Casi dos días enteros, con
sus mañana, con su tarde, con su noche se pasó una madre “jugando” con su hijo
en los columpios y nadie hizo nada. La gente pasó sin más ni más por el lado de
aquella mujer y aquel niño que llevaban la misma ropa casi dos días seguidos en
la misma postura sin que nadie les diera la mayor importancia.
Es así como la
estadounidense Romechia Simms de 24 años de edad acabó con la vida de su
pequeño hijo de tres años en un parque de La Plata en Maryland.
Los agentes acudieron al
parque alrededor de las siete de la mañana tras haber recibido la llamada de un
vecino (por fin alguien había tomado conciencia del juego mortal). Se acercaron
a retirar al menor e intentaron darle primeros auxilios, pero el niño estaba
muerto.
El pequeño no tenía golpes
ni ninguna clase de traumatismo en su diminuto cuerpo. Los policías cortaron la
cadena del columpio, retiraron el cuerpo del pequeño y lo llevaron a los
servicios forenses para examinarlo.
Los familiares de la joven,
dicen que sufría un grave trastorno bipolar. No obstante, quería mucho a su
hijo y no la creen capaz de haber hecho algo así. Dicen que pudo sufrir una
crisis y es por ese motivo que actuó de aquella manera inconscientemente.
La madre fue recluida en un
centro mental a la espera de determina cual es su verdadero estado psicológico.
¿Pudo haberse evitado esta
muerte? El niño murió de frío y de sed. Dos días a la intemperie, con su madre,
su “cuidadora” sin percatarse en algún momento de que aquel ser diminuto,
indefenso, estaba ahí, muriéndose poco a poco delante de ella.
La madre de la joven ya ha
salido en su defensa diciendo que nadie mata a sangre fría de esa manera. Que
tener problemas mentales, llevan a hacer este tipo de actos inexplicables. Sin
embargo, yo le digo a esta abuela, con todo el respeto del mundo, que sabiendo
lo que sabía de su hija… ¿Cómo fue capaz de permitir que su nieto de tan solo
tres años de edad “desapareciera” durante dos días con su madre sin que ella
hiciera nada? Un hijo con graves problemas mentales, es controlado por alguien,
ya sea familiar o amigo. ¿O es que verdaderamente no les importaba el pequeño
como para dejarlos en manos de una persona que según ellos no estaba,
literalmente, bien psicológicamente hablando?
Lo que está claro es que
cada vez más somos más insensibles al dolor ajeno. Quién sabe si alguien se
percató antes del vecino que dio la alarma y no hizo nada. Les dio igual todo y
un niño pequeño murió. Así es el ser humano: lealmente inhumano.
MORALEJA: Henry
Graham Greene, (1904 – 1991) novelista inglés, dijo: “El mejor olor, el del
pan; el mejor sabor, el de la sal; el mejor amor, el de los niños”.
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