sábado, 7 de junio de 2014

PRUÉBALO CATORCE DÍAS





Las técnicas de ventas son las habilidades de interpretar las características de un producto y/o servicio, en términos de beneficios y ventajas para el comprador, persuadirlo y motivarlo para que compre el producto y/o servicio. Esto implica un proceso planeado, ordenado, lógico y analítico para beneficio tanto del comprador como del vendedor. Las técnicas de ventas implican saber: A) Qué hacer los primeros quince minutos de una entrevista; B) Cómo hacer una presentación de experto; C) Cómo expresar las características del producto y/o servicio; y D) Cómo presentar pruebas orales y escritas de los beneficios y valores (enlace web: http://www.monografias.com/trabajos72/tipos-tecnicas-ventas/tipos-tecnicas-ventas2.shtml).

En resumen, que las técnicas de ventas es conseguir que compres un producto CUESTE LO QUE CUESTE.

En un mercado como el español, falto de recursos monetarios, falto de gente con ganas de comprar algo que no sea, vital para la sobrevivir,… ¿Qué se suele hacer para que el producto sea más atractivo a los ojos de un comprador? Desde vender las segundas unidades de un producto al 70% más barata (el vendedor se garantiza dos compras de mismo producto y con uno compensa el coste de ambas); desde hacer un pack que una dos productos en uno a precios más asequibles (por ejemplo, como vi el otro día: vendían dos paquetes de pasta con una salsa en medio. El producto por si sólo, costaba más o menos la mitad. Pero junto, con salsa y todo, costaba el doble con el agravante o la suerte, de que venía la salsa, digamos que “gratis”); hasta ponerlos a un precio irrisorio pues están a punto de caducar (esto lo he visto en grandes centros comerciales tanto con los yogures, como con algunos embutidos embasados. No implican que estén en mal estado pero antes de contarlos como perdidas y arrojarlos a la basura por no poder comercializarse, pues lo sacan a la venta con un precio mínimo).

Si los productos no son de primera necesidad, en este caso comida e higiene, las técnicas de venta son un poco más estudiadas: compre ahora y financie en doce meses sin intereses (incluso así, no podemos olvidar, que le vendedor siempre saldrá ganando pues entonces, la venta en si, no tiene ningún sentido); o cómprelo ahora y por cada gol que meta su selección le reduciremos una cuota del producto adquirido (lo malo es si tu selección pierde en la primera vuelta que más que haber comprado algo para disfrutarlo te parece que has comprado un ataúd para que te entierren dentro con todas tus letras por pagar); hasta pruébelo catorce días (para probar la calidad de un producto y así, una vez hechos los tramites, que sea más difícil devolverlo).

En esta última técnica es el que hoy hago mas hincapié porque que no te guste y devolverlo después de catorce días, se puede hacer. ¡Nadie lo impide! Pero yo me pregunto… ¿Existirá un producto de prueba? Si existe este producto, tras el periodo de prueba,… ¿Te cambian el producto de prueba por el producto final? Y lo más importante y la vez más asqueroso, depende de cómo se piense: si no existe producto de prueba, si se puede devolver un producto tras catorce días de haberlo probado,… ¿Qué clase de producto estoy adquiriendo cuando compro? ¿El que alguien probó y no quiso? ¿O uno completamente nuevo? Da que pensar,… ¿Verdad?

Si ponemos que ese producto puede ser un colchón, los miedos sobre quien durmió antes se convierte en abismales. Imaginad, por un momento, que una persona lo hubiera probado y que, por desgracia, hubiera fallecido en dicho colchón. Lo hijos, rotos por la pena y ansiosos por desprenderse de todo lo que les trajera malos recuerdos, devuelven el colchón. ¿Qué te garantiza que no te van a encasquetar el colchón del muerto a ti?

O peor aún, que una persona a la que le gusten los animales, tenga su casa llena de toda clase y resulta, que por falta de pasta, no los tienes vacunados contra todo lo que deberían estar vacunados. Devuelve el colchón,… ¿Quién me garantiza a mi que no voy a coger pulgas cuando lo compre?

O peor aún, que haya servido de picadero ocasional en una residencia de estudiantes con una lívido desmesurado que aprovechaban el catre más de siete veces al día con personajes de todo tipo. ¿Qué pasaría si pasara la luz azul por mi nuevo colchón adquirido? ¿Sería capaz de encontrar un lugar que no hubiera estado impregnado por toda clase de lubricantes femeninos, masculinos o industriales?

En fin, que hay técnicas de ventas que más que ADMIRAR habría que TEMER pues alguien tiene que pagar los platos rotos, y normalmente solemos ser los compradores incautos los que los pagamos contra nuestra propia voluntad.

MORALEJA: Arthur Schopenhauer, filósofo alemán (1788-1860), dijo: "La salud no lo es todo pero sin ella, todo lo demás es nada."

jueves, 5 de junio de 2014

DOLORES DE CABEZA. ¿EXCUSA O PROBLEMA? (2.0)





Dolores de cabeza suelen ser un dolor, valga la redundancia, o molestia en la cabeza, el cuero cabelludo o el cuello. Las causas graves de los dolores de cabeza son raras. La mayoría de las personas con dolores de cabeza se pueden sentir mucho mejor haciendo cambios en su estilo de vida, aprendiendo formas de relajarse y, algunas veces, tomando medicamentos.

Hay varios tipos de dolores de cabeza (jaqueca (implica un dolor fuerte que generalmente ocurre con otros síntomas), migraña (implica un dolor fuerte que generalmente ocurre con otros síntomas, como cambios en la visión, sensibilidad al ruido o a la luz o náuseas), cefalea en brote o racimo (un dolor de cabeza agudo y extremadamente doloroso que ocurre hasta varias veces al día durante meses y luego desaparece por un período de tiempo similar), etc). Pero el más frecuente son las cefaleas tensionales causados por tensión muscular en los hombros, el cuello, el cuero cabelludo y la mandíbula. La mayoría de las personas con dolores de cabeza se pueden sentir mucho mejor haciendo cambios en su estilo de vida, aprendiendo formas de relajarse y, algunas veces, tomando medicamentos.

Pero, he aquí el quid de la cuestión de hoy. Una de las mejores formas de relajarse es el… sexo. ¿Recuerdan cuando las mujeres poníamos de excusa LOS DOLORES DE CABEZA? Desconozco si se sigue utilizando en la actualidad pero la verdad es que si el dolor de cabeza es de una cefalea tensional causado por el stress laboral o de la vida en si mismo, lo que mejor va para relajarse es descomprimir todos los músculos practicando el coito.

El orgasmo es el punto culminante o de mayor satisfacción de la excitación sexual en las zonas erógenas o sexuales. Es decir, que los orgasmos son descargas repentinas de la tensión sexual acumulada durante el acto sexual.

Dicho esto… ¿A alguien se lo ocurre una forma más placentera con ese dolor de cabeza que te ha estado atormentando todo el día que un buen uno contra uno con final más que satisfactorio para ambos? Yo creo que no.

Si en vez de tanto poner excusas, pusiéramos verdaderos remedios, nosotros mismo sin ayuda de terceros, a nuestro propios problemas, viviríamos más enérgicos, más felices, y sobretodo, más tranquilos.

MORALEJA: No es una frase muy ortodoxa pero si muy graciosa sacada de la serie SEXO EN NUEVA YORK de la boca de la actriz que encarnaba en la serie, a Samantha Jones: “El único lugar donde puedes controlar a un hombre es en la cama. Si les hiciéramos sexo oral a los hombres perpetuamente, podríamos dominar el mundo.”

miércoles, 4 de junio de 2014

DOS TONTOS MUY TONTOS (VERSIÓN 2.0)



¿Es lo mismo ser tonto que hacerse el tonto? Hombre, yo pensaba que no pero ahora, francamente, empiezo a tener mis dudas.

Por fin, después de semanas sin entrevistas de trabajo, una hoy a las diez y media. Rellenaba el formulario de la empresa y esperaba, en recepción donde habían diez sillas a cada lado de la mesa alta en forma de media luna, a que me tocara mi turno. Desconocía cuantas personas estaban siendo entrevistadas en ese momento. Quince me dio por contar son los que esperábamos nuestro turno. Y yo era la última que había llegado. Fueron entrando más o menos, entre intervalos de veinte minutos cada uno. Estuve más de hora y media esperando a que me hicieran la entrevista. Una vez llegado mi turno, dije: “Tierra,… ¡Trágame!”

Hacía justo dos años y medio, que había ido a una entrevista muy cerca de allí (en la ciudad, no en el polígono industrial que es donde me encontraba para esta segunda entrevista). Dos entrevistas previas y entré en el primer curso de formación. ¡Me sentí contenta y feliz! ¡QUE ILUSA FUI! Durante aquella “formación” inicial, había personas de las que habían estado seleccionadas entre un montón de gente, que habían cogido y se habían levantado marchándose sin concluir la formación. Pensé: ‘¿Qué les pasa? ¿Por qué se marchan?’

El acceder a la segunda parte de la formación bastaba con haberse quedado a la primera sin salir huyendo. Así que en cierta manera, había superado otro “escalón” hasta el contrato final.

La segunda parte de la formación era más bien técnica. No íbamos a ser “comerciales” sino analistas de agua (francamente, agradecí no tener el calificativo de comercial, no por nada malo, sino porque tenía muy claro, por mis trabajos anteriores en administración, que no eran personas de fiar ni los de tu empresa ni los de fuera de esta. ¡Iban a la suya! Y vender para tener comisiones era su único lema y para ello valía todo, fuera lo que fuera, hasta hacerse pasar por homosexual (el día que me enteré de esto último, casi rompo a llorar del dolor de ver a alguien rebajándose así por uno puñado de euros más al mes)).

La tercera parte era la formación ya en la calle, la parte práctica. Pero claro, para ver si habíamos alcanzado los conocimientos necesarios, hacía falta hacerlo, según su experiencia, en un entorno de confianza. ¿Cuál podría ser ese entorno? ¡La familia! ¡Los amigos! Así que para el viernes y sábado de aquella semana, teníamos que encontrar de dos a tres familiares o amigos que nos quisieran hacer el inmenso favor de abrirnos las puertas de su casa, para mostrarles nuestros nuevos conocimientos sobre el agua y sus virtudes de salud.

Todo lo vi normal o en gran parte. No me parecía nada extraño hasta que el sábado por la mañana, apareció un tipo de lo más peculiar contándonos que era el MORNING y que se esperaba de nosotros como nuevos “trabajadores” de la empresa (ningún contrato se había firmado aún y ya llevábamos una semana y media dentro de aquel lugar “aprendiendo”). La empresa deseaba que realizáramos, al mes, 60 analíticas de agua que eso serían seiscientos euros a cobrar (ahí ya sonó por primera vez una alerta en mi cabeza. En la entrevista nos dijeron que había dos ofertas: administración y analista de agua. Las personas de administración harían jornada partida de ocho horas y cobrarían ochocientos cincuenta euros. Por el contrario, los analistas cobraba, por las sesenta visitas al mes, mil euros. La cosa, explicada por lo que parecía el represéntate o gerente de la empresa (ahora no recuerdo su cargo ni como se presentó) había bajado de mil a seiscientos. Aquello empezaba a oler raro). Pese a eso, ninguno se movió de su sitio. Llevábamos meses todos esperando una nueva oportunidad laboral y un poco de dinero no iba a cambiar que podíamos firmar un contrato de trabajo.

Luego nos habló de nuestra indumentaria. Sus palabras eran: ¡TENIS QUE IR CON TRAJE! Cuando en la entrevista se nos dijo que yendo de forma elegante, ya estaba bien. Repetía tanto la palabra TRAJE que parecía Barney Stinson en la serie Como Conocí A Vuestra Madre (¡Ponte traje! ¡Ponte traje! ¡Ponte traje!). ¿Desde cuando un analista debe llevar traje? Como mucho bata blanca. Además, se notaba que todos los que estábamos ahí, no nos podíamos permitir ningún gasto extra.

Después de parecer un vendedor sicótico de la planta de la sección de hombres de cualquier maxi pijo centro comercial, nos intento vender la moto de que lo que verdaderamente importaba, eran que las analíticas fueran bien. Si compraban o no, no era tan importante. Tenemos un buen producto y tarde o temprano, se darán cuenta de que lo necesitan para tener una vida mas sana y mejor (¡Hasta sonaba bien! Me dije en mi fuero interno. ¡Que estúpida era!).

Tras el fin de semana, llegó el lunes cuando salíamos a “analizar” el agua. ¡Que treta mas bien montada! El primer hombre que visitamos, se lo habían comprado diciendo que le regalaban un fin de semana. El hombre y su mujer en paro, estuvieron muy contentos de que les tocara ese fin de semana. En cuanto dijeron ‘estamos en paro’, mi compañero, al que yo acompañaba porque era novel en lo de las analistas, llamó a su referencia (otro compañero al que había de notificar la hora de entrada y de salida del domicilio) y oí por el interfono: ‘¿Cómo lo ves?’ él respondió que complicado. Desde el otro lado del teléfono se oyó un sonoro: ‘¿Parados?’ él respondió sí, los dos. Desde el otro lado del auricular se escucho: ‘¡Sal de ahí! No pierdas el tiempo. Pasa a la siguiente’. Después de preparar todo para la demostración, lo desmontamos todo a prisa corriendo con el señor de la casa gritando, con toda la razón del mundo, pues aquel niñato había sido un grosero (no oyeron la charla que había tenido como yo que estaba a su lado, pero su actitud, desde que le dijo que estaban parados, había sido incorrecta y despectiva). Salimos de allí yo muerta de vergüenza y pensando: ‘¡Bueno! ¿Pero esto qué es?’

Fuimos a la siguiente que no estaban. Luego haciendo preguntas a viandantes sobre un cuestionario para saber si le importaba su salud y diciéndoles que entrarían en el sorteo de una analítica gratis (todas eran gratis) o, posiblemente, un fin de semana en un hotel (no recuerdo cual pero si que sólo era la estancia, ni comidas ni nada más). Dos entrevista más por la tarde que acabaron a altas horas de la mañana (eran las doce y cuarto cuando aparecí de nuevo por mi casa desde las ocho de la mañana que me había ido al “trabajo”). No firmamos tampoco el contrato aquel día, ni al siguiente y me cansé de esperar.

Hoy, a unas poco razonables casi doce del medio día, cuando subía las escaleras, en la otra punta de ellas para entrevistarme estaba de nuevo, el sicópata de los trajes. Él se comportó tontamente, como si no me conociera (pese a que sabía lo que ponía en mi curriculum aunque no se acordara de mi rostro) y yo fingí que no sabía quien era, me hice la tonta.

El puesto era exactamente lo mismo que hacía dos años atrás pero, obviamente, mejorado (o eso decía “quitando” el factor de que yo sí que sabía de lo que hablaba pese a todo el paripé nuevo montado).

Al final, se quedó con mi curriculum y me dijo que ya me llamaría (aunque no creo que lo haga). Lo que no entendí es que una persona que parecía tener potencial, siga manteniendo su misma falta de profesionalidad laboral a todos los niveles. ¿Cómo lo sabía? Al salir dos personas estaban esperando abajo reclamando su sueldo (después de un mes, por lo que le dijeron a la recepcionista, ni habían firmado nada y había cobrado absolutamente, menos que nada). Otra chica, entraba reclamando ver al responsable, al que llamó por su nombre, pues el aparato que le habían vendido, había dejado de funcionar hacía una semana y aún no se había pasado el técnico (la reparación se garantizaba, por contrato, en 24 o 48 horas). En ese momento me alegré de salir de una pesadilla recurrente como la del día de la marmota de la película Atrapado En El Tiempo y volver a una realidad más verídica.

Cuando volvía a casa no paraba de pensar. ¿El hábito hace al monje? Por las pintas que llevaba aquel hombre bien podría pasar por un buen samaritano y todo. Sin embargo, era un ególatra, un timador, un embustero. ¿De qué servía un traje si se iba de déspota e inculto en casas ajenas? Francamente, lo único que me quedó claro, es que aquel hombre no abogaba por la salud y no lo había hecho jamás.

Duden de todos los que quieran venderle agua más pura y mejor. Si llevan un traje, no dejan de ser asnos peligrosamente coceadores con algo de pasta en sus bolsillos.

MORALEJA: Alguien dijo una vez: “No es la riqueza, ni los ancestros; sino una conducta honorable la que hace grandes a las personas”.

PIRÁMIDE (relato)



Ser mujer y trabajar en un sex-shop no es fácil al principio. ¿Dónde me he metido? Es lo primero que pensé en cuanto firmé el contrato por tres meses. Pero no había nada más y nada podía ser peor que no tener trabajo.

La primera semana fue rara. Casi nadie entraba. Pensé que era por mi culpa.

A la semana siguiente no es que hubiera una avalancha de clientes en masa, pero poco a poco, fui dándome cuenta de que todos los que van a un sex-shop tienen el mismo miedo que una mujer que acaba de empezar a trabajar allí (al menos la primera vez).

Los tres meses pasaron volando. Durante aquel tiempo me había dedicado, en las horas que no había clientes, a memorizar nuestro catalogo y a curiosear, los productos que nos dejaban de muestra para informar mejor al cliente que deseara algo en concreto.

Mi jefe, no me podía ofrecer continuidad en la tienda. Pero me dijo que si quería hacer media jornada en la tienda y media jornada preparando Tupper sex. ¿Qué le iba a decir? Mi contrato sería de comercial de juguetes eróticos durante tres meses más.

El primer Tupper sex que hice fue un verdadero triunfo. Todas las mujeres de la reunión (veintidós mujeres de alrededor de los treinta y tantos) compraron bolas chinas (negras, rosas, verdes, rojas, lilas,… pero las mejores del mercado) y algún tanguita comestible. Mi jefe quedó impresionado con esa primera venta. ‘Hacía mucho que nadie conseguía vender tanto en un Tupper sex. ¡Buen trabajo!’ me dijo. De echo me comentó que hacía tiempo ponían un límite de compra pero que como estaba el mercado, sólo pedían que cada una de las que iba, comparara algo de forma simbólica por el desplazamiento de la chica (lo mas barato eran unos preservativos por dos o tres euros si eran fluorescente o no).

Fui haciendo mis ventas aquí y allí y la racha de buena suerte seguía. Yo estaba muy contenta. Por fin volvía a ser válida en el mundo laboral. ¡Me sentía la mar de bien!

Llegó junio y faltaba un mes para finalizar mi segundo contrato cuando mi jefe me llamó a su despacho:

        Laura, tengo que pedirte un favor – pensé que volvería a reducirme las horas o vete a tu saber que.
        Si, dígame Pedro.
        Tengo unos clientes muy especiales que quieren un Tupper sex algo diferente.
        ¿Qué quiere decir algo diferente?
        Son un grupo de hombre…
        ¡¡¡¿¿¿¿QUÉEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE???!!! – no le dejé terminar la explicación. – Yo no hago Tupper sex para hombres. ¡Lo siento! ¡¡¡NO!!!
        Espera Laura, un momento, escúchame.
        ¡¡¡QUE NO!!! ¡¡¡QUE NO!!! ¡¡¡QUE NO!!!
        ¡LAURA! ¡UN MOMENTO POR FAVOR! – su tono de voz seco me detuvo pero en eso no iba a ceder lo más mínimo.
        Diga lo que diga, no voy a ir.
        ¡VALE! Tranquila. Escúchame, son mis amigos Gays, así que no te van a hacer nada. Ya les he dicho que si accedía a ello, era porque iba a estar la mar de tranquilo de que a ti no te iba a pasar nada malo. ¿Vale? Ahora puedes irte y pensártelo si quieres hacerlo o no.

Me dirigía a la puerta para irme y me dí la vuelta:

        ¿Cuándo sería? ¿En qué productos están interesados?
        Sería el próximo viernes noche a eso de las ocho.
        ¿Las horas serán nocturnas?
        ¡Por supuesto!
        ¿Y en qué están interesados?
        En las pirámides. – Las pirámides era un nuevo producto que había salido a la venta que sólo llevábamos una de muestra porque eran caras. Tenían diez velocidades y para disfrutar en pareja, eran un verdadero descubrimiento. A solas, también se podía gozar mucho de ellas. Estaban hechas con un material agradable al tacto y su forma, daba un placer increible.
        ¡Vale! Pues allí estaré. ¿Cuántas quiere que me lleve?
        Son 27 los asistentes así que 28.
        ¿Cree que voy a vender ventisiete pirámides en una noche? ¡Son muy caras! No van a compara tantas.
        Se ve que no conoces a muchos hombres homosexuales que yo diga.
        ¡Pues no! No conozco a muchos (‘salvo los de la tele iba’ a decir pero me callé pues esos, realmente, no contaban).
        Ellos saben lo que quieren y desean ese nuevo producto – me dijo de forma clara y concisa.
        ¡Ok! ¿Alguna cosa más?
        Si,… hay una pequeña cosita que...
        ¿Qué? ¿Digame?
        Quieren que vayas disfrazada.
        ¡¡¡¿¿¿¿QUÉEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE???!!! – me quedé blanca.
        Sus fiestas siempre tiene algo especial y para esta, quieren que lleves un disfraz de los que vendemos en la tienda. ¡Laura! ¡¡¡SON GAYS!!! Nadie te faltará el respeto.

Pese a todo tenía mis reservas con ese último punto pero después de mucho pensarlo, accedí.

El viernes llegó arrasando y yo muerta de miedo. No tenía todas conmigo de que todo lo de que eran gays fuera un montaje para vete tú a saber que. ¡No me fiaba!

Lo peor vino elegir cuales de los modelitos de disfraces que teníamos en la tienda, me tenía que poner (‘Si alguien piensa que esto no es currarse un puesto de trabajo, que baje Dios y lo vea’, pensé para mis adentros). Pensar dejar claro que era fuerte pero tanto el de mujer militar, como el de policía, como el de dominatrix con látigo y todo, tapaban más bien poco. Al final me decidí por uno de colegiala que más o menos, tapaba más que los otros (tenía una pinta diferente y demasiado provocadora pero… eran Gays. ¡No me va a pasar nada).

Cuando llegué puntual a su casa, me cambié rápidamente a escondidas en el coche, me hice un par de coletas y entre con mi supermaletón de productos.

Me recibieron de forma cordial y debo de reconocer que todos mis temores se esfumaron de seguida. Eran personas muy dulce, encantadoras, y como había dicho mi jefe, que sabían lo que querían. Todos menos uno. Había un hombre que su mirada, la sentía traspasarme desde el momento que puse un pie en la fiesta.

Fui mostrando mis productos uno a uno. Todos miraban, curiosos, lo que traía. Aquel hombre no. Tenía su mirada clavada por entero en mí y no se perdía ni uno de mis movimientos. Empecé a sentirme un poco molesta.

Cuando mostré, por curiosidad, las vaginas vibratorias, todos sonrieron con comentarios que tenían alergia a aquellas cosas. Todos reían. Todos menos él. Estaba claro, aquel hombre, si le iban los hombres, sin lugar a duda era bisexual. Ese pensamiento empezó a gustarme en cierta manera. Era un hombre alto, corpulento, elegantemente vestido, serio, con ojos profundos, pelo negro y una exquisita nuez tan bien marcada, que daban ganas de morderla. Empezaba a desear que no dejara de quitarme ojos ni una vez más.

Mostré el producto deseado y todos se sintieron la mar de contentos con él. Hice corto de pirámides, pero por suerte, tenía unas cuantas más en el coche. Salí a buscarlas mientras ellos habían puesto un poco de música y me invitaron a quedarme para bailar, para pasar un rato entre amigas (me hizo gracia como lo dijeron). Me dirigí al coche pensando que  aquel día fue apoteósico para mí en cuestión de ventas pese al modelito sexy que tenía que llevar puesto ya que las miradas de aquel caballero, habían provocado en mí una excitación que no había sentido jamás al ser observada. Fui a abrir el capó cuando alguien, me cogió de la cintura, empotrándome con su cuerpo. Si duda era aquel hombre, del que no conocía ni su nombre. Sentí su miembro grande preso en el pantalón. Podía zafarme, salir corriendo, pero lo que deseaba sinceramente, era demostrarle la parte de niña mala que me había hecho adoptar aquel disfraz. Moví mi trasero sobre su bragueta, dejando que la faldita se levantara un poco por cada lado de forma traviesa. Cogí su otra mano y empecé a lamer sus dedos de forma muy sugerente con mi lengua. Empecé a escuchar sus gemidos. Sin darme la vuelta, bajé su cremallera, y empecé a masturbarle con mi mano mientras no paraba de moverme, apretando su sexo con mi trasero. Eso lo estaba volviendo loco de deseo. Voltee un poco la cabeza y le dije: ‘He sido una niña muy mala’. Eso le turbo, le trastornó, sacando hacia fuera, su parte más salvaje. Me tumbó sobre el capó del coche, ladeo mi braguita, y empezó a penétrame como jamás lo había hecho nadie hasta entonces. Sentía sus embestidas, rápidas, salvajes, sin control alguno. Podía sentir su sexo entrar y salir volviéndome loca cada vez y cada vez y cada vez un poco más. No podía controlar mis gemidos. El no podía controlar sus ganas. Siguió follándome cada vez más y más y más fuerte. Me derramé con un grito que se sintió en toda la calle. Al poco tiempo, pude notar todo el calor de su leche esparcirse en mis adentros consiguiendo que volviera a gritar con otro tremendo orgasmo que me recorrió por entero de la cabeza a los pies.

Acabamos los dos rendidos, tumbados encima del capó de mi coche. Me dijo su nombre pero no lo recuerdo. No era cortés que los clientes pensaran que ese era un servicio más de nuestra tienda. Me pidió volver a verme pero no le di mi número correcto.

Cuando volví al trabajo, me toco quedarme en la tienda. Una mujer entró que quería sorprender a su marido con algo diferente. Le dije: ‘Llévese el disfraz de colegiala. ¡Se volverá loco!’.  Me gustaría haberle dicho que lo había comprobado de primera mano pero creo que eso era mejor guardarlo para mí como una anécdota morbosamente y placenteramente, muy excitante.

lunes, 2 de junio de 2014

¿NOTICIA O SÓLO PARTE DE LA HISTORIA?





* El Rey abdica (enlace web: http://www.abc.es/espana/20140602/abci-juan-carlos-abdica-201406021042.html).

Hubo un tiempo en que yo también creí en la corona. Creí que el rey, Don Juan Carlos I, nos había librado de algo que yo sólo conocía por los libros de historia: la dictadura de Francisco Franco. Cuarenta años de dolor. Cuarenta años de angustia. Cuarenta años de zanjas aún no se sabe muy bien donde. Cuarenta años de desaparecidos. Cuarenta largos años de represión. Pero llegó el 20N y con la muerte de un dictador, España, veía una nueva etapa ante sus ojos. Nació una constitución. Nombraron a un rey y la democracia, reino durante muchos años.

Hubo un tiempo en que yo también creí en la corona. Aún no podía votar pero deseaba que llegara el día en que mi elección sirviera para marcar el rumbo de nuestras vidas. Estudiaba y la enseñaza era de calidad. La sanidad, siempre un poco a remolque, siempre estuvo ahí, para cualquier urgencia que tuviera mi familia o yo. Era un mundo más o menos aceptable, pese a que había cosas de las que ya empezaba a darme cuenta de que no encajaban (no en la mente de una chica de diecisiete años).

Hubo un tiempo en que yo también creí en la corona. El príncipe Felipe salió de abanderado en los juegos olímpicos de Barcelona ’92. Se me erizo el bello de los pies a la cabeza al verle paseando la bandera de nuestro país orgulloso, al ver las lágrimas de Elena, emocionada sin seguir para nada el protocolo, aplaudiendo a dos manos fuerte por aquella escena que conmovió a más de un español. Después, en mi amada Sevilla, vi casarse a Elena. Luego en mi linda y bella Barcelona, vi enlazarse a Cristina. Tiempo después, en Madrid, vi unirse en santo matrimonio a Felipe. Lo seguí emocionada desde el principio hasta el final.

Hubo un tiempo en que yo también creí en la corona. Nació Felipe Juan, Victoria, Juan, Pablo, Miguel, Irene. Nacieron Leonor y Sofía. Seguí cada presentación de cada miembro orgullosa de formar parte del pueblo en el que reinaba un rey justo, magnánimo, cercano, que soltaba un POR QUÉ NO TE CALLAS yendo contra todo el protocolo a favor, de los suyos.

Hubo un tiempo en que yo también creí en la corona. Mas llegó la crisis, una crisis de valores, una crisis profunda, sin vuelta de hoja al parecer. Una crisis que se trataba de encubrir, que no se ha resuelto, que ha dejado sin lo básico (trabajo digno, casa, alimentos, educación, sanidad,…) a todos aquellos que debía amparar una Constitución creada para hacer una mejor España, para que el pueblo tuviera lo que desde hacía cuarenta años, se le había negado. Esa crisis encendió muchas luces en lugares a los que hasta ahora no nos atrevíamos a mirar. Todo se iluminó y no fue nada bueno lo que mostró aquella nueva visión. Llegó Botswana y la matanza de elefantes en un momento muy crítico. Llegaron los escándalos políticos. Llegaron los desahucios. Llego la sustracción de pagas para sobrevivir, remuneraciones para tirar adelante, de formas de conseguir un poco de vida en un país “muerto” a muchos niveles. Llegó de nuevo el atraso con leyes de antes de la guerra. Llegó el caso Urdangarin, salpicándolo todo y a todos. Llegó la hora de dar un ejemplo por parte de ese rey tan querido y admirado por el pueblo. ¡SILENCIO! Hubo mucho silencio. Hubo reuniones ocultas para salvar a su hija, Cristina, de ese olor putrefacto que les había invadido por no saber conformarse con un sueldo superior al SMI con el que tenían que vivir, antes de la crisis, muchos españoles. Llegó el dolor al vernos desamparados. Llegó la rabia. Llegó el rencor. Llegó el momento de abdicar.

Hubo un tiempo en que yo también creí en la corona. Ahora, que se tomo una decisión que debió tomarse hace mucho tiempo, que ya han pasado otros casi cuarenta años más malos que buenos, creo que llegó el momento de tomar otro camino. No se trata de nombrar al sucesor sin más ni más. ¡NO! Si hay que redactar una nueva constitución ahora es el momento. Si hay que eliminar cargos políticos (como el senado que para nada sirve) ahora es el momento. Si hace falta una reestructuración estatal para conseguir un bien para el país, ahora es el momento de hacerlo. Si ha llegado el momento de dejar a la monarquía de lado, pese a las sucesiones del trono por su desmesurado presupuesto que más que ayudar perjudica a un país en números rojos, ahora es el momento.

Ahora es el momento de hacer una noticia que verdaderamente cambie el rumbo de la historia y no algo que ya se venía venir tal y como estaba el panorama. Ahora es el momento del cambio, para un lado o para otro, pero un cambio que nos haga, de nuevo, sentirnos como mínimo, personas iguales ante la LEY, ante el ESTADO, ante TODO. No puede haber un doble rasero que diferencie el trato por lo que se tiene. ¡¡¡ESO NO!!! Y por desgracia, es lo que está pasando.

Los brazos cruzados no sirven de nada. El presidente de EEUU Barak Obama lo demostró ayudando al pueblo con decretos que verdaderamente, pusieran en funcionamiento de nuevo la economía de su país ayudando a los más desfavorecidos. ¿Por qué en España, hasta ahora, el Rey no ha hecho algo parecido?

Ha llegado el momento de labrar un nuevo futuro. ¿Con rey o no? Sinceramente, si es para heredar el reinado de su padre, para mi está de más el nombramiento. Ahora bien, si es para dar de nuevo voz al pueblo y sobretodo, presente digno y futuro esperanzador, a mi no me importa que exista un Felipe VI, Rey de España, pues como ya he dicho, hubo un tiempo en que yo también creí en la corona.

MORALEJA: Don Juan Carlos I de Borbón, Rey de España, dijo una vez: “La realidad es muy difícil de soportar para quienes creen que cualquier tiempo pasado fue mejor”. Deseemos que, a partir de ahora, la realidad sea más fácil porque merezca la pena volver a formar parte de algo en lo que creímos un día no hace tanto (la igualdad, la democracia, la ley,…).

¡Creí en la corona! Ahora ya no. No ha sido por mi falta de FE la que me hizo perder mis creencias. Fue la parsimonia ante actos tan viles en los que jamás se dio ni la cara, ni una solución correcta, ni nada. No abogo por la república pues yo no conozco como será. Mas si tengo que vivir otros casi cuarenta años más de “brazos cruzados”, de “bocas cerradas”, de “injusticias reales”, prefiero no tener rey y que alguien que de la CARA, pero de VERDAD, responda de los platos rotos poniendo a cada cual en su sitio, SEA CUAL SEA el cargo que ocupe en nuestros sistema democrático. Si sus manos no están limpias, no pueden formar parte del nuevo proyecto.

domingo, 1 de junio de 2014

SI FUERA VERDAD, TODOS DEBERÍAN HACER IGUAL QUE ÉL





* Un juez del Constitucional da positivo de alcohol tras ser interceptado en moto sin casco. (Enrique López reconoce los hechos y añade que "hay circunstancias personales que podrían justificarlos".El magistrado ha anunciado que presentará su dimisión este lunes). Enlace web: http://www.elperiodico.com/es/noticias/sociedad/juez-constitucional-positivo-alcoholemia-tras-ser-interceptado-moto-sin-casco-3287802.

* El juez Enrique López dimitirá tras ser pillado en moto sin casco y ebrio. (El magistrado se había saltado un semáforo en rojo y cuadruplicó la tasa de alcoholemia. "Reconozco los hechos y asumo las consecuencias que tienen", ha afirmado a Efe). Enlace web: http://politica.elpais.com/politica/2014/06/01/actualidad/1401625400_720528.html.

Dar la cara no es fácil. Dentro del mundo de la política, es casi una misión imposible, pero no como esas series de los ochenta que tenían emoción e incluso, algo de intriga surrealista. En cuestión de pedir perdón, la misión imposible pues nadie reconocer, pese a ser pillados “con las manos en la masa” su culpa.

¿Qué es la culpa? Falta que se comete intencionalmente. Responsabilidad que recae sobre alguien por haber cometido un acto equivocado de manera consciente.

¿Qué es un acto equivocado o incorrecto? Pues desde huir para que no te pongan una multa, hasta viajar a matar elefantes cuando el país está sumida en una crisis que deja a miles de ciudadanos sin casa, hasta acusar de un atentado a un grupo terrorista nacional para poder cubrirse las espaldas delante de unas elecciones con más mentiras. Un acto incorrecto es cobrar dinero negro y no admitirlo. Un acto incorrecto es intentar convencer a Europa y a al mundo, que en España todo va bien cuando no es cierto. Un acto incorrecto es promulgar a los cuatro vientos cualquier doctrina, cualquier ley, cualquier promulgación, cualquier comentario, que denigre a las mujeres y las menosprecie ante los hombres.

En este país, por desgracia, sabemos muy bien que es cometer ACTOS TOTALMENTE INCORRECTOS. Lo que no sabemos, y es un pena, es pedir disculpa de frente, dando la cara desde el primer momento.

Enrique podría ser mejor juez o peor. Mas si realmente dimite por sus actos cometidos, como persona, demuestra un valor, una fuerza, una integridad que otros, con cargos muchos más importantes que el suyo, ni han tenido ni tendrán en su vida.

MORALEJA: Albert Camus,  novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés nacido en Argelia (1913-1960), dijo: “Inocente es quien no necesita explicarse”.

UN PASO MÁS ALLÁ





La muerte de un ser querido es un duro golpe para todos. Esté lejos, esté cerca, tenga ocho u ochenta, el dolor nos atraviesa por entero a todos por igual. ¡Nunca es buen momento para morir! Ni para el que se va, ni para los que se quedan. Pero hay momentos en los que el propio moribundo, por su sufrimiento de dolor, de pena, de sabiendas de final, pide compasión a los suyos diciéndoles: “No deseo sufrir más”. Ese susurro mortecino de ayudar en el paso final a tu padre, a tu madre, a tu hermana, a tu hermano, a quien sea, pese a que el diagnóstico médico diga que le queda muy poco de vida, se convierte en una decisión que para nada es fácil de tomar. Le amas y ves el dolor en su cara. Le quieres y no puedes verle sufrir. Cuando al final dices,… adelante, quitarle la máquina, el respirado, anular su forma de seguir con vida, y pese a saber que la consecuencia es el que se marche sin más padecimiento en su cuerpo, la tortura en tu cabeza y la culpa empieza a crecer de forma terriblemente fuerte.

Su último paso llegó. Las lágrimas por la perdida se derraman como cantaros inmensamente perpetuos rotos contra tu voluntad. La culpa, la ausencia, el echo de ver morir un trozo de tu propio ser, se une todo en un coctel que cuesta mucho de tragar.

¡No todos actúan de la misma manera! Cuando das la noticia a los tuyos unos rompen a pegar patadas y puñetazos contra todo (su rabia, su dolor, es la única forma que conocer para salir. No es mala, pero tampoco buena. La pena tiene forma increíbles de sentirse en unos u en otros). Hay personas más racionales que no desean que se les vea llorar. No es que no tengan sentimientos. ¡Para nada! Pero tienen la cabeza suficientemente amueblada, para guardar su dolor para ellos solos. Otros parecen actrices o actores que interpretan, de forma magistral, el dolor echo carne. Lloran, se caen, se marean. Nadie dice que sea fingidos, o quizás sí pero habría que ser muy mala persona para armar todo ese follón, ese escándalo en un momento como ese sólo por llamar la atención (vamos, bajo mi punto de vista). Otras no consiguen poder eliminar su pena de inmediato. No son conscientes de que esa persona se fue como primera reacción. ¡No es nada malo no llorar cuando alguien se muere! La asimilación de la perdida no es un trago fácil de asimilar. Pero cuando el dolor, cuando se es consciente de que esa persona ya no está, es en un momento en el que nadie está para reconfortarla. Puede pasar al día siguiente, a la semana, al mes, al año. Por eso, cuando llega, todo aflora se consuelo alguno.

¡El dolor no nos es ajeno! Ni cuando el que se marchó es un amigo o alguien que veíamos una vez al año.

La vida es una cuestión de momentos que deseamos vivir y con quien deseamos vivirlos. Deberíamos ser un poco menos juiciosos y mas vitales en cuestión de saber aprovechar los instantes que nos brinda el poder estar vivos. No podemos pasar de puntillas por nuestra propia existencia. No hace falta empeñarse en dejar huella para que nos recuerden los que se quedan. Las pisadas que demos por nuestra felicidad, tienen que ser visibles para nosotros, gozadas y disfrutadas a nuestro antojo. El resto,… nada importa una vez que la vida se nos va. ¡Pensad en eso! No os perdáis la forma de haber vivido cada día un poco.

MORALEJA: Santa Gianna dijo:"¡Su supieras que diferente se juzgan las cosas a la hora de la muerte!... Que vanas parecen ciertas cosas a las que les dábamos tanta importancia en el mundo".