domingo, 23 de agosto de 2015
sábado, 22 de agosto de 2015
LAS TRES DE LA MAÑANA Y TODO SERENO
Ahora son las tres de la mañana. No tengo sueño. La tele no me llama la atención. Acabé el segundo libro de esta semana hace apenas diez minutos (empezaré otro mañana. ¡Me apasiona leer!).
El sueño no me viene y decido salir a la terraza de mi piso. Fuera la brisa de la noche es escasa, casi inexistente. Miro a izquierda y derecha desde una considerable altura. Nadie ha aparcado en los alrededores. Paro la oreja a ver si escucho algo en la inmensidad de la noche. ¡No oigo nada! Ni siquiera el crick-crick de los grillos, ni el sonido del coche que pasa, ni el llanto de un niño. Es una sensación a fin del mundo algo extraña. Eso sí… con una paz increíble en el ambiente.
Los semáforos cambian aun a su antojo. Rojo, verde y ámbar. Sin lugar a dudas, si esto fuera el fin la intermitencia vial haría mucho que se hubiera apagado.
La noche no es muy oscura, pero no hay luna. Sin embargo, en esta abandonada ciudad como tantas otras por estas fechas, las estrellas brillan más que otras veces. Parece que supieran que es aquí donde más las mirarán estos días en que todos se escapan, aunque solo sea unas horas, a disfrutar de un tiempo de libertad.
A mí me quedan pocos días ya para dejar de mirar el reloj. Los deshojo de mi calendario esperando llegar por fin al final.
Sin embargo, en estos momentos que el silencio es tan dulce, que el olor es hasta agradable, en que no hay vecinos, ni acelerones, ni nada que enturbie este bello momento, no desearía estar en otra parte. Me da igual el frescor tan agradable de la montaña, o la brisa del mar infinito, o el pueblo encalado, o la paz del que se aleja de la rutina. Ahora, en este mismo instante, siento una paz tan dulce, que no desearía estar en otro lugar.
Son las tres y cuarto. Deseo dejarme llevar por la noche y tumbarme, aunque alguien me viera en esta tesitura, todo lo larga que soy en mi terraza. Dejaré el ordenador y me dicaré sólo a inspirar y expirar, a contagiarme de esta solitaria noche en la ciudad.
Mañana, cuando suene el despertador, quizás los primeros rayos del sol me encuentren en pijama en el lugar más insólito de la casa para dormir. Sin embargo, si ellos me guardan el secreto, nadie más sabrá de mi locura de esta noche.
Si la vida son momentos, instantes como este de plenitud absoluta, que el sol no me despierte mañana, el ruido de los coches, ni la gente, ni nada. Deseo permanecer soñando despierta con las tres largas de la mañana, con este fin de mundo fingido, con la paz, con las estrellas, con esta oscuridad suprema que me hace sentir tan dulcemente pequeña.
¡Dulces sueños viajeros de la noche! Yo sigo un rato más con mi madrugada ausente.
MORALEJA: By me: “Cuando no puedes ver nada, cuando todo nade entre la oscuridad y las sobras, cuando nada de que te rodea tiene una forma definida, incluso cuando es imposible distinguir incluso un amigo de un asesino, incluso entonces, tu instinto de dará esa lucidez inconsciente para guiarte hasta donde desees llegar”.
lunes, 10 de agosto de 2015
LA VIDA ES MUY CORTA
Nunca está preparado nadie para una despedida tardía y menos aún para una temprana que llegó antes de tiempo. Nunca es un buen momento para despedirse de un hermano, de un amigo, de un compañero, de un familiar,… Pero en el periodo vacacional, quizás sea más duro incluso. Mientras todas las cadenas nos comentan los motivos de distraerse y nos piden que volvamos, que seamos cautos al volante, que no nos juguemos la vida por cambiar de emisora, por responder el teléfono, por no saber controlarnos mientras alguien discute en el coche, saber que alguien cercano se fue a dormir y ya no se despertó, es como un choque frontal en vida contra el cual no hay salida alguna.
Y es que realmente no sabemos nada de la vida y sólo cuando alguien cercano nos muestra el valor de la misma al irse prematuramente, es cuando, tras la pena, el llanto y la despedida, cuando nos decimos a nosotros mismos: no voy a malgastar mis momentos. ¡La vida es muy corta!
Pero tiene que morir alguien para darnos cuenta de lo errados que estamos en nuestro vivir diario. Por nosotros mismos no somos capaces de darnos cuenta de que aquello que ayer parecía tan horrible, no era quizás para tanto. No estamos preparados de ver que aquella reunión tan importante que parecía de vida o muerte, quizás podía haber esperado un poco más sin que nada contra natura pasara. Que si queremos podemos hacer todo lo que deseemos sin hacer daño al prójimo. Que deberíamos ser capaces de ver que por mucho correr, caminando, empujando a los niños al salir de colegio, pitando con el coche y acelerando sin motivo aparente cuando el semáforo se pone en verde como si de una competición se tratara, no nos va a hacer mejores. Quizás incluso, por ese vivir al límite de nuestras fuerzas, nos vayamos incluso antes de tiempo pese a correr y correr y correr como hemos hecho toda nuestra vida. La meta no es la prosperidad, no en este caso. El final del día a día debería de traer consigo una felicidad extra añadida. Si no,… ¿A qué perder un instante jugándonos nuestro propio bienestar?
Tras el punto y final que se pone cuando una vida se acaba, no hay nada. Ni risas, ni llantos, ni discusiones, ni te quieros, ni abrazos, ni nos veremos mañana. Tras el fin de una vida hay una pausa larga que no sabemos cómo encajar del todo. Tras una muerte de alguien amado, todo es diferente. ¡Falta alguien! Por mucho o poco que convivieras con esa persona. Y es esa ausencia ya perpetua la que nos toca soportar a aquellos que seguimos este deambular humano.
¡La vida es corta! Muy corta. No dejemos de vivirla en vano.
MORALEJA: Ricardo Arjona dijo: “No se acaba el amor (y da igual que tipo de amor sea) sólo con decir adiós, hay que tener presente que el estar ausente no anula el recuerdo, ni compra el olvido, ni nos borra del mapa”. Descansad en paz todos los que hayas perecido antes de tiempo. Sin lugar a duda, el vacío por vuestra ausencia temprana, es quizás más dura para los que dejáis atrás pues sin lugar a dudas tenías toda la vida por delante.
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