miércoles, 23 de abril de 2014

UNA ROSA, UN LIBRO


 
Había cientos, miles, millones ese día. Estaban aquí, allí, por todos lados. ¡Era algo mágico! Las lenguas se confundían en una marabunta infinita de caras que iban, venían, pasaban sin más.
 
Pequeños, jóvenes, adultos, mayores, ojeaban un sin fin de títulos buscando en elegido. Otros no buscaban más que la firma de autor pero eso tampoco es malo. Las colas esperando su turno eran francamente perfectas, demostrando una paciencia infinita que hacía mucho tiempo que no veía por ningún lado.
 
Había también paradas de segunda mano, más asequibles para el bolsillo, verdaderos manjares para los lectores de verdad que no van buscando la novedad, o la signatura, sino que buscan seguir cultivando sus mentes con tesoros que encuentran, en tiempo de crisis, por poco menos de cinco euros.
 
Rosas había por todos lados, de todos los colores: rojas, blancas, verdes, anaranjadas, azules, amarillas, rosas, con purpurina, con lo colores que desearas. Nadie sabía el significado de unas o de otras,… ¿Verdaderamente eso importaba? ¡Para nada! Hoy todo está permitido y aunque habría que tener cuidado con la flor que regalas, en el fondo el detalle es lo que cuenta. ¿O no?
 
Yo maravillada, como una niña en un parque de atracciones que quiere retener en la retina infinidad de imágenes sin fin. Las horas se pasaron (una, dos, tres, cuatro,… paseando no me daba ni cuenta de que hora era). ¡Era tan hermoso vivir sin hora!
 
Por último, un capricho no muy caro: un precioso punto de libro. ¿Se puede pedir más?
 
De regreso a casa recordar es complicado pues hay demasiado que recordar. Quizás me quede con el recuerdo de una mujer poeta que me firmó su libro y lo compré sin saber que tenía a la autora delante. Me cautivo un poema y lo compré por eso: ¡Por la belleza de la palabra! Y de regalo, su sonrisa, su dedicatoria y la enorme simpatía que destila un alma creadora.
 
Tengo que irme a la cama, el sueño debería apremiar, pero el día fue tan intenso que no sé si lo podré conciliar.
 
MORALEJA: Khalil Gibran (1883-1931) Ensayista, novelista y poeta libanés, dijo: “En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente”.

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