martes, 2 de septiembre de 2014

SU RITUAL (relato)





Desde que había entrado a la empresa me había fascinado pues no se parecía a las demás. Una chica independiente, cómoda con su forma de vida, sensual pero sin proponérselo, nada de extrema delgadez si no con unas curvas que harían temblara a los Dioses del Olimpo. Se llamaba Nerea, melena media, con ojos expresivos, boca muy sensual y una forma de sonreír que me volvía francamente loco. No buscaba llamar la atención y eso provocaba que fuera más admirada que aquellas que con sus minifaldas y sus escotes intentaban revolucionar la oficina un día de verano. Ella no era así. Quizás un día se presentaba con un pantalón vaquero desteñido, unas sandalias de tiras muy sensuales y una camiseta de tirantes blanca, con un sujetador blanco que se trasparentaba sutilmente. Quizás no la miraba al entrar pero cuando hablaba, o se recostaba para recoger algo del suelo o se estiraba para recoger algo de la mesa de al lado, su cuerpo emanaba tal sensualidad, que no girarse era casi imposible. Una vez, hablando de las chicas de la empresa con otros compañeros así  de forma distendida en una cena de inicio de vacaciones varios, sin saberlo, estuvimos de acuerdo en que ella, cuando se movía sin sentirse observada, parecía que lo hiciera a cámara lenta.

Ya llevaba un año en la empresa con ella y apenas me atrevía a dirigirle la palabra yo primero. Era ella siempre la que me saludaba y me sonreía haciendo que se me cortara hasta el aliento. Siempre comíamos en el comedor de la empresa. Ella siempre acababa un poco antes y salía a hacer una llamada mientras que los demás sacábamos el café de la máquina y conversábamos un poco más antes de volver de nuevo al trabajo. Sentía celos cada vez que ella se iba. ¿A quién llamaría?

A primeros de septiembre, un día, me retrase con unos informes que me solicitaron y no pude bajar o comer con el resto. Bajé un poco más tarde y justo cuando ella iba a salir, me escondí a las escaleras y vi donde iba. Se metía por un cuarto trasero que había en la empresa para guardar material especial. Un lugar resguardado e íntimo. ¿Por qué se iba hasta allí para llamar? Fui tras ella. La seguí sin que se diera cuenta. Cuando entró, pegué mi oreja a la puerta. Pensé que lloraba. Entré y lo que descubrí me volvió loco de deseo. Una de sus manos excitaba uno de sus pezones con un pellizco mientras su otra mano, se había deslizado por sus braguitas para darse placer. Se estaba masturbando. Estaba tan excitada, tan entregada al goce mutuo, que ni me vio. Me escondí como pude y disfrute de aquella hembra gozosa de sus dedos adentrándose de forma necesitada y deseosa.

Desde aquel día, cuando ella salía yo iba tras ella y la contemplaba día tras día, disfrutando del placer sexual de sus manos en la intimidad.

Estuve un mes yendo cada día, sin perderme ese pequeño espectáculo que se producía cada día delante de mi mirada cada vez mas ansiosa.

Un día mientras la miraba, yo liberé mi sexo y empecé a masturbarme con ella sin intentar que me viera, sin intentar de hacer ruido. Pero era tanto lo que había esperando aquel momento, tanto lo que me había reprimido para que no me pillara, que cuando llegué al orgasmo, no pude contenerlo en mis labios. Ella paró. Miró donde podía venir el grito y me vio. Me miró fijamente pero no de modo censurador. Cuando me tuvo de nuevo pendiente de ella, siguió gritando mi nombre mientras seguía dándose placer. ¡Aquello me excito de nuevo! Me puse ante ella para que viera que yo también ansiaba gritar su nombre, mientras me daba de nuevo placer. La miraba, a una distancia no muy corta, y gritaba su nombre, ella el mío, hasta que ambos nos fundimos en un unísono orgasmos brutal.

Tras aquello salimos sin decirnos nada y dejamos que trascurriera la tarde sin más ni más.

Al día siguiente, cuando acabó de comer, se acercó a mí y me susurró al oído: “¿Quieres que llamemos juntos por teléfono?” Me guiñó un ojo y cuando ella cerró la puerta, yo salí en su busca. Desde aquel día gozamos de ese momento intermedio de “llamada” juntos, en la distancia aún. Pero sin lugar a duda, nos iremos acercando poco a poco, para sentir las manos del otro en nuestros respectivos sexos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario