martes, 1 de abril de 2014

OLOR A SUDOR. OLOR A COLONIA


 

Vivir en una ciudad grande y usar el trasporte público trae tantas cosas buenas como malas.

 

Hace ya un par de años, os conté el incidente de una flatulencia en un bus y ahora, también va de olores la cosa.

 

Hoy he cogido un tren y pese a que el trayecto no era de más de una hora, a mi se me ha hecho eterno. Estamos en esa época del año en que la calefacción y el aire acondicionado luchan por ganar la batalla. Si el cielo suele estar gris, por inercia, conectan la calefacción y a veces,… suele ser un grave error. Hoy he podido comprobar ese error cuan malo puede resultar para el organismo, sobretodo si hay una mujer sin el más mínimo olfato sentada en frente de ti.

 

Llevaba más de diez minutos de viaje cuando en la estación ha subido ella: chica flower power pero entradita en edad (de cuarenta para arriba) y en plan místico tanto en el corte del pelo, como en la vestimenta, como en todo. Lo único que no era así, en plan místico, era su aroma. Primero empezó impregnándolo todo con un tono dulzón, casi empalagoso (supongo que como decían en EL PERFUME ese era el acorde de CABEZA, el que llega primero y dura unos minutos. Luego vendría el del CORAZÓN, el tema del perfume que dura VARIAS HORAS (por desgracia), que llegaba tras evaporarse el alcohol y la BASE, el rastro del perfume que suele durar varios días y es el último acorde por llegar y es la que me doblegaría desde el estomago para afuera).

 

Los primeros minutos pasaron y, junto a él, llegó el tema del perfume que fue una mezcla entre de fruta madura corroyéndose a marchas forzadas, mezclado con una fragancia exaltada de vendaje de varios días (que huele a todo menos a ser humano) y esa dulzor inicial, como si se fuera quemando en una pira y su hedor chamuscado lo fuera invadiendo todo. Lo que no decían en la película, ni en el libro de Patrick Süskind que los olores, agradables o no, se intensifican mucho con el calor y más si este empieza a ser asfixiante y francamente, oprime desde dentro (la temperatura dentro del vagón alcanzaba más de los veintidós grados. Todos se abanicaban, incluso la chica “perfumada” que así esparció más su fragancia en mi dirección).

 

Cuando creí que todo había llegado, que estaba cerca de la parada y que ya había echado en falta como cinco veces, al que de la flatulencia del bus, llegó un acordé que esperaba no tener que oler,… el de la BASE. Pero obviamente no era la base del que se había puesto en ese día sino el de día anteriores y ahí,… sí que pensé que no lo contaba. Mi mareo, que podría asociarse al calor, se tornó avalancha de golpe precipitándome casi a expulsar de mi cuerpo, el agua ingerida, el café con leche tomado deprisa y la Madelina comida algo precipitadamente. Todo, parecía tomar vida propia en mi interior y se manifestaban contra mi estomago, pidiendo su evacuación inmediata (“¡No por Dios!” pensé. “Lo único que nos faltaba ahora era el olor a vómito y sus humores con el calor. Aguanta pequeña. Ya queda menos”). Aguanté pero no me preguntéis como porque ni yo misma lo sé. Lo primero que hice tras salir del tren y encontrar la calle, fue inhalar todo el aire que había a mi alrededor como si hubiera estado sumergida en un océano profundo sin poder casi ni respirar. El oxigeno me hizo mucho bien. La tónica consoló a mi estomago y pude reprender el resto de mi día.

 

Tengo que decir que si el olor a sudor es desagradable, un olor REPUGNANTEMENTE ENÉRGICO Y HORROROSAMENTE ELEVADO EN TONO Y EN ESPARCIMIENTO CORPORAL de un mal perfume, lo es infinitamente más.

 

Es cierto eso que ningún cagado se huele pero, válgame la virgen y todos los santos, no cuesta nada echarse sólo unas gotas y no lavarse en colonia en perfume cada mañana y menos, a primera hora. El agua hace maravillas y nos deja limpitos. Apostemos por el agua y no por perfumes de imitación que ni nos convienen y son capaces de desmontar en menos de treinta minutos, los cuerpos preparados para todo desde bien temprano.

 

MORALEJA: En la película de EL PERFUME Jean-Baptiste Grenouille dice que el alma de una persona es su perfume. Pues bien, no sé de calidad de almas pero si tuviera que apostar algo, la de esta chica esta mañana, se hubiera ido directamente a la hoguera simplemente para dejar de olor a todo menos a persona. El olor a chamuscado no es de mis preferidos pero puestos a elegir, al menos ese no me hace desear devolver hasta la primera papilla (y lo peor es que recordándolo ahora,… hasta me vienen nauseas de nuevo. Imaginad lo malo de ese olor matutino que en tiempo vespertino aun me acecha en la mente rememorando ese querer salir estomacal aquí relatado).

 

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