lunes, 10 de agosto de 2015

LA VIDA ES MUY CORTA




Nunca está preparado nadie para una despedida tardía y menos aún para una temprana que llegó antes de tiempo. Nunca es un buen momento para despedirse de un hermano, de un amigo, de un compañero, de un familiar,… Pero en el periodo vacacional, quizás sea más duro incluso. Mientras todas las cadenas nos comentan los motivos de distraerse y nos piden que volvamos, que seamos cautos al volante, que no nos juguemos la vida por cambiar de emisora, por responder el teléfono, por no saber controlarnos mientras alguien discute en el coche, saber que alguien cercano se fue a dormir y ya no se despertó, es como un choque frontal en vida contra el cual no hay salida alguna.

Y es que realmente no sabemos nada de la vida y sólo cuando alguien cercano nos muestra el valor de la misma al irse prematuramente, es cuando, tras la pena, el llanto y la despedida, cuando nos decimos a nosotros mismos: no voy a malgastar mis momentos. ¡La vida es muy corta!

Pero tiene que morir alguien para darnos cuenta de lo errados que estamos en nuestro vivir diario. Por nosotros mismos no somos capaces de darnos cuenta de que aquello que ayer parecía tan horrible, no era quizás para tanto. No estamos preparados de ver que aquella reunión tan importante que parecía de vida o muerte, quizás podía haber esperado un poco más sin que nada contra natura pasara. Que si queremos podemos hacer todo lo que deseemos sin hacer daño al prójimo. Que deberíamos ser capaces de ver que por mucho correr, caminando, empujando a los niños al salir de colegio, pitando con el coche y acelerando sin motivo aparente cuando el semáforo se pone en verde como si de una competición se tratara, no nos va a hacer mejores. Quizás incluso, por ese vivir al límite de nuestras fuerzas, nos vayamos incluso antes de tiempo pese a correr y correr y correr como hemos hecho toda nuestra vida. La meta no es la prosperidad, no en este caso. El final del día a día debería de traer consigo una felicidad extra añadida. Si no,… ¿A qué perder un instante jugándonos nuestro propio bienestar?

Tras el punto y final que se pone cuando una vida se acaba, no hay nada. Ni risas, ni llantos, ni discusiones, ni te quieros, ni abrazos, ni nos veremos mañana. Tras el fin de una vida hay una pausa larga que no sabemos cómo encajar del todo. Tras una muerte de alguien amado, todo es diferente. ¡Falta alguien! Por mucho o poco que convivieras con esa persona. Y es esa ausencia ya perpetua la que nos toca soportar a aquellos que seguimos este deambular humano.

¡La vida es corta! Muy corta. No dejemos de vivirla en vano.

MORALEJA: Ricardo Arjona dijo: “No se acaba el amor (y da igual que tipo de amor sea) sólo con decir adiós, hay que tener presente que el estar ausente no anula el recuerdo, ni compra el olvido, ni nos borra del mapa”. Descansad en paz todos los que hayas perecido antes de tiempo. Sin lugar a duda, el vacío por vuestra ausencia temprana, es quizás más dura para los que dejáis atrás pues sin lugar a dudas tenías toda la vida por delante.

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