miércoles, 5 de marzo de 2014

LEYÉNDOME (relato)


Martes, 4 de marzo de 2014

Querido Rupert,

 

Convertirte en mi consolador virtual a veces no es nada fácil para mí. Hay sueños que me enrojecen a mí misma cuando después, desde mi yo consciente, los pienso y quiero contártelos. El de la noche pasada es uno de ellos.

 

Volvía al trabajo, a uno nuevo, y me encontraba con un hombre que apenas había visto un par de veces y con el que había mantenido un par de situaciones de lo más morbosas que puedas imaginar (sexo en lugares públicos, interactuando con otros en locales de parejas, viviendo la noche en un coche con espectadores,…).

 

Hacía ya como seis o siete meses que no nos veíamos. Todo fue normal, como si dos extraños que sabían que tenían que guardar las distancias por seguridad y decoro.

 

Al acabar la jornada laboral todo fue diferente. Me esperó en el parking. Me subí a su coche (no le tenía miedo). Nos alejamos durante media hora larga de camino hasta aparecer en el centro de una ciudad cercana. Nos bajamos y fuimos caminando hacía un sex-shop cercano (no tenía miedo).

 

Era un centro que no sólo tenía utensilios para dar placer sino que contaba con un cine donde se proyectaban películas X y dónde podías acceder sólo a acompañado (no me daba miedo).

 

Accedimos ambos a dicho cine.  Era una sala mediana, para ciento setenta personas. No había mucha gente pero todos eran hombres. Yo era la única mujer en una sala donde todos sabían muy bien a lo que iban (sin miedo).

 

Nos sentamos los más atrás de todo y empezamos a dejar que toda aquella visión, toda aquella escena real y proyectada, nos fuera invadiendo por entero. El metió la mano bajo mi vestido. Me rozó sólo el muslo pero la descarga en mi cuerpo fue como jamás la había sentido. Introdujo la mano por el escote y sacó mis pechos del sujetador. Los hizo asomarse por fuera del vestido a la vista de todos. Nadie nos miraba, no aún. Su boca empezó a chupar mis pechos enérgicamente. No pude contener mis gemidos. Cuando mi voz de fémina inundó la sala, todos se dieron la vuelta para ver de donde venía. ¡Era el centro de atención!

 

Sus dientes me dedicaban dentelladas acertadas en mis pezones volviéndome loca de placer. Mis gemidos volvieron a inundar la sala. Ahora no era sólo el centro de atención sino que todos,… querían acercarse a observar la escena real más cerca.

 

Tenía a unos quince hombres o más rodeándonos a ambos y observándonos con deseo rezumando por cada poro de sus cuerpos (no me asustaban).

 

Él, mi acompañante levantó mi falda dejando todas mis piernas a la vista. Eso causó un grito de excitación colectiva. Yo me sentía cada vez más fogosa. Mi acompañante, se puso ante mí de pie, recostado un poco. Bajé la cremallera de su pantalón. Saqué su miembro y empecé a besarlo, a succionarlo, a lamerlo ante todos. Aquello los volvió locos a todos que deseaban ser él. Yo estaba un poco inclinada cuando noté que uno de los hombres, se rozaba con mi trasero. Tenía su sexo tremendamente erecto pero sólo se rozaba sin hacer nada más. ¡Eso me puso tremendamente cachonda!

 

Mi acompañante le indico que podía seguir. Empezó a subir un poco más mi vestido. Besaba mi espalda y acariciaba mi cuerpo con mucha pasión (me encantó sentir las manos de un desconocido reconociendo el mapa de mi cuerpo). Otro hombre distinto se acercó y empezó a rozarse con una de mis piernas también esperando su turno. Mi acompañante hizo un gesto y ambos se turnaban a cada lado, reconociendo un cuerpo hirviente de una mujer lascivamente perversa, de una mujer difícil de satisfacer sólo por un macho, de una mujer en ropa interior metida en una sala con quince desconocidos con ganas de saborear un buen trozo de hembra.

 

Mi vestido había caído sobre una de las butacas. Yo no podía dejar de gemir más y más de placer. Ahora tenía a un hombre ante mí, que guiaba a los demás y al que le estaba proporcionándole agradecida, una mamada increíble. Sentí como uno de ellos ladeaba mi braguita y se adentraba en mi sexo. Eso me revoluciono inmensamente. Podía ver a los demás de la sala, con sus sexos en la mano, disfrutando de la visión de porno en directo y queriéndose ser participe de aquella escena que estábamos realizando sin guión previo, sólo dejándonos llevar por las ganas de saciar una sed gigantesca de deseo.

 

Uno a uno, fueron saciando mis ganas y las suyas. Todos se adentraron por mí con ganas de agotarme. ¡Ninguno pudo! Ni siquiera los quince que rotaron dos veces follándome por delante y por detrás.

 

La película acabo y ellos acabaron casi sin fuerzas. Yo seguía teniendo más hambre, más ganas de más. ¡Aquello no había hecho más que empezar para mí!

 

El sonido del despertador me sacó de mi ardiente ensoñación. Estaba completamente húmeda por toda mi entrepierna, como si el sueño lo hubiera vivido en mis propias carnes durante toda aquella noche.

 

Cuando pienso en todo lo que decía Freud sobre los sueños, creo que me estoy volviendo una adicta al sexo por momentos, una yonqui del morbo en estado puro, una sumisa-dominadora de todo lo que sea deleitosamente irreverente. Pero luego recuerdo al gran Calderón de la Barca diciendo: “Y los sueños, sueños son”.

 

En fin amigo, si me ves precipitarme al vacío del vicio, no se si decirte que me salves o que me dejes morir en el intento de verme satisfecha por entero como fémina (creo que llegado el momento, ya te haré saber cual de las dos elijo).

 

Ahora mismo sólo deseo volver a mi cama, tapar mi cuerpo desnudo con las sábanas y el nórdico, y esperar, abierta en todos lo sentidos, que una nueva historia de goce puede que viva esta noche.

 

Un abrazo sincero y puro de tu amiga,

 

 

AFAYA

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