domingo, 30 de noviembre de 2014

ADIÓS AL CHAVO DEL OCHO





Cuando yo descubrí a Chespirito fue en vacaciones en casa de mis primos. La televisión local de la zona retransmitía el Chavo del Ocho a mediodía y para ellos, era ya un amigo entrañable con el que compartir las horas después de la comida.

Algunos años más tarde, la TVE 2 compró los derechos y volví a ver a aquel niño, El Chavo del Ocho que vivía en un barril en una vecindad como podría haber sido cualquiera de la Ciudad de México. El Chavo no tenía nombre pero sí un sueño: una torta de jamón. Sufría humillaciones, pero su ingenio lo salvaba. Los personajes de la vecindad hacían una burla del enraizado clasismo de la sociedad mexicana. “¡Chusma, chusma!”, gritaba el supuesto niño bien de aquella peculiar tropa, que en realidad era un muchachito de enormes mofletes que se refugiaba tras las faldas de su mamá.

El actor que encarnaba a aquel inocente niño que parecía huérfano se llamaba Roberto Gómez Bolaños uno de los artistas más populares de América Latina que falleció el pasado viernes 28 de noviembre en su casa de Cancún a la edad de ochenta y cinco años.

Roberto Gómez Bolaños más conocido por Chespirito, apodo que le puso el director Agustín Delgado en la década de los sesenta por su gran creatividad al decir que se parecía a Shakespeare pero en pequeño, hijo de la secretaria Elsa Bolaños-Cacho y del pintor y dibujante Francisco Gómez Linares, Roberto Gómez Bolaños nació en la Ciudad de México el 21 de febrero de 1929, el mismo año en que el astrónomo Hubble descubrió que el universo se encuentra en continua expansión y que los primeros lobos de Wall Street perpetraron su primer crack y hundieron al mundo en la Gran Depresión. Todo esto lo cuenta en su autobiografía publicada en 2006 y  titulada Sin querer queriendo.

Querido por muchos, cuestionado por otros por rumores sobre que actuó en la fiesta infantil de un narcotraficante colombiano y por haber visitado Chile durante la dictadura de Pinochet, nos deja con interpretaciones magistrales, con ese humor, con esa ironía, con esa forma de ver la vida a través de los ojos de un niño.

¡Se acabó el canal de la diversión de Chespirito! Sólo queda el recuerdo melancólico de un gran cómico con tan sólo alcanzaba metro sesenta y dos de estatura.

MORALEJA: Una de sus frases más conocidas pone punto y final a este pequeño escrito dedicado a un enorme actor. Al final de su programa televisivo titulado Los Supergenios de la Mesa Cuadrada donde junto con otros actores que luego también salieron en el Chavo del Ocho, respondía de forma absurda a las preguntas de los televidentes: “Problema discutido, problema resolvido”.

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