miércoles, 3 de junio de 2015

CON DRONES Y A LO LOCO





El pasado 30 de mayo Enrique Iglesias fue atacado en mitad del escenario por un dron cuando estaba dando su concierto en Tijuana en México.

El cantante de cuarenta años, por pura entrega a sus fans, agarró uno de los artilugios voladores sin tripulación para que captara su pasión sobre las tablas en la Plaza de Toros de Playas más de cerca y sufrió cortes de consideración en la mano derecha.

Entre bambalinas recibió una cura de emergencia pues la hemorragia era de consideración y continuó durante treinta minutos ante sus doce mil asistentes que con un grito ahogado, se unieron al dolor de su ídolo.

Tras el concierto, el cantante fue trasladado con ambulancia al aeropuerto y posteriormente en avión hasta los Ángeles para recuperarse de sus heridas.

Según las últimas noticias, Enrique ha sido operado por especialistas en terapias de reconstrucción de su mano y ha salido bien de esta pese a que tardará en recuperarse ya que necesita tiempo para recuperar la movilidad de su diestra.

En su página oficial, su equipo agradece la preocupación y el seguimiento de su evolución por parte de los fans.

Su próximo concierto esta previsto para julio pero posiblemente, a causa de este accidente, tenga que ser suspendido o pospuesto.

La entrega, la devoción, la pasión, mal encauzada, puede tener consecuencias nefastas. Acabar un concierto sudado, cansado y exhausto pero feliz por haberlo dado todo en escenario, es algo normal para los artistas, para los grandes artistas. Acabar un espectáculo entre sangre, sudor y lágrimas teniendo que ser trasladado en una ambulancia, no es entrega, es más bien locura (con todos mis respetos al cantante y deseando que se mejore lo antes posible). El hecho de seguir hasta el final pese a estar gravemente herido poniendo otra vez en jaque su salud reafirma ese estado de locura.

¿Es el estado que se alcanza sobre las tablas parecido a la locura? ¿Es ese subidón lo que convierte la racionalidad en falta de cordura? ¿Hasta dónde es capaz de llegar un artista por intentar trasmitir el máximo a sus seguidores?

Sinceramente, sea lo que sea, por suerte lo sucedido está solucionado de momento y tras una buena rehabilitación, sólo será un recuerdo amargo sin más ni más para el protagonista.

Lo que está claro, al menos para mí tras este escrito, tras esta noticia, es que todos estamos un poco locos y que gracias a esa locura, aunque sea transitoria y no dañina contra nadie, excepto contra uno mismo, la vida sería un verdadero asco.

¡No dejemos de hacer locuras! Las heridas, el dolor, el tiempo nos harán sentir que estamos vivos, que… hemos vivido.

MORALEJA: Helen Rowland, (1875-1950) periodista y humorista estadounidense, dijo: “Las locuras que más se lamentan en la vida de un hombre son las que no se cometieron cuando se tuvo la oportunidad”.


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