miércoles, 14 de octubre de 2015

TARDE LLUVIOSA DE DOMINGO (relato)



No se respiraban ganas algunas en el ambiente. No por su parte, aquella tarde lluviosa, con aquel golpeteo de lluvia en los cristales, era más que suficiente. Pero para mí no. En mi interior ardía el fuego del deseo. Me quemaba el cuerpo entero y no iba a satisfacerme a mi misma. Si tenía que convencerle, lo haría y me daba igual lo que necesitara para conseguir mi propósito.

Le dije de ir a dormir la siesta juntos. Me desnudé y cogí la tablet. Me tumbé en la cama y le esperé. El verme desnuda no le alteró nada. Pero le extrañó verme con la tablet en la mano intentando colocar un altavoz de más potencia.

Él se desnudó frente a mí sin ninguna ceremonia. Mientras yo con la tablet, iba buscando una forma para que él entrara en mi juego y lo conseguí: busqué paginas con porno amateur para disfrutar en pareja.

Cuando se puso a mi lado y me vio curioseando los videos antes de darle a uno en concreto, su deseo empezó a desatarse sin saber para nada que había en mi mente aun par gozar juntos de aquella tarde lluviosa.

Le día al primer video. Uno de un hombre y una mujer que entre juegos de sirvienta y amo, acaban haciéndolo a cuatro patas en el suelo. Los gemidos resonaban por la habitación con aquel altavoz auxiliar colocado para la ocasión. Sus ganas se fueron inflamando más y más, sobretodo cuando observó que yo apretaba muy fuerte mis piernas, una contra otra, pues mi sexo ya hervía entre flujos licuosamente ansioso de sentirse poseído por su miembro que ya estaba deliciosamente erecto esperando una señal fortuita para lanzarse de cabeza al abismo sin fin del goce.

El video acabo y le hice sufrir un poco más. Puse uno de un trío entre dos mujeres y un hombre. Dos amigas jugaban a probarse la lencería que se habían comprado. Mientras se tocaban para ver la firmeza de cómo quedaban los pechos de una y de otra, con aquellas prendas de colores vivaces y sensuales, entró un amigo de ambas. Empezaron a bromear con él, a ponerle por encima de la cabeza, algunas de las prendas que aun no se habían probado. Entre risas y juegos, las dos féminas empezaron a devorarse las bocas, mientras él se quedaba boquiabierto pasando a ser un juguete sexual a la espera de ser utilizado primero por una, luego por la otra, y más tarde por las dos a la vez.

A mi pareja aquellos gemidos de goce, el hecho de que yo le hiciera esperar tan sólo en tocarme aunque fuera de forma sutil, ni siquiera con un roce, le gustó tanto que su sexo aumentó más y más. Lubricado en su punta de puro deseo, esperaba con ansia el momento de protagonizar él mismo su propio encuentro a dos conmigo.

Un tercero dejé que empezara, de una pequeña orgía de cinco (dos mujeres y tres hombres). Me abrí ante él como dándole permiso a que hiciera conmigo lo que deseara. De fondo, el principio de los gemidos de los cinco amantes empezaba a lubricar de nuevo nuestra estancia tornándolo todo mucho más placentero, mucho más morboso, mucho más deseoso.

Besó mi cuello de forma impetuosa. Sus manos apresaron mis pechos fuertemente sin hacerme daño alguno, sí proporcionándome un placer más que sublime que me recorrió por entero mi cuerpo con un delicioso escalofrío. Su boca fue bajando por mi vientre. La punta de esta, se cobijo en mi ombligo turbándome hasta un punto jamás imaginado. Siguió bajando, hasta estrellarse con mi sexo bañado en esa esencia maravillosa provocado por unas ganas inmensas de él, de su cuerpo, de su verga palpitantemente dura.

Levantó su cara tras un beso en la punta de mi rasurado monte de Venus. Se acercó, me robó un beso y mientras disfrutaba de su deliciosas lengua jugueteando con la mía, a traición clavó su pene en mí. ¡No dolió! Fue la puñalada más deliciosa que un hombre puede asestar a traición. Sus cuchilladas sobre esta, incrementando la fuerza de su envestida, las que provocaron que mis orgasmos fueran llegando uno, tras otro, tras otro, tras otro, tras otro, sin perder las ganas de desear, de seguir suplicar que no parara jamás.

Aguantó de forma magistral incrementando poco a poco la fortaleza de sus empujes, las ganas, el deseo. Al final se vertió dentro de mí, casi a la par que yo conseguía mi decimoquinto orgasmo solapándose mis gemidos a los suyos.

Lejos de quedarse flojo de todo, seguimos visionando videos esperando su recuperación para otro momento sublime entre ambos. Mientras, alcanzó un pequeño juguete sexual, un pene de bolso que me había regalado aquel mismo viernes y que aún no habíamos utilizado. Cogió un lubricante de sabor, y con mi cuerpo recostado sobre la cama bocabajo, empezó a adentrar sus dedos en mí en mi ano. Primero con un dedo. Poco a poco se fue colando otro, y otro. De golpe los sacó todos y dejó que aquel pene suplente, fuera introducido con su vibración al máximo para satisfacer mi parte trasera. Yo aullaba de forma gozosa, sintiéndome una hembra de cualquier animal que encontrará en esa postura incluso, el deleite de una hembra en celo, deseando que su macho se colocara encima para servirle para saciar su deseo.

Me cogió de la cintura, dejando a cuatro patas para poder penetrarme de nuevo. Con sus nuevas envestidas, tan impetuosas como las primeras, con dos vergas metidas en mí, sentí que mi ilusión de la doble penetración tanto años deseada, por fin se hacía realidad. Empujaba y empujaba como tratando de meterse todo él por mi sexo caliente, húmedo, ansioso de más. Un orgasmo bestial recorrió mi cuerpo como si la fuerza de la descarga de un rayo me hubiera atravesado por entero. No me había recuperado del tremendo orgasmo cuando al sentirle derramarse en mí de nuevo, otro rayo me atravesó otro vez con otro derrame por mi parte aún más bestial que el anterior.

Caímos en la cama rendidos los dos. Y es que lo mejor no es como uno llega a la cama, sino que sepa como utilizar sus ganas de disfrutar incluso cuando las ganas parecían no existir.

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