viernes, 7 de marzo de 2014

NO SERÉ JAMÁS TU FLOR BLANCA (poema)


NO SERÉ JAMÁS TU FLOR BLANCA

 

Nací encarnada,

escarlata por dentro y por fuera,

intensa como los primeros

 rayos de la primavera,

pura exaltación hecha flor.

Fui carne nacida de la tierra

mas ardorosa que existe

en este mundo perdido.

 

El sur tejió en mis cabellos,

entre el aroma de azahar

y el rumor a siesta,

ilusiones carnales bordadas

con proposiciones de casorios.

 

El norte me ciñó mi silueta,

enalteciéndome mas allá que ninguna,

haciéndome dura por fuera y por dentro,

agraciada de aquí a la eternidad

(nadie poseía ambos polos

dentro de si mismo,

resiguiendo el sin fin

finito de una  vida).

 

Me alimentaba del rocío mas oscuro

de las madrugadas cómplices.

Bebía a boca llena,

las ansias exaltadas de la juventud

inclemente jamás satisfecha.

Yacía con las codicias

mas impuras noches infinitas

que moraban sólo

en lo mas tenebroso del deseo.

 

¡Ninguna blancura habitaba en mí!

 

Ni en ternura,

ni en esencia,

ni en ropajes

de encajes ceñidos

a vírgenes puras

a punto de ser

desfloradas por el capaz

de turno siempre dispuesto.

¡Nada!

 

Carmesí siempre eterno.

¡Ese era mi tonalidad

por nacimiento predestinada!

 

Ni verde, ni azul, ni naranja,…

¡Jamás blanca!

 

Granate, rojo, bermellón.

¡Esa era mi virtud asociada!

¡Esa era mi salvación amparada!

¡Esa era mi voz no silenciada!

Esa, sin duda alguna, era yo.

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