domingo, 23 de agosto de 2015

LINA MORGAN: LA VIDA OCULTA TRAS UNA SONRISA

Lina Morgan falleció el pasado 20 de agosto. Tras una dura enfermedad que la tuvo apartada durante los últimos años, la cómica de carita de porcelana que encarnaba la sencilla y humilde Tonta del Bote se despedía de todos los que la queríamos por ser como era: única.

Y es que en cierta manera, cuando yo veía esa película de la actriz, veía a la verdadera María de los Ángeles López Segovia (el verdadero nombre de Lina): una niña nacida en mitad de la Guerra Civil Española, un veinte de marzo del año 1937. Fue la cuarta de cinco hermanos. Sus origines humildes (su padre oficial de sastrería, su madre ama de casa), su barrio de La Latina, de ese Madrid de antaño, todo aquello se plasmaba en una película que en cierta manera, fue un guiño a sus origines más modestos.

De niña actriz pues con trece años ya hizo su primera gira a nivel estatal en la compañía Los chavalillos de España, a mentir para trabajar en el teatro falsificando su fecha de nacimiento. De bailarina de reparto a vedette. De vedette a actriz cómica siendo su primera película Soltera y madre en la vida en el años 1969. De actriz cómica a empresaria pero nunca dejando de ser el resto.

¿Su gran pasión? El teatro. Y fue ese gran amor a los escenarios el que la hizo abandonar su carrera como actriz cómica y volver, haciéndose cargo junto a su hermano del teatro La Latina que pasaba por una mala racha económica en el año setenta y ocho.

En el ochenta y tres consigue realizar uno de sus sueños más deseados: hacerse con el teatro que hasta entonces sólo había podido arrendar por 127 millones de pesetas.

Tras la revista, la comedia musical en la década de los noventa. Tras ser grabada su última obra por las cámaras de TVE y retransmitida por televisión, Celesteno es un color alcanzó la friolera de nueve millones y medio de espectadores en diciembre del noventa y tres.

En el año noventa y seis muere su mano derecha, su apoyo vital, su hermano José Luís de sida a los 54 años de edad, sólo dos más que la actriz (en aquella época).

La actriz, tras enterarse de su fallecimiento y sacando fuerzas de donde no las había, declara lo siguiente sobre él: “José Luís era todo en su vida. Nadie se imagina lo que llegué a querer a mi hermano. Era mi hijo, mi padre, casi mi novio. Se lo llevó una cirrosis que al final fue un tumor. Una hepatitis mal curada... Me lo tenían que haber dejado con vida unos años más... Era guapo por fuera y sobre todo, guapo por dentro. Era mi todo. Me ha costado muchísimo volver a entrar en el despacho que él ocupaba en La Latina".

Lina también confesó lo siguiente en referente a la pérdida de su hermano en el primer aniversario de su muerte: "Se ha ido demasiado pronto, y se ha ido mal, sufriendo, deteriorado. Es difícil aprender a convivir con eso. Llegué a odiar al mundo entero, me odiaba a mí misma por seguir viva. Un rencor espantoso... Él era la mano en la espalda para que yo no me tropezara. Era mi todo. He pasado un año pensando: '¿Por qué a mí? ¿Por qué yo?'. Hasta que una mañana me levanté y dije: '¿Por qué a mí no?'. Y ahora malvivo. Quizá un poco más serenamente. Porque me sentí tan mal, con tanto rencor, que fui a ver a un sacerdote. Soy católica a mi manera, mis padres me enseñaron eso. Ya sabes, hoy creo, mañana no. Pero necesitaba agarrarme a algo para no creer que esta vida es un sin sentido. ¿Cómo lo supero? Viviendo el presente".

La razón de esta cercanía entre Lina y José Luís y este inmenso cariño comienza ya en su infancia de niños pobres en la calle San Pedro en Madrid, donde su padre ejercía de sastre de barrio y Julia, su madre, sacaba adelante a sus cinco hijos como podía. María de los Ángeles (Lina) tuvo que dejar la escuela a los diez años, para ayudar a pegar botones en la sastrería. Sin embargo sus padres comprendieron que la niña tenía auténtica pasión por el baile y le pagaron clases en una academia.

Su hermano José Luís, que jamás olvidó aquellos días recogía cartones y botellas junto a su hermana para ayudar en la economía familiar, ya de mayor, siendo su mano derecha, le regalaba la mejor joya de Madrid cada vez que Lina estrenaba un éxito.

De la actriz se han dicho muchas cosas: humor cambiante, dura, fuerte, volátil, caritativa, celosa de su vida personal, temerosa de la verdad,… Mas siempre con las ideas muy claras que las llevaba hasta las últimas consecuencias sin importar lo que pensaran los demás.

Es por este carácter, por estas ideas firmes que la actriz ordenó que ninguno de sus familiares (sobrinos) asistieran a su capilla ardiente ni a su entierro. Al igual que todo lo que envolvió a su vida, su incineración ha sido en la más estricta intimidad causando incluso el enfado de amigos muy allegados a la actriz como Raúl Sender al que no se le ha permitido acceder a la incineración de la artista.

Con la prensa siempre cordial pero manteniendo las distancias. Si le hablaban o preguntaban por su hermano o la enfermedad de este, su cara más severa es la que veía la luz y tras ella, el silencio.

Se intentó hacer un recogido junto a la actriz titulado el Monólogo de Lina Morgan donde ella contaría toda su vida. Pero tras muchas reuniones, este proyecto no vio jamás la luz ya, según palabras de los que estaban implicados en ese proyecto, a la actriz le daba miedo hablar sobre todo lo que había vivido, temor a que se supiera toda la verdad sobre su vida.

Las sonrisa que ocultaban el dolor, hasta tal punto que se creía que cada vez que la actriz se entregaba al máximo en hacer carcajear al público hasta la extenuación era por una pena tan honda que no podía a veces ni soportar.

En estos días de despedida y último adiós, sólo sus fans han tenido vía libre a ese teatro La Latina donde su cuerpo se colocó en el centro del escenario, arropado el ataúd con una bandera de España, de la Comunidad de Madrid y con infinitas coronas de flores tanto en el escenario como en el que fue su palco como frente a este (la más vistosa una de rosas blancas y amarillas sin cinta de las personas de la casa y de Daniel Pontes, su hombre de confianza los últimos años que sabían de la importancia del amarillo para la artista que siempre llevaba ropa interior de ese color cada vez que estrenaba una revista en La Latina).

Ahora, sólo queda un silencio duro, incomodo, inaceptable, incomprensible, doloroso para todos aquellos que no buscábamos formar parte del testamento de Lina. Para los otros muchos que sí anhelaban estar entre los “afortunados” tras la muerte de una de las más grandes actrices del país, recordarles las palabras del Padre Ángel, que junto a Daniel Pontes y el actual empresario de La Latina, Jesús Cimarro que han hecho posible la despedida de la actriz como ella había deseado, siempre al lado del féretro dijo lo siguiente: "Yo con Lina nunca hablaba de pesetas. Ella fue una mujer muy buena y que colaboró mucho con nosotros. Siempre estaba cuando se la necesitaba. Pero yo no sé nada de herencias. Yo me considero heredero universal de su cariño y eso es lo más importante".

MORALEJA: Como punto y final, unas palabras de la propia actriz hace años, en una entrevista de Marisol Guisasola a La Revista de El Mundo. Le preguntaron si había tenido un gran amor. Y Lina respondió: "Sí, pero eso fue después (se refería a cuando su vida empezó a ser más desahogada y empezó a triunfar). Porque sé lo que es querer y que te quieran. No te digo el nombre porque podría hacer daño a terceros. Además, no era famoso. Sus hijos dirían, 'mira tú ahora ésta, contando intimidades'. No tengo derecho".

¡Descansa en paz Lina! Tu sonrisa llena de esa tristeza oculta de la que pocos eran conocedores, siempre vivirá entre nosotros junto a tu dulce y tierno recuerdo.

sábado, 22 de agosto de 2015

LAS TRES DE LA MAÑANA Y TODO SERENO





Ahora son las tres de la mañana. No tengo sueño. La tele no me llama la atención. Acabé el segundo libro de esta semana hace apenas diez minutos (empezaré otro mañana. ¡Me apasiona leer!).

El sueño no me viene y decido salir a la terraza de mi piso. Fuera la brisa de la noche es escasa, casi inexistente. Miro a izquierda y derecha desde una considerable altura. Nadie ha aparcado en los alrededores. Paro la oreja a ver si escucho algo en la inmensidad de la noche. ¡No oigo nada! Ni siquiera el crick-crick de los grillos, ni el sonido del coche que pasa, ni el llanto de un niño. Es una sensación a fin del mundo algo extraña. Eso sí… con una paz increíble en el ambiente.

Los semáforos cambian aun a su antojo. Rojo, verde y ámbar. Sin lugar a dudas, si esto fuera el fin la intermitencia vial haría mucho que se hubiera apagado.

La noche no es muy oscura, pero no hay luna. Sin embargo, en esta abandonada ciudad como tantas otras por estas fechas, las estrellas brillan más que otras veces. Parece que supieran que es aquí donde más las mirarán estos días en que todos se escapan, aunque solo sea unas horas, a disfrutar de un tiempo de libertad.

A mí me quedan pocos días ya para dejar de mirar el reloj. Los deshojo de mi calendario esperando llegar por fin al final.

Sin embargo, en estos momentos que el silencio es tan dulce, que el olor es hasta agradable, en que no hay vecinos, ni acelerones, ni nada que enturbie este bello momento, no desearía estar en otra parte. Me da igual el frescor tan agradable de la montaña, o la brisa del mar infinito, o el pueblo encalado, o la paz del que se aleja de la rutina. Ahora, en este mismo instante, siento una paz tan dulce, que no desearía estar en otro lugar.

Son las tres y cuarto. Deseo dejarme llevar por la noche y tumbarme, aunque alguien me viera en esta tesitura, todo lo larga que soy en mi terraza. Dejaré el ordenador y me dicaré sólo a inspirar y expirar, a contagiarme de esta solitaria noche en la ciudad.

Mañana, cuando suene el despertador, quizás los primeros rayos del sol me encuentren en pijama en el lugar más insólito de la casa para dormir. Sin embargo, si ellos me guardan el secreto, nadie más sabrá de mi locura de esta noche.

Si la vida son momentos, instantes como este de plenitud absoluta, que el sol no me despierte mañana, el ruido de los coches, ni la gente, ni nada. Deseo permanecer soñando despierta con las tres largas de la mañana, con este fin de mundo fingido, con la paz, con las estrellas, con esta oscuridad suprema que me hace sentir tan dulcemente pequeña.

¡Dulces sueños viajeros de la noche! Yo sigo un rato más con mi madrugada ausente.

MORALEJA: By me: “Cuando no puedes ver nada, cuando todo nade entre la oscuridad y las sobras, cuando nada de que te rodea tiene una forma definida, incluso cuando es imposible distinguir incluso un amigo de un asesino, incluso entonces, tu instinto de dará esa lucidez inconsciente para guiarte hasta donde desees llegar”.

lunes, 10 de agosto de 2015

LA VIDA ES MUY CORTA




Nunca está preparado nadie para una despedida tardía y menos aún para una temprana que llegó antes de tiempo. Nunca es un buen momento para despedirse de un hermano, de un amigo, de un compañero, de un familiar,… Pero en el periodo vacacional, quizás sea más duro incluso. Mientras todas las cadenas nos comentan los motivos de distraerse y nos piden que volvamos, que seamos cautos al volante, que no nos juguemos la vida por cambiar de emisora, por responder el teléfono, por no saber controlarnos mientras alguien discute en el coche, saber que alguien cercano se fue a dormir y ya no se despertó, es como un choque frontal en vida contra el cual no hay salida alguna.

Y es que realmente no sabemos nada de la vida y sólo cuando alguien cercano nos muestra el valor de la misma al irse prematuramente, es cuando, tras la pena, el llanto y la despedida, cuando nos decimos a nosotros mismos: no voy a malgastar mis momentos. ¡La vida es muy corta!

Pero tiene que morir alguien para darnos cuenta de lo errados que estamos en nuestro vivir diario. Por nosotros mismos no somos capaces de darnos cuenta de que aquello que ayer parecía tan horrible, no era quizás para tanto. No estamos preparados de ver que aquella reunión tan importante que parecía de vida o muerte, quizás podía haber esperado un poco más sin que nada contra natura pasara. Que si queremos podemos hacer todo lo que deseemos sin hacer daño al prójimo. Que deberíamos ser capaces de ver que por mucho correr, caminando, empujando a los niños al salir de colegio, pitando con el coche y acelerando sin motivo aparente cuando el semáforo se pone en verde como si de una competición se tratara, no nos va a hacer mejores. Quizás incluso, por ese vivir al límite de nuestras fuerzas, nos vayamos incluso antes de tiempo pese a correr y correr y correr como hemos hecho toda nuestra vida. La meta no es la prosperidad, no en este caso. El final del día a día debería de traer consigo una felicidad extra añadida. Si no,… ¿A qué perder un instante jugándonos nuestro propio bienestar?

Tras el punto y final que se pone cuando una vida se acaba, no hay nada. Ni risas, ni llantos, ni discusiones, ni te quieros, ni abrazos, ni nos veremos mañana. Tras el fin de una vida hay una pausa larga que no sabemos cómo encajar del todo. Tras una muerte de alguien amado, todo es diferente. ¡Falta alguien! Por mucho o poco que convivieras con esa persona. Y es esa ausencia ya perpetua la que nos toca soportar a aquellos que seguimos este deambular humano.

¡La vida es corta! Muy corta. No dejemos de vivirla en vano.

MORALEJA: Ricardo Arjona dijo: “No se acaba el amor (y da igual que tipo de amor sea) sólo con decir adiós, hay que tener presente que el estar ausente no anula el recuerdo, ni compra el olvido, ni nos borra del mapa”. Descansad en paz todos los que hayas perecido antes de tiempo. Sin lugar a duda, el vacío por vuestra ausencia temprana, es quizás más dura para los que dejáis atrás pues sin lugar a dudas tenías toda la vida por delante.