lunes, 5 de octubre de 2015

TRES MESES



Quizás sea tan bonito como tan triste morir de amor en pleno siglo XXI. Quien no recuerda a Romeo y Julieta, ese amor imposible que como destino final tuvo la muerte.

Sin embargo, ese sufrir es mucho más duro para los que se quedan que los que se van. Si pensamos en ellos, los que se van, se encuentran tan en paz consigo mismo que el paso final para caer en brazo de la muerte es hasta infinitamente plácido para ellos. ¡Un salto de fe! Cubierto por el manto de las esperanza de encontrar por fin al amor perdido.

Este fin de semana una gran amiga ha perdido a su madre. Hace tan sólo tres meses enterrábamos a su padre.

Hace tan sólo unos días que la habían ingresado. Hablando con ella me decía: “Me parece estar viviendo una pesadilla”. Y eso que el estado de su madre era reservado pero no grave.

Al final, la pesadilla cobró vida.

Muchos son los que dicen que la orfandad duele sobre todo cuando eres pequeño. ¡No nos engañemos! Ser huérfano de padre y madre duele igual se tenga diez que cuarenta (si uno quiere a su padres y los quiere de corazón, no ese nuevo formato moderno de amar en función de lo que uno va heredar el día de mañana).

Volver a su casa y tener que recoger su ropa, empaquetar sus cosas y ver como algún estúpido familiar se cree con derecho de reclamar algo para sí mismo, es sólo algo a lo que estamos tan acostumbrados que ni nos sorprende.

Una vez más una despedida y da igual pensar que fue temprana o tardía. Una despedida es algo muy duro. Ellos se marchan, libres, fuertes, llenos de ese gran amor cosechado en vida. Sin embargo, los que nos quedamos, los recuerdos, las lágrimas, los instantes que habrá que soportar a solas sin ellos.

Son muchos los besos que les dimos, y los abrazos, y los te quiero. También se quedaron TANTOS Y TANTOS por decir. Siempre deseando poder tenerlos un poco más, poder estar con ellos un poco más, anhelar que jamás se fueran.

El adiós y la pena van siempre de la mano. El adiós se olvida pero la pena es tan eterna que incluso en un lecho muy lejano, quizás con su edad en el futuro, el último instante sea para ellos de nuevo, con las manos tendidas diciendo: “Padres, ya os veo”.

MORALEJA: El gran Camilo José Cela, (1916-2002) escritor español, dijo: “La muerte llama, uno a uno, a todos los hombres y a las mujeres todas, sin olvidarse de uno solo -¡Dios, qué fatal memoria!-, y los que por ahora vamos librando, saltando de bache en bache como mariposas o gacelas, jamás llegamos a creer que fuera con nosotros, algún día, su cruel designio”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario