miércoles, 7 de agosto de 2013

QUERIDO AMIGO (relato)


 

Querido Rupert,

 

Hace tiempo que no hablamos y no es porqué no quisiera hablar contigo, sino que entre tus tremendas vacaciones por sitios de ensueño, que yo también me he pegado tres semanitas de relax, que el ordenador no funcionaba y demás, te he dejado un poco abandonado. Yo se que tu sabrás perdonarme.

 

¿Cómo fueron mis vacaciones? Increíbles. La playa, la noche, los juegos, las confidencias, el amor, el placer,… (¡Bueno ya me conoces!). Todo fue todo lo que yo esperaba y más.

 

La vuelta fue dura. El trabajo lo complicó todo un poco. La responsabilidad que se deposita en algunos hace menguar las ganas de entregarse al otro cuando el trabajo ha concluido. He hecho mucho ejercicio porqué por algún sitio debía consumir la tensión acumulada y la energía. Luego, por la noche, el subconsciente me traicionaba y miles de rostros, miles de cuerpos me poseían y realizaban conmigo todos los ritos que en la realidad me habían faltado no por falta de ganas, sino por demasiado peso en las espaldas del deber. Me levantaba empapada en sudor y con el cuerpo casi dolorido, pero enteramente satisfecha, relajada, feliz. ¿Cómo fueron esos sueños? No se por dónde empezar. A veces eran demasiado reales. Yo, viajando en un tren sin rumbo y dónde alguien se desdibujaba al fondo. Al principio no sabía si era hombre o mujer, pero el tren seguía su curso y lo único que sabía es que aquella persona y yo, éramos los únicos pasajeros de aquel vagón. El tren paró y aquella persona bajó en la parada. Al mismo tiempo y antes de que se cerraran las puertas del todo, una mano grande y fuerte evitó que se cerraran las puertas. Era un hombre alto, corpulento, con cara agradable, gesto afable, que llegaba acalorado y nervioso. Se sentó en el asiento justo delante del mío. Por un momento pensé en cambiar de asiento pero entonces se despojó de una camisa que llevaba y dejo entrever una camiseta de tirantes negra muy ceñida al cuerpo y un olor familiarmente excitante. Intenté disimular mirando por la ventana y resiguiendo su cuerpo a través de su reflejo en el cristal. Me di cuenta de que tenía los ojos color miel, la piel morena, castaño oscuro era su pelo, su olor embriagante,… parecía uno de los dioses salidos del mismo olimpo. Intenté contener lo que sentía hasta que note como sin descaro me repasaba una y otra vez. El tren seguía su curso. El nuestro estaba a punto de empezar. Noté como se mordía ligeramente el labio inferior mientras trataba de evitar mi mirada. Tenía ganas de poseerle pero me asustaba que subiera alguien al tren. Me levanté con la intención de coger mi bolso y cambiar de asiento. Entonces el tren pegó un frenazo y las luces se apagaron. Todo quedó a oscuras. Me encontraba encima de él, como rescatada de una caída que hubiera sido aparatosa. Sus manos eran fuertes y me aferraban como si verdaderamente hubieran temido por mi integridad. Cuando el tren se puso en marcha la luz volvió a iluminar el vagón. Él no me soltaba. Yo deseaba que no me soltara. Me lancé a su boca como si me hubiera quedado sin oxigeno y necesitara el que había en sus pulmones para recobrar un aliento que creí perdido. Él correspondió mi beso y siguió bajando por mi cuello. Desabrocho mi camisa y empezó a lamer mis pezones erectos. Yo quería corresponderle y le arranque la camiseta negra para lamer sus pezones. Sus gemidos me estaban poniendo cada vez más excitada. Ambos nos dejamos llevar. Mordí su labio inferior como él lo había hecho antes y el desabrocho mi pantalón con destreza. Sentí su mano dentro, encima del tanga notando la humedad de mi sexo. El suyo estaba palpitantemente erecto desde mi caída en sus brazos. Desabroche su pantalón y empecé a saborear su miembro con ganas. Lo lamía con profundo deseo. Sus gemidos eran cada vez más fuertes y eso me enloqueció. No se como me encontré semidesnuda encima de él, con su miembro dentro de mi. Galopaba como una amazona desbocada. Me venía un orgasmo que se empalmaba con otro, y este con otro, y otro, y otro,… Le oía gemir cada vez con más ansia,…Se derramó dentro de mí, pero seguía erecto. Yo quise volver a degustar su miembro, notar cada centímetro de aquel palpitante órgano deslizarse por mis labios. Lo saboree una y otra vez,…deslizaba mi lengua por aquel punto clave que sabía que lo volvía loco y luego, me lo volvía a meter en la boca. El volvió a derramarse y quiso complacerme con el mismo favor oral. Estuvimos horas dándonos placer mutuo hasta que… sonó el despertador.

 

A la mañana siguiente aún notaba sus manos en mis brazos, en mis caderas, en mi espalda,… Seguía notando mis pezones erectos. Notaba toda mi entrepierna bañada por la noche agitada. No podía haber sido un sueño. Luego me di cuenta que en la vida real no es todo tan fácil, ni tan cómodo, ni tan enigmático. Me duché y me fui a trabajar.

 

Otras veces soñaba que estaba encadenada de pie con los ojos vendados, desnuda y que después de notar el roce de dos cuerpos con el mío, me encontraba en mitad de un juego para tres. Dos hombres, fuertes, maduros, me hacían participe de pequeños juegos de los sentidos. Yo al principio estaba aterrada. Primero noté como algo tremendamente helado bajaba ayudado por una mano por mi espalda hasta el final de esta. Luego un tacto suave recorrió mis pechos. Luego me hicieron oler algo que no se que era. Seguía con los ojos tapados pero con ganas de sentir algo más que objetos recorriendo mi cuerpo. Empezaron los pequeños mordiscos por pezones y espalda simultáneamente, como si todo estuviera preparado estratégicamente. Yo empecé a gemir. Me encantaba aquella situación.  Luego dos bocas turnándose por besar la mía, por notar un duelo a tres de lenguas. Pero lo mejor fue cuando noté como me penetraban a la vez,… no me importaba ya estar atada, no ver nada, el placer que sentía en mis adentros era tanto que no podía dejar de irme una vez, y otra, y otra,…Los gemidos, el sudor, el placer,… infinitos.

 

Otras pocas veces soñaba con una playa desierta, una pequeña calita al anochecer. No había nadie excepto yo que me había despojado de mis ropas en la orilla. Sentía la brisa del mar, las olas,… la libertad de la desnudez hasta que un chico un poco más joven que yo, sin verme, se despojó de sus ropas y se adentró en un mar que me pertenecía. Yo intenté ocultarme un poco y esperaba que se fuera… ¿Quién se creía el para invadir me espacio y mis ganas de libertad? Pero desde la lejanía empecé a ver como hacía el burro. Me resulto muy gracioso verle hacer el loco. Se me escapó la risa y fue entonces cuando me descubrió. Al principio supongo que el pensó lo mismo que yo: que había invadido su libertad. Pero luego se acercó sonriente y se presentó como el dueño de la calita. Le dije que me pertenecía por antigüedad y sin darnos cuenta, empezamos a jugar sin importar la desnudez. Primero fueron juegos inocentes de playa: pequeñas peleas de agua, quien buceaba más,… pero luego con cada nuevo roce de nuestros cuerpos empezó a saltar la chispa. Hubo un momento que me agarró por detrás aforrándome a él para hundirme en el agua pero para el ya había dejado de ser un juego y cuando estaba detrás empezó a lamerme el cuello. Yo sólo se que me dejé llevar y al poco era yo la que necesitaba sentir su boca más y más en mi cuerpo. Nos besamos y me penetró con mucha dulzura (se que parece que eso no pueda existir pero yo lo noté así). Estuvimos toda la noche en agua jugando con nuestros cuerpos, descubriéndonos mutuamente nuevos rincones de placer hasta aquel momento desconocidos para ambos. La noche era cada vez más larga y nosotros gemíamos sin importarnos que los seres del mar se estremecieran ante tanto placer. Antes de que el día se diera a conocer, nos dábamos un beso dulce, tierno,… y desaparecíamos sin saber nada el uno del otro.

 

Estos sueños con pequeñas variantes se hicieron presa de mi mente durante todo el mes de agosto. Hubo un momento que le comenté a una amiga que si no era yo una ninfómana por tener esos sueños. Me contestó que no, que era esa energía que necesitaba liberarse de mi cuerpo era la que daba rienda suelta a mi placer por las noches. 

 


Ya ves Rupert, yo con mis historias de siempre. Algún día tengo que contarte un día que no me porté muy bien, pero tampoco muy mal porqué era mas joven. Ahora me voy a la cama que a lo tonto, ya me han dado las tres de la mañana. 


 

Hasta pronto amigo,

 

 

ARACNE

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