado nuestros cuerpos.

Cuando volvía al stand, Raúl ya había vuelto de comer.

“¿Dónde estabas?” me preguntó.
“Viviendo un sueño”. Me miró como si estuviera loca pero eso ya me daba igual. Aquel día había sido, a fin de cuentas, el más increíble de mi vida y nada, ni nadie, conseguiría jamás borrar de mi memoria lo que goce un día en el que me equivoque de puerta y traspasé las del paraíso terrenal junto a un completo desconocido.

lunes, 20 de octubre de 2014

¿QUÉ ES UN ESTUDIANTE?





¿Qué es un estudiante? Se dice de la persona que cursa estudios en un centro docente (cursar, no aprobar. Eso es bien distinto).

¿Qué se enseña en los centros docentes? Bueno, dependiendo de la materia que uno quiera estudiar, cursará unas asignaturas u otras. Pero lo que esta claro es que la enseñanza es el proceso de transmisión de una serie de conocimientos, técnicas, normas, y/o habilidades, basado en diversos métodos, realizado a través de una serie de instituciones, y con el apoyo de una serie de materiales.

Sin embargo todo se queda en eso: una trasmisión de conocimiento que puede ser logrado o no por una persona que trata de aprender una “profesión” para la cual es necesario un título superior.

Mas hay una gran falsedad que rodea todo el ámbito universitario y que muchos conocen: ¡No todos están preparados para los estudios superiores! Es por eso que uno de cada cinco universitarios en España deja los estudios en el primer año de carrera (según el informe sobre el panorama universitario presentado por el Ministerio de Educación). La tasa de abandono universitario se ha reducido, ya que los últimos indicadores lo situaban en un 30%, pero sigue siendo superior a la media europea (16%).

Pese a estas cifras, el conocimiento que se tiene del mundo exterior, del mundo laboral sobre estas mujeres y hombres que tratan de encontrar su sitio en la vida, no evita que una tenga que contemplar cosas como las que ahora os explicaré.

La semana pasada me ausente en cierta manera por trabajo y en cierta manera porque a un nivel mucho más amplio, deseaba ver como eran los universitarios de hoy y hacer, para mí misma, un pequeño estudio sociológico. ¿Por qué? Pues si algún día intento escribir una novela y quiero que mis personajes sean verdaderamente creíbles, cuanto más reales sean, mejor será llegar a trasmitir como siente, como viven y como piensan.

Por este motivo me zambullí por entero como si de una mera espectadora fuera, en el comportamiento del ser humano y sobretodo, del universitario que están cursando en este momento nacidos del 1993 al 1996.

La premisa principal es ir con el tiempo pegado a los talones. Nadie tiene la previsión de llegar con media hora de adelanto. ¡No! Al igual que los mayores, personas con sus carreras profesionales y bien o mal encaminados en la vida, el retoño que empieza a vislumbrar su futuro, actúa con la misma máxima: in extremis. ¿Es una buena táctica la de ser una persona in extremis? ¡Bien! Es cuestionable. En el mundo en el que llega el último se le suele decir que ha perdido su turno. Pero al que llega JUST IN TIME, es decir, justo a tiempo, simplemente se le valora por su esfuerzo. Mas un mal día, un día en el que todo se vuelve en tu contra (el trafico, la gente, el chico de la cafetería que te ha tirado el café por encima, etc) es cuando esta persona deja de ser una just in time para convertirse en alguien que no hace a tiempo su trabajo. ¿Sólo por cinco minutos? ¡Pues sí! Sólo por cinco minutos y sólo por un día, tu carrera profesional se ha visto salpicada por ir con el tiempo pegado al trasero. Mas es una máxima que, con un poco de suerte, no suele cumplirse hasta que llegues a tu peor época a todos los niveles. Y además, es muy cierto, que hay personas que no saben lo que es el fracaso y siempre han ido con el tiempo más que justo en todo lo que se han propuesto. Lo que está claro es que si cuentas con cinco minutos y has consumido enérgicamente cuatro, puede que siempre estés al límite de perderlo todo. ¿Se ha hecho la vida para vivir siempre en ese filo inconsciente que sólo existe en nuestra mente?

Lo peor de todo, no es que las personas se guíen por esa máxima odiosamente detestable de llegar en el último minuto y sentirse los ganadores. Lo verdaderamente humillante, lo que me da verdadera repulsión, es que somos del último que llega sin importarnos de la calidad, como persona, como ser humano, que predica esta nueva incorporación. Sin embargo, al resto de personal, parece que la memoria de pez le da tan pero tan pero tan maravillosamente bien, que nunca recuerdan quien estuvo siempre, para lo bueno y para lo no tan bueno.

Pensaba que con el acumular años, por eso de que el ser humano está en constate evolución, esto cambiaria tarde o temprano. Lamento decir que esto nuevos brotes, estas personas que estas siendo abonadas para ser nuestro precursores, están hundiendo su raíces sobre una tierra con tan pocos nutrientes que en vez de evolucionar, se estanca y no da más si no se le pide.

¿Perdí las esperanzas en el hombre y la mujer después de este primer día de “topo” del aciago mundo estudiantil universitario? ¡No! Yo aún pertenezco a la generación que no se salto las legumbres (como está ahora de moda en la tele), a la generación Y, que vino después de la X, pues nací en 1977 y por eso tengo madera para seguir y conseguir descifrar como será la generación Z. No me asusta la generación, ni esta ni ninguna. Me asusta pensar que seguirán los pasos erróneos de personas que no tuvimos el valor de enfrentarnos al sistema.

¡Pobres Z! Espero que el mundo sea mejor dentro de unos años.

MORALEJA: Conrad Hilton, (1887-1979) empresario hotelero estadounidense, fundador de la cadena de Hoteles Hilton, dijo: “El éxito... parece estar conectado con la acción. La gente exitosa sigue moviéndose. Comete errores pero no renuncia”.

(El estudio no ha acabado. El miércoles más y mejor).

domingo, 19 de octubre de 2014

UNA SEMANA FUERA



Parece que cuando sales un poco de tu “monotonía” de trabajo, estudios o quehaceres diarios, el tiempo parece que te cunde mucho menos. Intentas hacer lo mismo pero en otro lugar, haciendo otras cosas. Al final, acabas pensando que fuera de “casa”, no aprovechas las horas del reloj y sólo una cosa es distinta: estás mucho má cansada a lo largo del día.

Hay un viaje, una distancia desde tu vida habitual a tu vida por una semana. Hay una cama, pero no es la tuya. Hay unas horas de trabajo, de relax, de convivir con las personas que te acompañan a la hora de comer, tomar café y demás. Todo parece ser igual, con algunas salvedades que parecen poco trascendentes. Sin embargo, las horas pasan tan aprisa, tu esfuerzo personal, tus nervios, todo lo que te rodea, pesa sobre ti como una losa al final del día. Caes sobre la cama a las nueve. Te despiertas a las siete habiendo dormido toda la noche. Pero te levantas agotada. Ni la ducha, ni el café, ni la fructosa que inoculas a tu ser mediante el desayuno, consigue hacerte recuperar esa vitalidad que tenías no hace mucho, apenas un día, o unas horas, en otro lugar, en otra ciudad, en otra vida.

Otra cosa que resulta francamente extraña es que no tienes un momento para ti. Los leves momentos que consigues escabullirte para coger una llamada, para visitar el servicio y poco má, son milésimas de segundo que pasan fulgurantemente a velocidad del rayo. Cuando llega la noche, y la ducha, esta vez con el agua un poco má caliente, cae sobre tu cuerpo, empiezas a notar que te relajas, que te dedicas ese instante que has tratado de buscar durante todo el día para ti misma. Da igual que el agua corra y sea má largo el baño de lo habitual. Estas sola. Estas viva. Estas relajada. ¡Eres feliz!

La semana pasa como una estrella fugaz. No te das ni cuenta. Cuando llega el viaje de vuelta, no eres consciente de ella.

Al llegar de nuevo a tu cama, a tu casa, a tu hogar, todo es extraño para ti. Parece como si hubiera pasado un año o mucho más. Deshaces las maletas, recolocas los productos de higiene personal y belleza. La lavadora empieza a moverse para dejar toda tu ropa perfecta para la nueva semana. No tienes sueño. El tiempo ha empezado a durar lo que antes duraba sin más ni más.

Cuando por fin caes en tu cama, la sensación como si se moviera toda ella, te invade. Tras un leve mareo inoportuno, consigues conciliar el sueño. Duermes.

Al abrir los ojos todo está en su sitio. Mañana empieza un nuevo día y lo único que lamentas es haber dejado este rinconcito que te une a personas que no conoces, vacía durante tantos días. ¿Lo bueno de todo? Es que lo que tengo que contaros, mañana, pasado y al siguiente, de lo sucedido, merece la pena ser leído sólo por comprobar que la gente, ni es tan inteligente como pensamos, ni tan elocuente, ni tan libertina como nos gustaría imaginar.

¡Ya estoy de nuevo aquí! No sé por cuanto tiempo pero lo aprovecharé bien.

¡FELIZ SEMANA A TODOS!

MORALEJA: Hector Berlioz, compositor, crítico y director musical, dijo: “Se dice que el tiempo es un gran maestro; lo malo es que va matando a sus discípulos”.


lunes, 13 de octubre de 2014

TÓCALA PARA MÍ OTRA VEZ



La música es arte, puro goce elevado a la intensidad de cada nota, de cada silencio.

Cada instrumento encierra sobre sí mismo un magnetismo y poder que lo hacen francamente especial. No es lo mismo escuchar el suave roce sobre un instrumento de cuerda que la fortaleza de uno de percusión.

Incluso en la vida, la música, las canciones y las letras de las mismas, nos trasportan, nos eleva, nos seduce, nos invita a brincar o nos invita a acurrucarnos junto a otro.

Incluso en el cine se suele decir que la música tiene una relevancia especial en cada escena ya sea de intriga, suspense, terror, amor, acción,…

La música nos ayuda a recordar escenas concretas (un primer beso, una frase importante, un momento decisivo,…). Es más, es por esa fuerza, por ese magnetismo especial cuando decidimos montar algo con nuestras imágenes, en foto o en video, elegimos un tipo de música u otro según lo que nos hicieron sentir.

Es tan importante la música que a través de musicoterapia se crea un proceso creado para facilitar, promover la comunicación, las relaciones, el aprendizaje, el movimiento, la expresión, la organización y otros objetivos terapéuticos relevantes, para así satisfacer las necesidades físicas, emocionales, mentales, sociales y cognitivas.

Da igual el ritmo que nos guste, el estilo, los cantantes,… Lo bueno es que la música en nuestra vida, nos ayuda a movernos con la confianza suficiente y la tranquilidad necesaria, como para que las relaciones sociales y laborales, sean más propicias en menor o mayor medida.

¡Viva la música!

MORALEJA: Kurt D. Cobain, (1967-1994) músico estadounidense que perteneció al grupo Nirvana, dijo: “La música es sinónimo de libertad, de tocar lo que quieras y como quieras, siempre que sea bueno y tenga pasión, que la música sea el alimento del amor”.