lunes, 7 de julio de 2014

ME PROHIBIERON A TI (poema)



ME PROHIBIERON A TI

Toque tu cuerpo y me queme las manos.
¡Nunca supe mirar las advertencias!

Aliviar las llagas pululantes de mis dedos,
sufrir con el dolor de las heridas,
vendarlas y curarlas a diario,
sí que me harán aprender la lección
(o eso es lo que me digo, para engañarme).

¡Tú no podías estar prohibido!
El riesgo merecía la pena.
Acercarse, sentir la mente
arder por algo más intenso
que el propio deseo,
me hizo sentirme viva
(jamás sabrás cuanto).

¡Odié conocerte!
Deseo que lo sepas.

Ni premeditado, ni destinado tampoco
(mi vida era muy simple para incluirte.
Desechaba que hay personas
que se cruzan con otras sin
existir motivo alguno.
Desconocía que serías
mi motivo certero
para perder la razón.

Al final, lo desconocía todo,
excepto que estabas vetado para mí.
¡Me excitaba sentirte así!
La censura de tu cuerpo
me calcinaba desde adentro.
Fue inevitable acabar quemándose.

¡Me duelen las manos!
Agujeré cada llaga para eliminar
lo inoculado en cada una de ellas.
¡De nada sirvió!
El veneno había calado hondo
y solo la sangre podía aliviar,
un poco, aquel tormento.

La vi brotar. ¡Me recordó a ti!
(Extraña forma de verte
tan unido a mi sufrir).

Pasaron los días.
Las heridas no se calmaron aún.
Las sigo atando, curando a diario.
‘¿Aprendí la lección?’ Me pregunto.
Quizás yo sí. Mas mis manos…
nunca tuvieron cabeza.

domingo, 6 de julio de 2014

PRIMER DÍA DE PLAYA



¡Que bonito es el primer día de playa! El agua, el sol, la arena, la gente,… ¡Todo es perfecto! Hasta que pasan los primeros dos minutos y tienes que colocar la sombrilla en la arena. Mira que compré el cacharro ese en los chinos, que no se como se llama, pero que lo incas en la arena y se supone, que como se ahonda más, como que la sombrilla no se va a caer. ¡Claro! Pues la primera en la frente pero la tranquilidad de un día de sol, de la brisa marina, todo lo puede. Es como si un estado Zen con olor a salitre te hiciera mantener el sosiego y la calma pese a todo lo que ocurre a tu alrededor.

Turno para ir a la playa pues, después de poner la sombrilla que se ha caído cuatro veces pero que a la quinta se ha quedado más o menos decente, no se pueden dejar las cosas solas. Si vais dos mientras uno se baña el otro vigila, porque aunque sólo sean unas chanclas, una toalla, una botella de agua de dos litros y la ropa que tenías encima del bikini, hay un ladrón que siempre se lo lleva todo, hasta la sombrilla pese a lo enterrada que lo hayas dejado y en un tiempo record. Vamos, que como te descuides y te recrees un poco en el chico ese que acaba de pasar con un cuerpazo de aquellos que te sale un ole de tus adentros, y cuando te giras no llevas ni el bikini puesto que se lo ha llevado el ladrón (a ver, que yo entiendo que los ladrones son unos incomprendidos. Con tantas alarmas puestas en la ciudad, o te vas a robar a la playa y con una destreza digna de un mago que con un abracadabra te quite hasta el mal pensamiento o pasa más hambre que el perro de un ciego. Señores de las alarmas, no las conecten estas vacaciones, nada, así dos o tres al azar, para que nos dejen tranquilos los ladrones en la playa. ¿No se dan cuenta que nosotros no nos podemos poner el sensor en ningún sitio del nuestro cuerpo (bueno, de poder podemos pero los agujeros donde meter cosas con electricidad, no sá yo si se llama protección, sadomasoquismo, o deportes de alto riesgo por lo peculiar de las zonas donde empotrar el aparatito en cuestión)?).

Después toca tumbarse en la arena. ¡La arena! Que bonita es la arena. La puedes moldear a tu antojo (ahora me hago una almohada, ahora me la quito de los pies y monto un pequeño montículo como reposa pies, que hago dos agujeros en la arena para no chafarme las peras,… y todo es paz y tranquilidad). Hasta que el niño de dos sombrillas a la derecha ha descubierto que la pala, incluso llena de arena, la puede subir por encima de su cabeza. ¡Hay señor! Entonces la arena se esparce por todo tu cuerpo desde tus ojos hasta,… donde la espalda pierde el nombre como si le hubieran dado una entrada VIP sin avisarte para disfrutar contigo desde dentro. ¡No quieres enfadarte! Te la quitas así, como puedes, y sigues tomando esos rayitos de sol que tanto bien hacen en el cuerpo y la mente.

Sigue el sol, la tranquilidad, la paz, y … ¡¡¡LAS LLAMADAS DE MÓVIL!!! ¡Por el amor de Dios! ¿Saben donde se pierde más gente? ¡En la playa! Sí. Todo el mundo dice: “Paco,… ¿donde estás? No dijiste que me esperabas en la caseta de la Cruz Roja. ¡Aaaaaaaaahhh! ¿Qué hay más? Pa donde voy”. En dirección abajo o arriba (que esto también es la coña marinera pues lo que para unos es subir para otros es bajar y se acaban pasado como diez llamadas más tarde sin encontrarse). Eso sin contar el sonido indiscutible del Wassap. A ver,… ¿Quién carajo se va a la playa para no meterse en el agua y estar dale que te pego al móvil? No me digan que no son ganas de fastidiar al personal. Sino con los jueguecitos que tu te acabas preguntado: “¡Que infancia más mala ha tenido que tener esta chica! Con cuarenta y tanto y sigue jugando con las maquinitas”. Porque si no es por una infancia traumática o por un problema de hormonas o de falta ellas, a mí no me cuadra que una mujer hecha y derecha esté todo el día dale que te pego a un juego. ¡Vamos! Que yo porque no conozco a ninguna de ellas cara a cara, pero que si la conociera les diría: “¡Que! ¿Jugando a salvar caramelitos?” (Le cogería el móvil y tirándoselo a lo más hondo de la playa le diría) “Vamos monina, ahora salva a los caramelitos si es que tienes lo que hay que tener”.

Y cuando por fin metes los pies en el agua y te da por nadar mar adentro, un poco, porque yo no sé si a todos le pasan lo mismo pero yo es no tocar el fondo del mar con los pies y venírseme a la cabeza la película TIBURÓN. Sé que sonará un poco a cobarde pero yo miro a la gente que hay en el agua y me quedo justo antes de donde está el penúltimo. ¿Por qué? ¡Coña! Porque siempre se irá el tiburón por el que tenga más cerca, vamos, digo yo. Y mientras el otro grita,… pues a mi me da tiempo de escapar.

Otra cosa que me impresiona de la playa año tras año, es la moda de baño. ¡Que bikinis! ¡Que bañadores! Se nota que las mujeres tenemos estilo. Eso sí, cuando te da por mirar a un hombre,… ¡¡¡APAGA Y VAMONOS!!! Los hay con bermudas hasta los tobillos, con bermudas por debajo de las rodillas, con bermudas por encima de las rodillas, con bermudas a medio muslo tirando a alto (como si se le hubieran quedado cortas) y las peores, pero que las peores, las más horribles, espantosas, y horrorosas del mundo mundial son las que dejan de ser bermudas para parecerse mas a un slip de la casa marcapaquetón de serie que dejan más bien muy poco a la imaginación y sí ganas de volverse lesbiana para no acabar un día tomando algo con ellos por si te pegan algo (lo de ser hortera no está comprobado científicamente que no se pegue).

Y después de un día en la playa lleno de serenidad y calma, tras darte el último chapuzón, irte a las duchas de la playa a quitarte toda la arena que te tiró aquel niño mamón con la pala, de ir al parking y pese a que los coches estuvieran a punto de atropellarte como si salir de un parking de una playa fuera como escapar de una ola gigante que está a punto de arrasarlos y tienen que huir a ciento veinte por hora como mínimo, volver a casa, quitarte el bikini y comprobar que el recuerdo del primer día de playa lo tendrás durante todo el verano, porque pese a las duchas, pese a los baños, pese a alcohol, el agua oxigenada, la crema exfoliante, pese a frotarte el cuerpo con el nanas, seguirás viendo arena y más arena y más arena y más arena en tu casa como si esta formara parte ya de tu ADN o la produjeras sin saber como ni porque no. Y es que la playa te cala tan y tan hondo que obviamente, su rumor de verano,… te acabará jodiendo (con perdón) hasta que llegue el invierno.

MORALEJA: Jacques Cousteau dijo: "Muchas personas atacan al mar, yo le hago el amor". Así que otro trauma que evitar la próxima vez que vaya al mar: la espuma.

sábado, 5 de julio de 2014

LOS MÍSEROS MISERABLES





Si te gusta el teatro, se te gustan las exposiciones de fotos, de cuadros, si te gusta la cultura y el arte, poco puede hacer las palabras “amateur” para que vayas a verlos a donde haga falta (si es cerca de casa o sale la amiga de una amiga, la excusa es perfecta para salir y disfrutar de otra manera).

Hoy le tocó el turno al teatro y la obra era,… ¡¡¡LOS MISERABLES!!! (Para quien no conozca la obra, cuenta la historia de Jean Valjean, ex convicto que se convierte en el alcalde de una aldea en Francia. Tras ser expuesto, Valjean acepta tomar el cuidado de Cosette, la hija ilegítima de la agonizante Fantine, pero, como un fugitivo, debe a la vez evitar ser capturado por el inspector de policía Javert. La historia cubre 17 años y se establece en un contexto de inestabilidad política, con la película culminando en la Rebelión de junio de Francia.

La obra ha estado muy bien: voces en directo (grandes voces, todo hay que decirlo), un escenario simple en tres niveles que han hecho honor a cada parte (calle, fabrica, casa, convento,…) que ha hecho falta, actores con grandes dotes de interpretación a los que, al final de la misma, he visto con los ojos húmedos de la emoción, algo de risas y mucha, mucha, mucha música. “Si todo parece pintar tan bien, ¿Por qué hablas de míseros miserables?” Bien, todo TODO no estaba bien. Había una parte que francamente ha sido algo molesta. Hablo de que se han excedido con el humo en toda la obra (que ha durado desde las 21h hasta las 00h con descanso de media parte). Otro de los grandes errores era las tres primeras filas. Estaban, prácticamente, debajo del escenario. Si mirabas a los actores de frente, le veías, literalmente, los pies. Es más, en varias escenas que la gente corría de arriba abajo, el movimiento de escenario, provocaba mas temor que emoción llegan a asustar pensado que todo aquello se cayera sobre nosotros (sobre todo a los de la primerísima fila que por desgracia es donde me ha tocado sentarme a mí). ¿Qué estoy exagerando? ¿Qué legalmente eso no es posible? Mirad, para sentarnos hemos tenido que bajar un par de escalones de quince centímetros por diez por diez de profundidad que casi, pero casi sin el casi, nos ha hecho descender para poder sentarnos (como si nos hubieran colocado directamente, en el sótano del teatro, un sótano no muy profundo pero denigrante pues todos pagamos lo mismo por la entrada y los mejores puesto parecían estar “reservados”). El calor era sofocante y todos estábamos abanicándonos como podíamos (pese a que había dos grandes máquinas de aire acondicionado que eran encendidas y apagadas,… aún no sabemos muy bien porque).

Cuando ha llegado el final, y todo el mundo se ha levantado para aplaudir la maravillosa representación de los representantes, nosotros no nos hemos podido levantar pues si lo hacíamos, corríamos el riesgo de ser cabeceados con las reverencias hechas por los propios actores agradeciendo los aplausos (así de cerca estábamos).

¿Merece la pena ir a ver obras amateur? ¡Sí! Sin lugar a duda. ¿Se puede estar en peligro viendo un drama? ¡Sí! Sin querer o por una mala gestión del espacio por parte de los propietarios del teatro (a veces es mejor evitar una fila y salvar así, un riesgo elevado de que alguien sufra daños si algo saliera mal (que un actor tropezara y cayera, que un artículo saliera rodando por el escenario hasta estamparse en la cara de alguien o lo peor de todo, que el escenario cediera y todas las piernas que estaban justamente debajo de este durante la representación, quedaran inutilizadas para siempre dejando a los espectadores que sólo buscaban pasárselo bien, empotrados en una silla de ruedas de por vida).

MORALEJA: Apiano, (95 d. C. – c. 165 d. C.) historiador romano, dijo: "La imprudencia suele preceder a la calamidad".

viernes, 4 de julio de 2014

LOS OLVIDADOS (poema)



LOS OLVIDADOS

‘¿Quién eres tú?’
Aquí estas, a mi lado,
llamándome amado
con tus manos.
¡No te recuerdo!
Tu aroma no me es familiar,
ni tampoco tu voz,
ni siquiera tu precioso
rostro angelical.
‘¿Qué me pasa?’
me digo, y en mi
rememorar primero
siempre el vacío
de lo que fue
que no se si he vivido.

‘¿No tuve pasado amor mío?’
Me miras y te alegras
que te llame amor.
Por un instante
siento que eres
como una canción
que no consigo memorar,
como un te quiero
que no recuerdo haber dicho,
como un abrazo
que ni sé si existió.

¡Es tan duro hacerse viejo!
No es un nacer a la inversa,
ni un volver a la inocencia,
ni un pecar de la niñez de nuevo.
Es morirse sin recuerdo,
caerse en la soledad de una casa
que en el ayer estuvo tan viva
con risas de niños por todos lados.

¡Ahora nadie llama ya a la puerta!
El teléfono no está desconectado,
pero jamás suena.
¡Somos los olvidados!
Aquellos que nadie recuerda,
los que se van sucumbiendo lentamente
cada día, a cada hora y poco más.

‘¿Quién eres tú?
¡No te recuerdo!’

‘Soy tu reflejo.
Duerme tranquilo esta noche.
Quizás mañana ya no siga aquí’.

jueves, 3 de julio de 2014

EL EFECTO DOMINÓ



El espectáculo de  dominó es sencillo y artístico: alguien coloca unas piezas en una determinada distancia formando formas, figuras, pequeños “juegos” para cuando una pieza, la primera, sea tirada, todo vaya con la inercia del primer toque, encadenándose una con otra hasta llegar al final.

El efecto domino no deja de ser una consecuencia de algo que pasó de una forma, y por su inercia, por lo errado del golpe, de la distancia, de la fuerza de todas las piezas cayendo a la vez, sigue su camino. Lo raro es que mientras lo vemos, pese a que no tienen ningún sentido, dejamos que ocurra, deseamos ver hasta donde llegará la dimensión del fallo y cuantas personas serán capaces de no darse cuenta de que nada es como debería que ser. A veces, el percatarse del error es cuestión de décimas de segundo. Otras de segundos. Cuando pasan más de medio minuto, habría que analizar si todos los integrantes poseen las facultades para actuar ante una situación de presión con la cabeza clara porque, visto lo visto, hay algo que no funciona del todo bien.

Para muestras un botón: Se produjo en el México-Eslovaquia del Mundial Sub-17 femenino. Todo empezó con dos tiros libres y después se desató la confusión total. La jugadora del equipo contrario, sacando de su propio campo, metió en su propia casta. Aquí no acaba la cosa. El otro equipo, al ver lo sucedido, sacan la pelota de la cancha del contrario y se van hacia su propia cancha para meterla. A esto se le llama efecto domino. No puedo decir que el acto en si, sea de estupidez o idiotez humana. ¡Todos erramos! Pero por lo cómico de las escena, y todos que hayas leído alguna vez a Mortadelo y Filemón sabréis de que estoy hablando, a mí me recordó a eso, a una escena cómica que, hasta la fecha, sólo había visto protagonizar a ellos dos. La que yo recuerdo, era en un partido de fútbol que se suponía que había una bomba dentro de un esférico. Mortadelo está haciendo de jugador, corre atravesando todo el campo de un lado al otro y mete un gol. Se le acerca uno y le dice… “¡Muy bien echo! ¡¡¡PERO ESA ERA NUESTRA PORTERÍAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!” Haciendo perder el encuentro a los suyos.

Siendo un poco mala, y permitírmelo pues al ver la escena por primera vez, me ha entrado tremendo ataque de risa, me imagino a la jugadora, la primera que comete el fallo, demostrando su valía y metiendo la canasta en vez de dos puntos desde abajo, haciendo un mate como los de la NBA (con rotura de cristales incluida de aquellos que luego salen como las diez mejores jugadas de la semana). La chica alucinada por su gran hazaña, sus compañeras con la boca abierta y mientras tanto, las del otro equipo, queriendo remontar marcando de tres en su propia canasta a dos segundos antes del fin del encuentro dando vencedores al equipo contrario con el que estaban empatado a puntos tras el mate (no es ser mala, lo prometo. Es culpa de esta mente tan imaginativa que a veces, me juega malas pasadas de las que sólo yo soy consciente).

En fin, que todos podemos tener un mal día, más en un mundial y sino que se lo pregunten a la Roja, y nadie esta exento de hacerla así o peor. Lo que pasa es que nosotros no tenemos una cámara que nos grabe todo el día para ir mostrando nuestros continuos desaciertos durante el día a día.

MORALEJA: Ramón Gómez de la Serna (1888–1963) prolífico escritor y periodista vanguardista español, generalmente adscrito a la Generación de 1914 o Novecentismo, e inventor del género literario conocido como greguería, dijo: “En la vida hay que ser un poco tonto porque sino lo son sólo los demás y no te dejan nada”.

miércoles, 2 de julio de 2014

VOLVER (relato)





Un divorcio siempre te hace perder un poco la confianza. Sobretodo si es tu pareja la que rompe la relación porque está con otra chica mucho más joven que tú. Esa sensación como si una losa te hubiera caído desde el cielo, oprimiendo hasta las ganas de vivir, se desploma sobre ti como una jarra de agua fría (con el tiempo, y os puedo asegurar que para mí fue mucho, mucho tiempo, pude volver a mirar a mi ex a la cara por mis hijos).

Había pasado ya un año de mi divorcio cuando Mónica, una gran amiga mía, viajó desde Guinea a España para que nos viéramos durante sus vacaciones. Nada más aterrizar en el aeropuerto, descolgó el móvil y me dijo: ‘¡Quiero verte a la voz de ya!’

Enseguida quedamos en un Frankfurt para merendar con nuestros hijos y ponernos al día de nuestras cosas. Mónica siempre fue un bálsamo de aire fresco para mí. Una mujer que había ido en busca de sus sueños hasta Guinea y lo había conseguido. Al escucharla, al oírla, una volvía a sentirse otra vez fuerte y joven pues destilaba energía por los cuatro costados.

Al día siguiente, como empezaban las rebajas, me propuso que nos fuéramos con un par de amigas y nosotras dos, de Shopping. No tenía con quien dejar a los niños y ella me dijo que no me preocupara de nada. Que llamaría a una canguro. Lo cierto es que nunca había dejado a mis hijos con un extraño pero necesitaba salir y divertirme en plan chicas. Llevaba años sin hacerlo y aunque fuera sólo de compras, era algo que me pedía el cuerpo y la mente.

A las nueves de la mañana ya estábamos desayunando en una cafetería Mónica, Encarna, Maika, Marta y yo. Hacía mucho que no las veía y fue una grata sorpresa.

Desayunamos entre risas, recuerdos de fiestas locas de cuando teníamos dieciséis, dieciocho, veinte,… Aquella sesión de “risoterapia” improvisada me vino la mar de bien.

Cogimos un coche y nos fuimos las cinco a un maxi centro comercial a “quemar” la tarjeta de crédito. Fue genial ir de acá para allá, mirando ropa, probando perfumes, curioseando bisutería y complementos.

Después de varias horas, nos sentamos a comer. De nuevo un nuevo curso acelerado de “alegría de vivir” que sin saber como ni porque no, era lo que necesitaba sin saberlo desde hacía mucho.

‘¡¡¡Tenemos que comprarnos ropa interior!!!’ soltó Mónica de golpe mientras tomábamos el café. Yo acababa de tomar el primer sorbito de mi cortado y de lo improvisado e impetuoso de la proposición, me atoré y todo. Le dije que si quería matarme con un cuchillo era mas rápido pues me puse morada del atragantamiento. Ella me dijo que desde cuando no me compraba algo sexy para seducir a un hombre. Francamente de eso hacía mucho. Apuré mi café y me alcé con un sonoro: ‘¡¡¡Pues vamos!!!’

Nos dirigimos a una de las tiendas de lencería con un toque tan picante como morboso: ligueros, corpiños, medias, braguitas abiertas por el medio, mini shorts con cremallera para no llevar ropa interior. ¡Madre mía! Jamás me había puesto nada de aquello ni siquiera lo había visto mas allá de las películas de Moulin Rouge o de Chicago. Todas empezamos a bromear, a mirarnos por debajo de las blusas de forma graciosa y divertida. La dependienta, una chica joven de no más de veintipocos años, nos miraba más que sorprendida que mujeres de cuarenta y tantos estuvieran interesadas en aquel tipo de productos. Eran las tres y poco de la tarde. No había mucha gente en el centro comercial y en aquella tienda,… sólo nosotras. En una de estas que yo me probé un conjunto irreverente, desvergonzado, prácticamente morboso en cada toque que lo remataba. Era como una especie de salto de cama en el que los pechos no estaban tapados sino completamente expuestos sin tela que los protegiera y unas braguitas que literalmente decían: ‘mírame los labios’. Salí de la cortinilla y sin ningún pudor, me puse delante de mis amigas y la dependienta de esta guisa, tapando mis pezones con mis dedos de forma inocente. Cuando me vieron, alucinaron.

-         ¡Así queremos verte! Sin miedo a mostrarte. – me dijeron las cuatro a la vez.

Mis ojos se humedecieron un poco por el recuerdo nefasto de la separación y justo en el momento que una lágrima se precipitaba vertiginosamente a mi mirada, mis ojos se posaron en la puerta de la tienda donde había más de diez chicos mirándome directamente con los ojos como platos. ¿Cuánto tiempo llevaban allí? Me quedé petrificada. No pude decirle a mis amigas que se dieran la vuelta, ni pude salir corriendo a refugiarme de ellos. No podía moverme. Podía observarles a todos a cada uno de ellos, con sus ojos inflamados tanto como los bultos que empezaban a marcarse en sus pantalones.

La primera que se dio cuenta de los espectadores fue la dependienta que acudió hacía a mi con un ‘¡Cuidado!’ en los labios y una bata en sus manos tapando así mi cuerpo. Mientras yo me dirigía a los probadores, mis amigas se dieron la vuelta. Cuando salí muerta ahora si de vergüenza, me dijeron: ‘¡Nos vamos a una fiesta!’. Yo pensaba que estaban de coña, pero pagamos lo que habíamos comprado de lencería, y nos fuimos de allí en una dirección que yo no conocía.

Entramos en lo que parecía un bar musical dejando las bolsas en el coche. Todo estaba muy oscuro pese a que a fuera, sólo eran las cinco de la tarde o poco más. La música era sensual, dulce, chill out para relajar los cuerpos y disfrutar del momento.

Había poca gente bailando pero mucha en el interior. Pidieron mojitos y mientras disfrutábamos del dulzor a menta, algo me sorprendió: ¡Todos estaban allí! Todos aquellos rostros masculinos sin nombre que me habían contemplado semi desnuda en la tienda estaban allí, juntos, como si pertenecieran a un mismo grupo o a una misma empresa. ¿Qué estaba pasando? ¡No entendía nada! Me puse muy nerviosa.

Me acerqué a Mónica y le dije que me iba a casa, que cogía un taxi. Me sentía avergonzada y tenía que escapar de allí.

-         No niña no. ¡Tú te quedas! Ya es hora de que disfrutes del momento. Ahí tienes doce hombres que se han puesto duros mirándote. Tu eliges con quien te vas, con quien te quedas, a quien te gustaría mostrar algo un poco más de tus encantos. ¡Se acabó de pensar en Pablo (mi ex)! Eres preciosa y ya es hora de que te líes la manta a la cabeza.

Podía haber protestado. Podía haberme ido. Mas cuando los vi mirándome con aquellos ojos inflamados de deseo, hasta yo me había excitado un poco.

Me solté el pelo y me lancé a la pista. Empecé a dejarme acariciar por la música lenta y pausadamente por sus ritmos cargados de sensualidad. Al poco tiempo, los tenía a los doce, rodeándome como si un corrillo se tratara, mirándome tan excitados como antes o más. Me fui acercando uno a uno, dirigida por la música, acompañados por sus movimientos. Ellos, como si hubieran escuchado a Mónica, me daban paso el uno a otro bailando cada uno un rato conmigo, dejándome elegir el elegido. ¡Era muy duro! Todos eran deliciosamente apetecibles. Unos por sus manos, otros por sus bocas, muchos por sus cuellos, todos por sus ojos inyectados de deseo. Poco a poco, como guiados aun no sé por que, nos fuimos acercando a un lugar que parecía un reservado para bailar resguardados por una tela, de las miradas de fuera. Entramos los doce, moviéndonos pausadamente nuestros cuerpos.

No sé como empezó pero uno de ellos, me besó, mientras otro se aferraba a mi cintura acariciando mis brazos. Por un momento, todas las manos querían desnudarme a la vez. Había en el centro del privado como una especie de mesa de tela y una vez no llevaba ropa encima, me tumbaron sobre ella para contemplarme todos un instante. ¡No tenía miedo! Mientras se quitaban sus ropas, me miraban con deseo. Se acercó uno y empezó a mordisquear mi pecho derecho. Otro hizo lo mismo con el izquierdo. Otro bajó a mi cintura, y empezó a besar y lamer mi ombligo. Alguien me chupaba los pies (dos más). Todo estaba impregnado de un deseo silencioso, de una lascivia infinita que lo cubría todo dejándome libre por fin de mis antiguos temores. Agradecida, me puse arrodillada sobre aquella mesa de tela y me incliné a lamer el miembro del que estaba frente a mí. Con mis manos alcancé uno con cada una, y mientras saboreaba el sexo de uno con mi lengua, con mis labios, proporcionaba caricias sexuales a dos más de ellos. Estaba casi a cuatro patas, pero todos esperaban que fuera yo la que diera los pasos para satisfacerlos a todos. Me alejé de mi chico central al que había deleitado con mi boca. Soltó el miembro de los otros dos y me di la vuelta, rozando mi trasero con su duro sexo, dándole así permiso para que me penetrara. Me introdujo su verga lentamente. Gozaba con aquella delicadeza lubrica que me estaba proporcionando. Otro hombre frente a mí diferente, y en plena posesión de mis interiores, me recliné y le dedique mis primeras caricias bucales con tiento, con calma, deseando oír sus gemidos. Alcancé dos miembros de otros dos hombres distintos con mis manos y empecé a masturbarles. Podía ver como el resto, se tocaba esperando ansiosamente su turno. Uno a uno fueron probando mi boca, luego mi sexo. Todos me volvieron loca con sus movimientos pausados, con su delicadeza, con esperar su turno a deleitarme desde dentro. Yo, no podía hacer otra cosa que derramarme una y otra vez para ellos que gozaban viéndome gozar. Ninguno de ellos se derramó dentro de mí. Cuando todos hubieron gozado de su momento, se acercaron a mí con sus miembros deseosos, y mientras yo me masturbaba para ellos, ellos hicieron lo mismo bañándome entera por el semen de sus miembros. ¡Fue increíble! Jamás en la vida había disfrutado como aquella vez. ¡Era hermosa! ¡Era deseada! Y toda aquella represión de doce meses angustiosos de dudas sobre mi feminidad, sobre mi sensualidad, sobre mi poder de hembra, se había disipado con cada uno de ellos.

¡Era mujer! ¡Era bella! ¡Era ardiente! ¡Era deseable! ¡ESTABA VIVA! E iba a disfrutar todo lo que no lo había hecho hasta entonces.

martes, 1 de julio de 2014

FUEGOS, LLUVIAS, PIEDRAS




Es extraño el tiempo en verano. El calor no llega como antes en plan abrasador dejando los cuerpos casi sin ganas algunas de moverse, deseando que lleguen las vacaciones para que la siesta les haga recuperar fuerzas y aprovechando las horas altas de la madrugada, para pasear junto a la orilla del mar dejando que las olas bañen sus pies, mojen sus piernas para refrescarles del sofocante ardor solar.

No hace tanto, un par de años atrás, en abril o llegado mayo, ya sufríamos un calor propio de los meses de julio y agosto.

Mañana va a empezar el mes de julio y hoy apenas he podido ver cuatro o cinco rayos de sol decorando un cielo enmarañado de nubes espesa.

Ayer, lluvias torrenciales arrasaron en cuestión de segundos, algunos lugares de España como las zonas del Maresme en Cataluña, arrastrando coches o dejándolos encastados en el lodo durante horas y haciendo sufrir a algunos ocupantes de los vehículos, que en ese momento fueron sorprendidos dentro de los mismo.

Mientras en el norte el agua nos deja con un susto en el corazón, el incendio de Cómpeta, en Málaga, se ha estabilizado. Son ya 200 las hectáreas que ha arrasado el fuego en este incendio.

Parece como si todo estuviera “atentando” contra la llegada del verano, llena de colores, de ropa fresca, de ganas de divertirse y de pasárselo bien ya sea en la playa, en la montaña, o en una fuente cercana.

Yo no voy a entrar si todo esto es consecuencia del cambio climático ni mucho menos. Hoy, me apetece, simplemente, pedir al cielo una tregua, que nos brinde días de color. Y pese a que no está en mi mano, pero si en mis palabras, alentar a todos aquellos pirómanos que están deseando incendiar nuevos bosques, que lo dejen este año, no por mí. ¡Quién soy yo para detener a unos enfermos! Sino por poder disfrutar de un verano tranquilo, sin más sobresaltos de lo habitual y disfrutando todos, absolutamente todos, de lo que es poder tener unos días de paz y de tranquilidad junto a los que nos quieren. ¿Es mucho pedir? Espero que no.

MORALEJA: Pearl S. Buck, (1892-1973) novelista estadounidense, dijo: “Muchas personas se pierden las pequeñas alegrías mientras aguardan la gran felicidad”.