domingo, 18 de enero de 2015

LA “CALIDAD” DEL VERBO





Es una lástima que en la evolución de la palabra, en la trasparencia del vocablo, verbos utilizados desde siempre, sean por las editoriales motivos para rechazar un manuscrito de gran valía. Verbos comunes en nuestro día a día, que por su forma a un tanto soez o malsonante, refuerzan la teoría por la cual un texto puede ser refutado por su simple utilización del mismo.

¡Pobres verbos sin calidad! Pobre FOLLAR, JODER, MEAR, CAGAR,…

Pronto hemos olvidado que lo vulgar, aunque malsonantes, existe y no podemos ir contracorriente. Por mucho que se intenta culturizar al vulgo, el pueblo no entiende de elitismos gramaticales y aunque la labor es francamente encomiable, olvidamos que no es lo mismo FOLLAR que HACER EL AMOR, que no es lo mismo JODER que estar JODIENDO.

Es más, imagínense un escena tórrida, pasional, de esas que lo cuerpos vivos y calientes, parecen como bolas que rebotan contra paredes, mesas, puertas y demás. Se rasga una camisa por allí, se levanta bruscamente una falda por allá, el rasgar de ropa interior es el preludió de lo lascivo en mayúsculas. En ese momento, él la mira a los ojos y le dice: “¡Te voy a hacer el amor!” Vamos, yo, con lo romántica que soy yo, después de tirar mis zapatos, mis palomitas, el bolso y todo lo que tenga a mano que sea arrojable contra la gran pantalla, soy capaz de coger un vuelo e ir en busca del director, de los actores y darles sendas collejas de las de coger carrerilla y con la mano abierta por lo estúpido de la frase. Ahí, él no debería decir nada y de la boca de ella, de manera jadeantemente suplicante tendría que emerger un “¡Fóllame!” ordenante, lascivo al máximo que hiciera arder la sala por los cuatro costados y no de indignación como en el caso anterior.

Además, que si la calidad del verbo viene dada por su familia gramatical, no debemos olvidar que el verbo FOLLAR proviene del latín directamente de ‘follis’ cuyo significado es ‘fuelle’ (pieza que sirve para soplar aire y se utiliza, entre otras cosas, para avivar el fuego) y es precisamente esta palabra la que deriva en follicare, convirtiéndose en el acto de soplar con el fuelle y que da el significado de ‘resollar’ y/o ‘jadear’.

Ese resoplar o jadeo realizado con el fuelle (follis) unido al movimiento que se hace al bombear fue el que con el tiempo terminó  derivando en la palabra follar  que conocemos y tanto se utiliza para referirse vulgarmente a la práctica del coito. ¿Cómo se puede considerar un verbo sin calidad uno que proviene tan dignamente de sus ancestros latinos de alcurnia y postín?

Sin embargo, y perdonen mi atrevimiento, es la falta de utilización de ese mismo verbo de forma activa lo que hace que no se pueda visualizar en conjunto una obra como es debida.

En una época donde los látigos, los atizadores de cuero, los antifaces y demás artilugios sexuales han hecho que miles de mujeres y de hombres fantaseen con la idea de dominar y ser dominados, no puede ser que las editoriales, sobretodo aquí en nuestro país, por el exceso de manuscritos, rechacen una obra por un verbo malsonante, por una habla vulgar de los protagonistas, por no pertenecer a esa clase ilustrada que de poco importa al trabajador de a pie.

Si las obras de teatro hacían en la antigüedad que un hombre o una mujer pudiera evadirse por unos instantes de la peste, de la miseria, de la desgracia por poco dinero,… ¿Por qué tratamos que la mayoría de libros que salen ahora mismo al mercado tengan que ser tan políticamente correctos en cuestión de forma, calidad y sonoridad verbal?

Esta claro que el hombre olvida cuando se rompieron las cadenas de lo normal, de lo lógico y se construyo una nueva forma de concebir un tipo de escritura, de cultura o de arte.

¡No podemos capar los nuevos movimientos literarios! No podemos despreciar a un “libro” por las “tapas”. No se puede refrenar la creación y encauzarla como si de un río se tratara.

Si para nuestro padres escritores la transgresión fue la cuna de un nuevo renacer, de una nueva expresión, de un forma distinta de ver la vida,… ¿Por qué se nos trata a nosotros de cauterizar con morfología correctora cada paso que damos en pos de nuestra lucha por encontrar nuestra voz única y personal?

Esta claro que muchos olvidan que los que marcaron una bifurcación del camino, ya sea a nivel social o cultural, no se les llamó locos sino visionarios.

Mas en el siglo XXI, no hay cabida para nuevos locos ni para nuevos maestros ni visionarios. Si las editoriales no aceptan, el texto es apartado una, dos, tres veces.

Pocos son los caminos que nos quedan a los que no deseamos pasar por el aro. Meros proscritos de lugares cirbernéticos donde la prosa no se corrige tan puramente.

Somos mendigos del verbo,
prisioneros de nuestras palabras.
Somos los supervivientes
de letras nada puras.
No somos ni mejores ni peores.
¡Eso sí! Llámenos con todas
las letras por nuestro nombre.
¡Nosotros somos escritores!

MORALEJA: Hay un proverbio hindú que dice así: “Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”.

2 comentarios:

  1. ¡Pues que se jodan las editoriales! Por mucho que se empeñe El País, ni los editores ni las editoriales son amigos de los escritores nóveles. Nuestros aliados son Amazon Kindle y Smashwords, donde puedes publicar lo que escribes sin que tenga que pasar por cribas ni censuras. Hoy en día, mandar un manuscrito a una editorial o un agente literario es malgastar el tiempo y el dinero.

    Cuentan que una vez Camilo José Cela se durmió en la Real Academia de la Lengua, y alguien le dijo:
    -Señor Cela, ¿está usted dormido?
    -No, estoy durmiendo.
    -¿Cuál es la diferencia?
    -La misma que hay entre estar jodido y estar jodiendo.

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    1. ¡Perfecto! Un gran comentario y muy cierto. Ellos nos quieren joder y a nosotros nos da igual que ellos no recuerden cuando fue la última vez que tomaron la calidad de ese verbo en primera persona pero compartido.

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