domingo, 20 de diciembre de 2015

LA DUREZA DE NO SER. LA DUREZA DE NO EXISTIR


Muchas personas temen a la muerte por el miedo de dejar de existir para siempre. A veces no hace falta estar muerto para no ser, para no existir. Es tan fácil como que alguien al que le tenías cierto aprecio, que formaba parte de tu pasado, te diga… “¿Y tú quién eres?”. En ese momento el agua más fría del planeta, con pedazos de hielo que congelan hasta el deseo más ardiente, se vierten sobre una. Si en ese instante hubiera un espejo frente a nosotros, sin lugar a dudas nuestro reflejo desaparecería como si de muerto viviente sin alma estuvieran ocupando nuestro propio cuerpo.

 

Sin embargo, y aunque parezca mentira, todo lo malo conlleva algo bueno, doloroso sobretodo si tienes corazón y alma, pero con el tiempo ese dolor se enfría y ya ni molesta. Es como lo que se suele llamar el callo que nace en la herida, o la costra que cubre el golpe. Algo que silencia todo lo pasado, salvo una cosa: esa cicatriz eterna que emana incluso en las lesiones más pequeñas.

 

Seria tan fácil que todos nos miráramos al espejo antes de hacer daño al prójimo, inconsciente o concientemente. Pero nos creemos incluso superiores cuando algo así se nos plantea delante nuestro. Es como un poder que emana no sabemos muy bien de donde, que nos hace crecernos, sentirnos incluso hasta superiores por unos instantes.

 

Me imagino que hay personas a las que esto nunca les ha pasado. Personas con una preponderancia fingida tan arraigada en su ADN que les sale tan directamente ese tiro a bocajarro incluso en un gesto.

 

Pero la gran mayoría sabe muy bien de lo que hablo, ese imaginar un momento de reencuentro con ese momento del pasado vivido esperando que recuerden tu nombre como mínimo. ¡Mas no! Ni nombre, ni lugar, ni siquiera aquel momento que sin lugar a dudas para ti fue único por ser el primero.

 

¡Echo de menos la lluvia! Si parece que no tenga nada que ver con lo que estoy comentado, hablando, expresando pero tiene mucho que ver. La lluvia es la esencia vital de la naturaleza que lo limpia todo. Hace muchos, demasiados días que no llueve y esto está contaminándonos más a los seres humanos. Vivir temperaturas primaverales en pleno mes de diciembre es también un desajuste para los cuerpos. Es por eso que el agua, las jarras de agua fría que te pueden proporcionar una o varias personas de tu entorno, duelen incluso más.

 

¡Echo de menos la lluvia! El olor a tierra mojada, la serenidad que hay tras una descarga más que necesaria y lo que más, caminar mientras llueve como si estuviera perdida pero notando como cada gota de agua caída del cielo fuera una bendición liberadora que descarga mi ser de todo lo malo, hasta de esos malos momentos, hasta de las costras, hasta de las cicatrices, borrándolo todo a su paso, como si jamás hubiera existido.

 

¡Echo de menos la lluvia! No podéis imaginar lo mucho que deseo que llueva.

 

MORALEJA: Edmond Goncourt, escritor francés,  dijo: “No perdáis vuestro tiempo ni en llorar el pasado ni en llorar el porvenir. Vivid vuestras horas, vuestros minutos. Las alegrías son como flores que la lluvia mancha y el viento deshoja”.

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