martes, 29 de marzo de 2016

DESEO CREER (poema)


DESEO CREER

 

Hoy más que nunca deseo creer,

necesito pensar que todo es posible.

 

Deseo imaginar que no

te van a faltar las fuerzas

cuando la última batalla se tercie,

que lucharas como nunca,

aunque sea sólo por mí, por tu Niña.

 

¡No vuelvas a decirme que lo acepte!

La ley de vida no va conmigo,

no cuando alguien como tú

se debate entre esa vida

que no deseo que pierdas

y esa muerte que te llama

hoy con tanta insistencia a tu puerta.

 

¡No puedes faltarme!

Te lo prohíbo.

Eres el último resquicio

de amor puro

que habita en mi mundo.

¡Tú no puedes fallarme!

No puedes, no podría con ello.

 

Deseo confiar, deseo concentrarme

esperando que todo saldrá bien

 aunque todo juegue en nuestra contra.

Deseo entender, necesito saber

que todo quedará en un susto.

Deseo pensar, anhelo percibir

que serás siempre inmortal,

que nada podrá arrebatarte

jamás de mi vera.

 

Ahora que no tengo fuerzas

para aceptar lo que ha de llegar,

cuando ni siquiera puedo

verte sin romper a llorar,

ahora más que nunca necesito

creer que vas a salir de esta.

¡No puedes morirte abuelo! Ahora no.

No ha llegado aún tu hora.

 

 

lunes, 21 de marzo de 2016

PRIMAVERA, HAZME MUJER (poema)


PRIMAVERA, HAZME MUJER


Domingo, 20 de marzo de 2016

 

Primavera, a ti galopas

entre mi escote floreciente

y la hermosura de mis muslos

que asoman tras esta corta falda,

adéntrate de nuevo en mí.

Baña mis entrañas con el sol,

con el agua, con la lluvia

fina y pura, con ese olor

a tierra nuevo y renovado.

Viértete sobre mi recatada estampa.

Libérate para siempre

de las cadenas del invierno

y poséeme por entero.

 

Primavera, tú que bañas

con tu fulgor la sangre nunca sosegada

de los que dormitaron en el frío,

galopa sin medida ahora,

haciéndola hervir aún con más brío.

Dales las ganas del tiempo pasado,

de los años de oscuridad

sumisamente callados,

dales alas para renovarse

una vez más desde el fuego.

 

Primavera, no busques

mariposas blancas para mí.

Mis deseos no los controla

el decoro de sueños del ayer.

No busques tampoco

azucenas níveas, ni camelias cándidas,

ni margaritas inmaculadas para regalarme.

¡No deseo su pureza! Me cansé ya de ella.

Dame escarlatas amapolas,

encarnadas rosas con largo tallo,

carmesíes y lascivas dalias.

Dame el rojo intenso

de la sangre alterada

del calor que va contigo

siempre de la mano.

Regálame el vigor de cien

mil jóvenes machos,

su desgarrada inquietud,

si arrebatada lujuria.

Hazme renacer de la muerte

de estar viva pero muerta,

de dormitar en un lecho

que emana silencio manso.

Hazme volver a mí.

Tu que eres capaz de hacer

nacer de la nada la savia,

tú que causas estragos

entre las más delicadas

flores virginales,

tú que eres la dueña

de la fuerza irrefrenable

de la existencia,

conviérteme en la

que nunca fui

para vivir esa vida

que nunca tuve.

Hazme hembra,

hazme fuego,

hazme tuya.

 

Primavera, hazme mujer

para poder sentirme viva.

 

sábado, 19 de marzo de 2016

HUELE A CIRIO, A FERVOR, A LLANTO (poema)


HUELE A CIRIO, A FERVOR, A LLANTO

 

Viernes, 18 de marzo de 2016

 

Huele a cirio,

a fervor, a llanto.

 

Huele a madrugada,

a manto bordado,

a mantilla de luto.

 

Huele a hijo herido,

a sufrimiento callado,

a dolor materno.

 

Huele a amor infinito,

a noche callada,

a golpe de aviso,

a calle abarrotada.

 

Huele a plegaria íntima,

a lagrima de sangre,

a muerte injusta,

a perdón eterno.

 

Huele a tradición,

a altar florecido,

a cruz de madera,

a lanza hiriente.

 

Huele a tormento,

a incienso mortecino,

a juramento del silencio,

a pasión de Cristo.

 

Huele a campanillas del viático,

a golpear de hachones contra el suelo,

a jueves Santo, a ‘Madrugá’.

 

Huele a Triana,

a Cristo de los Gitanos,

a corona de espinas,

a saetas desde los balcones.

 

Huele a cofradía,

a nazareno,

a tambores y cornetas.

 

Huele a pregón,

a procesión,

a vela prendida,

a iglesia engalanada.

 

Huele a Monte del Calvario,

a mortaja, a entierro, a Resurrección.

 

Huele a Semana Santa.

viernes, 18 de marzo de 2016

VOY CONTRA EL VIENTO (poema)


VOY CONTRA EL VIENTO

 

Jueves, 17 de marzo de 2016

 

Voy contra el viento

tras tu cuerpo que se

aleja de mí por momentos.

 

‘¡Detente!’  Te grito.

Lo escucho a voces

en mi cabeza mientras

avanzas y avanzas

sin mirar nunca atrás.

 

Mi corazón no puede hacer

galopar la sangre con más fuerza.

Llora mientras intenta

mantenerme viva para

seguir corriendo tras de ti.

 

No avances te lo suplico.

¡No puedo más!

No siento las piernas, ni los brazos,…

no siento ni me aliento.

 

¿Qué está pasando?

Me quedo sin vida

para seguir tras de ti.

¿No te das cuenta?

Me estoy muriendo.

 

Ni de esto te has dado cuenta.

Mientras te alejas para siempre,

Mí cuerpo de mujer se rinde

en manos de la muerte

por la esperanza

perdida de tú amor.

 

¡Adiós para siempre! Adiós.

 

martes, 15 de marzo de 2016

EL ACCIDENTE DE COCHE




Martes, 15 de marzo de 2016

 

No sé si os habéis dado cuenta de la forma que tiene de conducir la gente. Da igual si son hombres o mujeres, van como locos, como si llegaran tarde a cualquier lado.

 

Hoy el accidente ha sido contra una persona, dos personas muy importantes para mi sobretodo el niño de nueve años que ha quedado conmocionando del shock. Volvían a casa como cada día por unas carreteras de curvas. Durante más de diez kilómetros de carretera, es obligatorio que no se exceda los cincuenta kilómetros por hora. Los que se preocupan por los demás, como este caso, siguen la normativa. Pero aquellos o aquellas que se creen inmortales, cogen esas curvas en forma de herradura algunas, como si no les importara nada su vida ni las del resto ya que a ciertas velocidades, uno acaba invadiendo el carril contrario.

 

Eso es lo que ha pasado hoy. Un coche ha invadido el carril contrario y lejos de poder controlar su velocidad para poder evitar el choque, ha envestido el coche que iba por el otro carril dejándolo para el arrastre. Por suerte, los cinturones de seguridad les han evitado un daño mayor. Ahora sólo hay que esperar que se les pase el susto, los nervios y sobretodo, que le arreglen lo antes posible el coche o que al menos le pongan uno de sustitución cosa que no pinta muy bien.

 

A la otra persona le daba igual como ha quedado su vehículo. Tenía otro para el día siguiente (o eso le ha dicho al que le ha llamado al móvil que ha cogido mientras rellenaban el parte de accidente). Pero aquel que circulaba de forma correcta, a la velocidad adecuada, siguiendo todas las precauciones que solicita el tener un coche entre manos y llevar vidas dentro de él, se ha quedado tirada en mitad de la carretera, bajo la lluvia. Además, se quedará sin medio de transporte porque no llega el trasporte público donde viven.

 

Para lo que podía haber pasado francamente no ha sido nada. Pero lo realmente horrible es que día tras día, hay personajes, personajillos y verdaderos estúpidos, que conducen como si fueran los dueños de la carretera, como si ellos sólo tuvieran coche. Es por eso que coches, motos y ciclistas sufren las consecuencias de estos tipejos que van como de perdonavidas por la vida, haciendo más mal que bien, y en algunos casos, hasta causando unas muertes que no deberían haber pasado nunca.

 

Seamos todos conscientes de una cosa: la vida es un ratito y todos formamos parte de este mundo donde un error puede destrozar más de una familia por siempre jamás.

 

MORALEJA: Confucio dijo: “El hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor”. Ojalá sirva de algo el gravar esta frase en alguna retina a fuego. ¡Sé consiente! No cometas un error mayor.

LO MEJOR DE TI



 

Lunes, 14 de marzo de 2016

 

Todos pensamos que cada día damos lo mejor de nosotros mismo. Yo también lo pienso pero hay veces que me planteo… ¿Seguro que este es ese día que estaba dando lo mejor de si?

 

Como hoy por ejemplo. Al entrar en uno de los baños de la empresa en el que no había entrado hasta ahora (es que hay varios pues somos muchas), un cubículo más estrecho y escaso como donde trabajo cada día, he encontrado algo realmente sorprenderte: un gran armario empotrado (más grande incluso que mi cubículo que me ha dado ganas de meterme dentro de él con mi mesa, mi ordenador, mi papelera, mi cajonera, mis estanterías de plástico azul, mis papeles, mi bote de bolígrafos para sentirme ampliamente cómoda). Mas lejos de empezar a mover muebles de oficina de acá para allá, la frase de dar lo mejor de mí, se me ha colado dentro de la cabeza. ¿Qué estaría esperando el hombre que se le ocurrió hacer un armario empotrado más que el baño dentro de uno de ellos? Además de ser un lugar raro para poner un armario empotrado, lo mejor de todo, es el uso tan bueno que se le da: dentro… NO HAY ABSOLUTAMENTE NADA. Ni tampones en plan de urgencia, ni compresas para lo mismo, ni papel higiénico, ni siquiera un bote de lejía por casualidad. ¡¡¡NADA!!! Todo un espacio enorme, dentro de un espacio minúsculo, que no se aprovecha para nada. Ni de almacén, ni de oficina, ni de cuarto auxiliar, ni siquiera para hacer entrevistas. ¡Nada! Dentro no hay más que un armario vació.

 

Pero luego, la segunda visita al baño, ha sido aun peor. ¿Y si a alguien le daba por meterse dentro para darte un susto? No es uno de los mejores momentos para gastar una broma, y menos cuando una mujer está en esos días del mes en los que más que hablar grita, más que ser un remanso de paz muerde, más que reírse por la broma, es capaz de meter a su compañera dentro y tapiar ese agujero en la pared en menos de dos minutos por siempre jamás. ¡Nadie lo sabría! Día tras día, sin que nadie recordara ese agujero en la pared de un hombre, que en un momento de inspiración máxima, colocó en un mini baño de oficina, sólo para que una mujer con la regla, se vengara de la becaria que se metió dentro del mismo en el peor momento para darte un susto.

 

Y es lo que tenemos las mujeres: honestas, dulces, tiernas, femeninas,… Pero en los momentos menstruales… ¡¡¡ANIMALES CON GANAS DE SANGRE (lo siento Victoria,… alguien tenía que pagar los platos rotos)!!!

 

MORALEJA: Charles Dickens dijo: “Hay hombres que parecen tener sólo una idea y es una lástima que sea equivocada”.

 


 

domingo, 13 de marzo de 2016

APRENDER A LLEVAR TACONES


 

Sábado, 12 de marzo de 2016

 

Desde que somos niñas queremos ponernos los zapatos de tacón de mama. Nos calzamos en nuestros pequeños pies unos tacones que arrastramos, que nos hacen sentir altas a cada paso y aunque con poca maestría, nos hace sentirnos mayores durante un instante.

 

Supongo que esa coquetería empieza a esa tierna edad de dos o tres años (en otras mucho más tarde). En mi caso, no fui consciente del poder de unos zapatos de tacón hasta cumplir los treinta. Bueno, el mundo de los tacones tampoco me lo puso tampoco fácil pues al calzar un 42 de pie y el hecho de ser más alta que las mujeres normales que conocía (que llegaban como mucho al metro sesenta y cinco y a las que sacaba doce centímetros desde los catorce años), hizo que ese tipo de calzado estuviera lejos de mi alcance siempre.

 

Es más, al ser una mujer a la que le gustaba el deporte, que jugaba a baloncesto y voleyball, entrenaba, hacía gimnasia para aumentar la elasticidad, ejercicios para saltar mejor el potro, para poder mejorar los ejercicios de suelo, durante toda la semana, mi forma de vestir era siempre con ropa de deporte o entrenamiento donde la zapatilla de deporte era mi gran aliada.

 

Con el tiempo fui la única que quedó de las “veteranas” por así decirlo (tener 16 y ser llamada veterana, me causaba alguna risa que otra). Y es que a medida que las chicas se hacía mujeres, yo seguí siendo una jugadora, una pieza que no evolucionaba en un mundo donde la feminidad se regía por unas tablas muy bien estructuradas: cuanto más alto el tacón, más femenina era la mujer y por lo tanto, a los ojos de los chicos/hombres, más bella.

 

Tengo que reconocer que cuando comprobé el poder de unos tacones, al vestirlo, parecía más un hombre disfrazado en carnaval de mujer que una mujer por sí misma. Aquella torpeza al caminar, aquel no saber si aquello aguantaría mi andar, me hacía caminar insegura, muy, muy, muy insegura. ¡No es buena la inseguridad cuando una lleva zapatos de tacón! Hace que aquella fémina pierda todo su encanto y se convierta más en una mal imitación de una hembra hecha y derecha.

 

Aunque con el tiempo fui ganando seguridad y los diseñadores empezaron a confiar en mi talla para elaborar zapatos de tal medida, aprendí que no es lo mismo aprender a los doce o los trece años a llevar tacones que a los treinta. Todas ellas ya han asimilado ese arte del bamboleo, del contoneo diestro de las caderas al son de un caminar que parece más un arte de seducción en sí misma. Ellas ya llevan más de quince años aprendiéndolo y yo, pese a ser una alumna más que aplicada, necesito invertir mucho tiempo para poder alcanzar ese grado de sabiduría femenina que aporta es estar sobre unos tacones de doce centímetros seduciendo y sin caerse a la vez.

 

¡No voy a rendirme! Eso jamás. Pero soy sensata: ¡¡¡ME FALTA MUCHO POR APRENDER!!!

 

MORALEJA: William Shakespeare, (1564-1616) escritor británico, dijo: “La mujer es un manjar digno de dioses, cuando no lo cocina el diablo”.

sábado, 12 de marzo de 2016

EL RETO DE VENCER AL HORROR MÁXIMO


 

Viernes, 11 de marzo de 2016

 

Era jueves por la mañana. Diez explosiones con mochilas programadas con alto contenido explosivo.

 

Se trata del mayor atentado cometido en Europa detrás del atentado de Lockerbie ocurrido en 1988, con 10 explosiones casi simultáneas en cuatro trenes en hora punta de la mañana (entre las 07:36 y las 07:40). Más tarde, y tras un intento de desactivación, la policía detonaría de forma controlada dos artefactos que no habían estallado. Tras ello desactivaron un tercero que permitiría, gracias a su contenido, iniciar las primeras pesquisas que conducirían a la identificación de los autores. Fallecieron 193 personas, y 1858 resultaron heridas.

 

Hoy hace doce años de esa tragedia. En un periódico en su edición digital he podido ver un video en la que familiares de los fallecidos, supervivientes, personas encargadas del control de policía, asistencia sanitaria y coordinación, entre otros, decían que habían aprendido de ese fatídico día.

 

Una decía que había aprendido a vivir con la ausencia presente de los fallecidos. Otra decía que había aprendido que había víctimas de primera y de segunda. Otra había aprendido que tras lo sucedido, no tenía miedo. Otra que después de lo acontecido, aprendió a diferenciar a aquellas personas que verdaderamente importan y que tenían cabida en su vida. Otro dijo que aprendió que la logística no estuvo a la altura de las circunstancias. Otro aprendió que existían serios fallos en inteligencia y coordinación. Otros aprendieron que las víctimas no existen sólo un día al año, aquel en que desaparecieron. Otros aprendieron que la realidad es vulnerable. Otros aprendieron que la mejor medicina, la mejor terapia era la del recuerdo. Otros aprendieron que debemos valorar y cuidar más a nuestras víctimas del terrorismo. Otros aprendieron que la solidaridad es la flor, el cariño y la ternura de todos los pueblos. Otros por fin aprendieron que el motivo, la decisión de atacar España fue la venganza.

 

Sin embargo… ¿Qué aprendí YO de ese momento? Aprendí que no me hacen falta fronteras para sentirme de ningún lugar en concreto. Cuando el dolor es tan grande, yo, muchos, todos fuimos madrileños y estábamos con el dolor de los afectados pues era nuestro dolor. Aprendí que no van a doblegarme con falsedades institucionales o nivel de país o de estado simplemente para ganar un puesto de poder en unas nuevas elecciones. Aprendí que contra la libertad de expresión… ¡¡¡NO HABRÁ NUNCA NADA QUE ME HAGA CALLAR!!! Ni las ataduras, ni las mordazas, ni la falsedad de los que se creen en el derecho de aleccionarnos siendo los más ruines de un país, lo conseguirán. Aquellos que abocaron de cabeza al pozo de la crisis a un estado autosuficientes en el pasado a base dobles cargos, dobles contabilidades (o triples), dobles sobresueldos, no consiguieron que nos calláramos entonces ni lo conseguirán ahora.

 

No siempre fueron correctos con aquellos que nos hicieron aprender el valor del la vida un 11 de marzo de 2004. En su memoria, por la fuerza que sus vidas truncadas nos dan desde el más allá, seamos capaces de seguir pensando por nosotros mismos, aprendiendo por nosotros mismo y lo más importante, sigamos gritando fuerte y claro: ¡¡¡ESTO NUNCA DEBIÓ OCURRIR!!! Nunca tuvimos que ir y lo saben. Nunca nos harán aceptar sus debilidades en contra de nuestro futuro.

 

MORALEJA: Si hay algo que aprendiste ese día, si algo te hizo estremecer en los aniversarios posteriores por la falta de implicación, si algo que se hizo o que no se hizo, te ha hecho aprender algo, dilo,… ¡¡¡ALZA LA VOZ!!! Nunca pedí colaboración y lo sabéis. Si verdaderamente nuestras víctimas te hicieron aprender algo,… ¡¡¡DILO!!! Esa es la mejor moraleja en un día como hoy.

jueves, 10 de marzo de 2016

MI CORPIÑO NEGRO (relato)



 

Miércoles, 9 de marzo de 2016

 

Habían pasado varios meses, casi más de un año ya, de mi primera iniciación lésbica. Ahora entendía a las personas que decían que no les cautivaba si era hombre o mujer, sino que ellos se sentían atraídos por las personas. ¡Cuanta razón tenían! Yo, una mujer de 35 años, normal hasta la fecha, de etiqueta heterosexual, había descubierto en una parada de un mercadillo, lo que era sentirse atraída por una mujer, una persona que me proporcionó una experiencia jamás imaginada hasta la fecha.

 

Como ya he dicho, el tiempo había pasado. Llevaba un año muy malo en lo que a relaciones sexuales se refería. A parte de un par de noches locas tras malos meses de trabajo que acababa saliendo con los de la oficina y, tras unas copas de más, acababa en la cama con un desconocido de una noche. No me dejaban satisfecha del todo. Mitigaban mi sed, eso no puedo negarlo, pero poco más. Como el que acaba comiendo cualquier cosa pues el mareo ya empieza a ser molesto, pero no porque deseara comerse aquello primero que encontraba sólo por no desfallecer.

 

Era primeros de marzo cuando había quedado con mi amiga Marta para comer. Era viernes y, como hacíamos jornada intensiva, quedamos a las tres y media de la tarde. Yo que esperaba una comida de chicas, charlas, risas (bueno, y otras cosas que no comentaré por ser sólo cosas de mujeres). Pero ella se presentó con un acompañante masculino. Cuando la vi acompañada a cierta distancia, verdaderamente quise buscarme una excusa para largarme de allí corriendo. Estaba claro que no estaba en disposición de hacer de aguanta velas, pues Marta sólo se traía a los hombres que le gustaban a nuestras comidas para romper el hielo con ellos con la excusa de ser tres y yo siempre, como una buena amiga, al final me iba en el momento adecuado para dejarlos solos. ¡Me daba mucha rabia que hiciera esos juegos y encima sin avisarme!

 

Ya estaba buscando la excusa en mi mente, cuando sonó el teléfono de ella. No se quien fue pero ella ponía mala cara y tras colgar de malas maneras, aceleró el paso para llegar a mi altura.

 

-         ¡Hola Paula! Perdona por la espera – llegaban con 15 minutos de retraso.

-         Tranquila, es viernes y tenemos todo el tiempo del mundo – le dije con cariño aunque estaba molesta por lo de aquel hombre.

-         Quizás tú sí pero yo no – me decía con la voz cada vez más susurrante y apartándome de su acompañante - Acaba de llamarme mi jefe y tengo que volver a la oficina. ¿No te importa hacerle compañía a Pablo en mi ausencia?

-         Marta, sin animo de ofender a Pablo, no nos conocemos de nada y quizás él desee irse a su casa. ¿No ves que para mí es un desconocido al igual que yo para él? ¡No me metas en camisa de once varas! – le respondí yo un tanto molesta pero soto voce.

-         ¡Vamos niña! No me hagas suplicarte. ¡Me gusta mucho! No tardaré más de una hora y media. ¿Qué te cuesta? – me contestó ella con voz de niña tontita a media voz.

-         Hora y media. Si no has venido en ese franja de tiempo, me largo y punto. ¿Estamos? – dije un tanto molesta.

-         ¡Ok guapi! Te debo un favor muy grande – declaró con una sonrisa en la cara.

-         Si sólo fuera uno…  - alegué mientras ella se alejaba pidiendo disculpas también a Pablo y diciéndole que no tardaba más de una hora y media y que la esperara.

 

Pablo no era de nuestra edad. Se notaba que era algo mayor y no por las pocas canas que se dibujaban en su pelo castaño oscuro, sino más bien por ese porte que no se como, adquieren los hombres de oficina a partir de los cuarenta y cinco. Vestía de traje (cosa que detesto pues me recuerda a los comerciales de mi empresa que iban de rompebragas por la vida) de color azul y parecía que era de la colección de Emidio Tucci. Lo único que le salva de ser uno de aquellos que tanto odiaba, era que no había apostado por un traje de aquellos de corte Slim que parecían que iban los hombres embutidos en ellos. También la elección de corbata y camisa, a mi entender, fue una gran elección. Yo no entendía mucho de ropa masculina pero sin lugar a dudas le resultaba favorecedoras ambas a la cara. No era muy alto, como mucho metro ochenta. Pero francamente, no sé por edad, por su forma de mirar, o por lo que era, entendía que Marta se hubiera prendado de él. ¡Que ojos tenía! Y su mirada fija, sin miedo, sin apartar un instante, no me era incómodo paro sí algo familiar.

 

Tras los saludos de rigor, me confesó:

 

-         No te gusta que nos hayan dejado a solas.

-         No mucho, la verdad. Pero… ¿Qué no se hace por una amiga? – respondí yo casi en tono de media mofa.

-         Puedes irte y la espero yo solo. A mí no me importa – dijo para aliviarme el mal trago.

-         No hombre no. ¿Cómo voy a dejarte sólo? A no ser que sea una petición directa, no me importa esperarla aquí contigo – contesté de forma casi dulce para que no pensara que deseaba irme de allí.

 

Fuimos a uno de los restaurantes de un centro comercial cercano. No sé porque pero Pablo me parecía familiar. No paraba de mirarle intentando de recordar donde lo había visto la vez anterior. Mientras comíamos repasé mentalmente todos los lugares que posiblemente pudiera haberle visto con anterioridad, pero nada. ¿De qué lo conocía? ¿Dónde lo había visto?

 

Casi no hablamos desde durante toda la comida. No había pasado una hora que Marta me llamó al móvil:

 

-         Paula, lo siento. No podré llegar antes de dos horas.

-         ¡Ya te vale Marta!

-         Pásame a Pablo… ¡Porfa! – le di mi móvil a Pablo para que hablara con ella.

 

-         Tranquila, mejor quedar ya el lunes Marta en el trabajo. No, no puedo quedarme más tiempo aquí. Lo siento. ¿El fin de semana que hago? Ya estoy comprometido, lo siento. ¡Sí! Mejor otro día. ¡Tranquila! Cuídate – dijo colgando el aparato.

 

No lo veía decepcionado sino incluso aliviado por que Marta no viniera.

 

-         Siento el plantón de Marta – le confesé.

-         Yo no. Casi vine comprometido a lo de hoy. Me siento hasta aliviado de que tuviera que volver al trabajo – dijo mientras sorbía su café solo tras el postre.

 

Se hizo un silencio. Luego, el rubor visitó mis mejillas. Había clavado su mirada en mí y aquello me estaba alterando de manera familiar a la vez que desconocida. ¿Dónde me había encontrado con Pablo la última vez que nos vimos?

-         Aun no sabes donde… ¿Verdad? – me disparó con sus palabras como si me hubiera leído la mente.

-         No, aún no. Y verdaderamente se me hace raro pues yo recuerdo a todos los que me presentan.

-         Es que ese día, no nos presentaron – dijo clavando aun más profunda su mirada en la mía con una sonrisa socarrona de medio lado.

-         ¿A no? Entonces…

-         Si te hago una pregunta prometes no ponerte nerviosa – me susurró de frente.

-         ¡No me asustes! – le contesté mientras el sonreía.

 

Hubo un silencio de nuevo. Su pregunta lo rompió de forma deliciosa pero aún no lo sabía:

 

-         ¿Has estrenado ya aquel corpiño negro?

 

¡Me quedé blanca! Luego sentí que el aire no me entraba en los pulmones. ¡Era él! El hombre que había sido el tercero en discordia en mi Iniciación Lésbica (http://sonrrise.blogspot.com.es/2015/01/iniciacion-lesbica-relato.html).

 

Había entrado en shock. Para hacerme salir de él, no se le ocurrió otra cosa que acercar su boca a la mía y besarme de manera apasionada. Al sentir sus labios salí de mi ausencia cual víctima de un ahogamiento al recobrar de nuevo la capacidad de respirar. Su lengua me dio la vida que mi cuerpo necesitaba con aquel beso.

 

Cuando se separó para mirarme le confesé:

 

-         No, aún no lo estrené. No ha surgido el momento.

-         Mmmmmmmmm – dijo deliciosamente él mientras mordía su labio inferior – quiero que te lo pongas para mí.

 

Cogió mi mano para ayudarme a levantarme. Fuimos hacía mi coche pues él había venido con Marta. Le pedí que conduciera él hasta mi casa. Si lugar a dudas, aún no estaba del todo recuperada del shock acontecido.

 

Nos subimos, le guíe hasta mi casa y, tras aparcar el coche en el garaje me dijo:

 

-         Sube y ves a buscarlo. No te lo pongas aún. Deseo que lo hagas ante mí.

-         ¿Pero dónde vamos? – expresé un tanto contrariada.

-         A mi casa.

 

No dije nada. Subí, lo puse en una bolsa dentro de mi bolso, bajé lo más rápido que me fue posible y ahí estaba él esperándome con un taxi en la puerta. ¿Era consciente de la excitación que estaba causando en mí todo aquello? Por un momento me imaginé accediendo sin reservas a todos sus deseos. ¡Le deseaba! Me encantaba que tuviera las ideas tan claras, me provocaba.

 

Al cabo de tres cuartos de hora, tras una larga carretera de curvas y una subida empinada, llegamos a una casa apartada de la civilización.

 

Cuando entramos en su casa y nos quedamos a solas no pensé de nuevo en Marta:

 

-         Pablo, mi amiga…

-         ¡Calla! Ya lo sé pero… ella no me gusta – zanjó mis quebraderos de cabeza deleitándome con otro apasionado y delicioso beso. ¡Dios! Que lengua, que boca, que pasión.

 

Me condujo a un cuarto donde había un televisor Full HD de cincuenta y dos pulgadas, un gran sofá confortable para uno, un equipo de música de ultima generación, estanterías de libros llena al igual que de Dvd’s y de Cd’s. En un lateral, había como un espejo y un símil de una barra de bar. Sin lugar a dudas aquel era su “refugió” íntimo y especial incluso para alguien que vivía solo.

 

Cerró la puerta. Me condujo frente al sofá. Me quitó el bolso de mano y lo dejó sobre la barra. Cogió un mando y me dijo:

 

-         ¿Qué tipo de música te gusta? – me preguntó mientras se quitaba la chaqueta del traje y se despojaba de la corbata dejando libre algún botón a su paso.

-         Guns N’Roses me gusta – dije sin pensármelo mucho.

-         ¡Buena elección! Espero que estés a la altura de la canción que voy a poner– respondió tajante.

-         ¡Lo estaré! – le contesté desafiante.

 

Dio un rodeo sobre mí sin tocarme. Cogió un Cd. Lo puso. Se sentó en el sofá y me dijo mirándome fijamente de frente tras darle al play:

 

-         Desnúdate. Desnúdate para mí.

 

Sonaba November Rain mientras deslizaba mis manos sin mucho énfasis hacía mis tacones para quitármelos sin ninguna ceremonias.

 

-         Mírame. No dejes de mirarme – me susurro mientras alcé mi vista que se clavó en la suya.

 

Le hice caso sin rechistar. Me había poseído de tal manera que no me cuestionaba nada. Empecé a desabrochar mi blusa sin prisa sin dejar de mirarle. La música me estaba también poseyendo lentamente. Deslicé mis dedos a lo largo de todo el ristre de botones desbrochados hasta mi obligo por encima de mi piel sorteando diestramente el sujetador. Podía notar como su respiración empezaba a alterarse. Aquello acababa de empezar. Él no dejaba de mirarme fijamente. Me volteé para alcanzar la cremallera de mi falda que estaba en un lateral pero mostrándole mí parte trasera sin dejar de mirarle. Aquello le enloqueció de deseo sobretodo cuando tras desabrocharla, la falda negra de tubo cayó al suelo dejando ver mi culotte negro. Podía notar lo acelerado de su latir a través de sus suspiros. Abrí mi camisa color ciruela y dejé ver ante su mirada aquel sujetador negro a juego de escote balconet que le ponía, por así decirlo, mis pechos casi en bandeja. Una talla ciento diez bien servida que él sorbió con la mirada sin decir ni una palabra de un solo trago. Todo lo aquello me estaba excitando al ver el deseo en sus ojos. ¡Me encantaba incendiar sus ganas desde dentro! Me sentía versada en sus ansias y cual vendaval desatado, sólo deseaba acrecentar ese fuego interno que empezaba a devorarle por momentos. Me di la vuelta de nuevo, sin dejar de mirarle, para desabrocharme el sujetador. Cuando lo tuve quitado, cubrí mis pechos con uno de mis brazos. Él se levantó y alcanzó mi corpiño negro.

 

-         Hoy te lo voy a poner yo – me dijo con la voz medio entrecortada por el deseo.

 

Levanté mis brazos y desde atrás, me fue abrochando uno a uno los corchetes, mientras yo me deleitaba con su aliento en mi nuca dejando escapar mis primeros gemidos. Cuando sus dedos alcanzaron mi ombligo, tras haber rozado de forma sutil mis pechos, creí que iba a caer al suelo de pura excitación. Me dio la vuelta y cogiéndome por la cintura, me devoró de nuevo la boca más apasionadamente que antes. ¡Deseaba sentirle dentro de mí! Y de nuevo sentí como si me leyera la mente. Ladeo mi culotte un poco, desabrochó su bragueta, y me introdujo su descomunal mástil más que erecto en mi más que húmedo sexo. Se coló dentro de mí hasta el fondo, arrancándome con aquel primer contacto, un orgasmo bestial. ¡Aquello no se lo esperaba!

 

-         Si que has pasado hambre.

-         No puedes imaginar cuanta. ¡No pares!

-         Tranquila, tenemos mucho tiempo hasta el lunes. No voy a dejar que salgas de aquí en todo el fin de semana.

-         ¡Diooooooooos! – volví a alcanzar otro orgasmo con aquella confesión.

-         Mmmmmmmmmmmmmmmm… me encanta como te estremeces con tan poco. No sé que vas a hacer cuando venga el plato fuerte – me declaró de forma excitante.

-         Espero que estar a la altura – respondí mientras me acercaba a su boca mientras de pie, ante él, seguía notando el poder de su miembro hacer las delicias dentro de mí con unos movimientos lentamente pecaminosos que me hicieron derramarme una y otra y otra vez casi de inmediato. ¡¡¡DIOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOSSSSS!!! Cuanto le deseaba.

 

No corrió, se dedicó a controlar la situación de tal manera, que puedo garantizar que fue subiendo el ritmo tan y tan lentamente que casi estuvimos una hora y media ahí, yo derramándome sin control y él duro, fuerte como una roca, sin perder ni un centímetro de su tremenda erección. Cada vez me iba envistiendo más fuerte pero sin perder el dominio de sus propio anhelo. ¡Era un Dios del sexo!

 

Sacó su polla de mis adentros que estaba chorreando y me pidió que me recostara hacia delante de pie aún sobre la parte trasera del sofá. Él se fue para mi parte trasera, mojando sus dedos en mis líquidos, empezó a preparar mi ano de forma magistral. Sin prisa, sin pausa. Ahora un dedo, luego dos, luego tres. Nunca me habían profanado esta zona hasta la fecha y pese a que sentía un pequeño dolor, ya deseaba sentir su duro miembro colarse en mis adentros traseros.

 

Sentí su polla húmeda ponerse a la entrada y con un suave golpe, colarse hacia adentro como si tal cosa. ¡Fue FASCINANTE! Su envestir lento, su dominio del goce por el goce, del momento exacto de meterse hasta el fondo, de volver sobre su paso como pretendiendo salir del todo y al llegar al borde, volver a clavarla hasta el fondo arrojando hacia fuera de mí todas mi ganas reprimidas, todo aquel tiempo mal aprovechado, nos hizo alcanzar a los dos un orgasmo al unísono que seguro que fue escuchado a más de diez kilómetros a la redonda.

 

Aquello sólo había el principio, eso Pablo me lo había dejado claro. Pero sin lugar a dudas jamás hubiera imaginado que un hombre tuviera ese aguante que tuvo él durante todo el largo fin de semana. Lo hicimos en todas las habitaciones, una y otra vez. Probamos todas las posturas creadas y algunas más. Nos devoramos por todo el tiempo que quisimos y mucho más. ¡No deseábamos dormir! Las ganas, como dos animales en celo, nos pudieron más que el cansancio.

 

¡Por fin había estrenado mi corpiño negro!