miércoles, 10 de julio de 2013

CALOR, MUCHO CALOR (relato)



 

El calor había empezado de golpe. De una semana mediana de primeros rayos de sol tras una primavera rara  a una semana sofocante de angustiosos calores enervantes.

 

Para colmo el aire acondicionado de la oficina se había estropeado y eso hacía casi imposible concentrarse en el trabajo. Todos intentábamos aliviar el calor tomando agua, viniendo a trabajar con ropas más frescas pero ni aun así, podíamos aliviar la sensación completamente asfixiante.

 

A medio día, después de comer, bajé a los vestuarios dispuesto a darme una ducha. Los vestuarios eran mixtos y hacían turnos para cambiarse, pero a esas horas, nadie venía por allí. Me desnudé, me fui para las duchas. Cuando estaba apunto de entrar bajo el agua me di cuenta de que no había cogido una toalla. Desnudo salí y de golpe me encontré con ella,… Alba. Era una chica preciosa de la oficina con la que había camaradería y trato cordial. Había tenido la misma idea que yo y estaba completamente desnuda frente a mi y yo igual frente a ella. No podía dejar de mirarla. Aquella piel blanca, su cabello castaño claro, sus ojos color miel, su pubis perfectamente depilado son apenas un triangulo de vello púbico bien recortado, sus pechos de la talla cien o ciento cinco aún firmes para ser una chica de 33 años. ¡Era una diosa! No puede evitar mirarla de arriba abajo una y otra vez hasta que la excitación se hizo visiblemente incómoda. Me puse rojo y le pedí disculpas. Cuando estaba dispuesto a vestirme y irme avergonzado de mi falta de decoro, ella me acercó hacia a mi y mirándome fijamente empezó a deslizar su mano por mi pene. Yo no sabía que hacer. Nunca me había pasado nada así. Su mano me estaba pajeando. Era dulce, con movimientos lentos, dejando que la excitación me fuera invadiendo lentamente por todo mi cuerpo. No paraba de mirarme con sus hermosos ojos y gemía sintiendo mi excitación crecer. No podía contener mi deseo y me derramé en su mano.

 

Se fue para la ducha sin dejar de mirarme para lavar su mano y yo la seguí. Empezó a mojarse todo el cuerpo y le gustaba que yo la mirara. Actuaba como si yo no estuviera y fuera una de sus duchas íntimas como si estuviera en casa, completamente sola. Pero no lo estaba. Yo miraba. El agua recorría todo su cuerpo y ella, extendía el agua por sus brazos y por sus piernas. Empezó a acariciarse los pechos mojados y a dejar que sus dedos juguetearan cono sus propios pezones que empezaron a erectarse por el placer. ¡No podía creerlo! Mientras ella no dejaba de mimarse y de empezar a gemir de placer, su mano derecha bajó hasta su sexo y empezó a acariciarse allí, delante de mí. Mi sexo no pudo permanecer impasible al ver aquel espectáculo de placer intimista que ella estaba compartiendo conmigo. Sus dedos se fueron deslizando para sus adentros y sus gemidos iban en aumentó. Quería formar parte de ese placer y deslizarme junto a ella en la ducha pero no podía dejar de ver aquella tremenda visión y desear que no parara de disfrutar de ella misma. ¡¡¡Me excitaba mucho contemplar masturbándose!!! Vi como su cuerpo se estremecía una y otra vez y que ya eran sus dos manos las que estaban proporcionándole un placer supremo. Creí que no podría intervenir pero ella me miró fijamente y extendió una mano para que me acercara. Me dio la espalda y ella se apoyo directamente contra la pared. Sin mediar palabra y con el agua mojando los dos cuerpos, me adentré en su trasero. Ella tenía las manos extendidas en la ducha y yo empujaba mi sexo más y más dentro de su culo. No podía dejar de gemir de placer y ella estaba tremendamente cachonda gimiendo como una posesa pidiéndome más y mas.

 

“No pares, no pares”,… me pedía suplicantemente entre gemidos una y otra vez. No paraba y seguía embistiéndola como una bestia desbocada sin freno ni control. Ella se derramaba y seguía suplicándome mas y mas firmeza. Creía que me iba a morir de placer cuando al final me corrí entre sus nalgas. ¡¡¡Fue increíble!!! En mi vida había sentido tanto placer.

 

Desde aquel día en la oficina seguimos siendo buenos compañeros de trabajo pero al medio día, nos volvemos muy salvajes bajo el agua de la ducha de los vestuarios mixtos de nuestra empresa.

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