domingo, 20 de abril de 2014

APRENDIZAJE INCOMPLETO


 

Mañana empezarán de nuevo las clases para la gran mayoría de estudiantes. Tras las vacaciones de semana santa, la recta final se dibuja ante muchos. Para otros sólo será el paso de la primaria a la secundaria. Para otros el paso de secundaria a bachiller. Para cada vez menos, por desgracia, la posibilidad de elegir esa carrera ansiada y poder cursarla hasta el final.

 

Que las enseñanzas están de capa caída es un hecho. Los recortes en educación son una de las peores causas que atenta directamente contra la formación y los formadores (y luego los acusados de “delitos”, son los nacionalistas,… ¡Que ironía!).

 

Pero a parte de la realidad que estamos viviendo con este nuevo gobierno que iba ha hacer y parece que aún no ha hecho mucho (lo anteriores tampoco fueron mejores, todo hay que decirlo), hay una formación que no se imparte de manera consciente y que es primordial para el desarrollo de la persona de niño a adulto: ¡Supervivencia!

 

Nuestros padres, nos guste o no, no nos han enseñado a sobrevivir sino simplemente a vivir y con una red de seguridad tan inmensamente grande, que aunque conduzcamos coches, compremos bebidas alcohólicas, podamos votar legalmente, llegar hasta altas horas de la mañana o empalmar todo un fin de semana, no sabemos como encarar de cara, un problema directo.

 

¿Por qué fracasan la mayoría de los matrimonios? En las mentes de muchas, de demasiadas niñas y jóvenes, sigue existiendo la visión de “príncipe” de cuento que nos han enseñado. Sus cabecitas, no les permiten pensar que un hombre, o una mujer, caga, mea, ronca, grita, vaguea, eructa tal y como su homologo de su otro sexo. ¡Es una realidad! (Déjeme por un momento que ironice pero no tanto como mucho podrían pensar: hay crisis de parejas que empiezan, justamente, por un ruido molesto proveniente de donde la espalda pierde el nombre. ‘¡Exagerada!’ Estarán pensando más de uno. ¡Para nada! Puedo asegurar que no estoy en todas las casas, pero el echo de disfrutar de un café conmigo misma más de alguna tarde a solas, me ha llevado a escuchar conversaciones que francamente me han puesto los pelos de punta: mujeres que no hablan con su parejas de sexo y ya tienen tres hijos, chicas que están pensando en casarse después de un loco y apasionado fin de semanas, treintañeras victimas de maternidad no planificada (esto me cuesta de creerlo pero bueno,… me lo he encontrado), mujeres que han descubierto a la vejez (con más de setenta y pico) que no les gusta la compañía de los hombres y muchas  más. Es por eso que no funcionan los matrimonios y sólo por eso: ¡Falta de comunicación! ¡Vergüenza! ¡Miedo! Tenemos un temor sobrehumano a ser juzgados incluso por nuestras propias parejas. ¿Por qué? Porque en definitiva, no confiamos en la persona que comparte nuestra vida con nosotros mismos. ¡Así de simple!).

 

Las cabezas de ellos, la pareja XX tampoco es que haya evolucionado mucho. Algunos, por asimilación o por cultura, buscan a su princesa (alguien dócil, modoso, fervoroso, cauteloso y infinidad de “osos” más). Pero nadie que cumpla tantos sufijos acabados en esas tres palabras mágicas, puede encontrarse en los lugares de moda. ¡Es la verdad! Por eso aquella damita con zapatitos de cristal, acaba sacando la escoba que ellos no veían de bruja mala, convirtiendo así sus vidas de hombres, en verdaderos infiernos (por desgracia, lo obvio, no es lo primero en lo que uno piensa cuando Cupido lanza uno de sus cañonazos mortales).

 

Pese que la relaciones personales son una asignatura pendiente para más de uno y más de una, a lo que hoy quiero hacer referencia, y sé que ahora en estos momentos no es algo que se pueda hacer dada la estructura actual del país, es vivir sólo, sin pareja. ¿Sabemos sobrevivir al día a día?

 

Comprar, administrarnos, cocina, barrer, planchar, coser, poner una lavadora,… ¿Es algo tan fácil como muchos dicen? Pues no señores no. A todo hay que aprender y no son tareas que se impartan ni en el hogar, a veces, ni en la escuela.

 

Todos los padres dejan un espacio a sus hijos para que aprendan a ser independientes. Pero hay tareas, ya sea por cultura, ya sea por tradición, ya sea por pasotismo, que no se aprenden y al vivir sólo, son las primeras dificultades con las que nos topamos para sobrevivir.

 

¡No es fácil freír un huevo! ¡No es fácil barrer! ¡Ni siquiera es fácil comprar! Todo necesita su enseñanza y a veces, pedir ayuda no es nada malo. ¿Nos mirarán raro? ¡Puede! Eso no lo niego. Pero peor es verse el día cinco o el día diez de cada mes, con la ropa sucia, muerto de hambre, sin un euro y con sólo doce litros de leche en la nevera y media docena de huevos por no haber hecho una buena previsión de gastos o inversión de ingresos en alimentos no perecederos de larga duración.

 

Es decir, que nuestro aprendizaje, tiene que ser continuo y siempre, nos guste o no, estará incompleto. ¡Podemos ser maestros! Claro que sí. Pero con la precaución de que no tenemos la verdad absoluta de nada y que debemos esperar a que nos pidan ayuda. Si alguien es tan listo como para quemar la cocina de su casa y no pedir ayuda después de eso, es que, verdaderamente, aun no ha aprendido que debe aprender, y le digamos lo que le digamos, no nos va a querer escuchar. Hay que instruir a quien lo solicite, no a quien creamos que nos necesita. Nuestra visión sobre una cosa u otra, no deja de ser NUESTRA.

 

Para sobrevivir sólo necesitamos meter la pata y pedir ayuda. Si erramos y no somos capaces de aprender de nuestros fallos, jamás conseguiremos prosperar ni como personas ni como seres humanos.

 

¡Nunca es tarde si la dicha es buena! Y para eso,… nunca es tarde.

 

MORALEJA: Nuestro desaparecido recientemente GABO (Gabriel García Márquez), decía: “La vida no es sino una continua sucesión de oportunidades para sobrevivir”. No las perdamos todas por no aprender a ser humildes y no ser capaces de dejar la prepotencia para cuando verdaderamente la necesitemos guardada, siempre, en un rincón de nuestro coraje.



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