jueves, 7 de marzo de 2013

MI REALIDAD (escrito)



 

Mi realidad era un vaso de cristal. A veces lo había pasado de un lado al otro sin importarme que se rompiera. Otras veces, otros habían intentado arrebatármelo en forma de juego. Pese a toda su fragilidad, jamás se había roto hasta aquel día. Lo había envuelto aquel día entre decenas de plásticos de burbujas, centenares de porexpan con formas indefinidas, miles de cajas y más cajas para dejarla completamente protegida de todo. Pero jamás se puede proteger la realidad de uno como si de un utensilio de cocina fuera.

 

Aquel día fue uno como cualquier otro. Me levanté, me duché, me vestí, preparé el desayuno y me preparé para salir. Antes de que alcanzara la puerta, sonó el timbre. ¡No era algo habitual! Normalmente nadie llamaba a nuestra puerta y eso nos gustaba. La abrí con cierto recelo y me topé de golpe con dos hombre uniformados con trajes oficiales de aquellos de estado o de miliares. ¡Jamás los había visto! Insistieron en entrar y que me sentara. En aquel momento me dí cuenta de que me iban a decirme algo que no me gustaría (normalmente, cuando alguien insiste en que te sientes, es para dispararte un tiro a bocajarro con un jarro frío de realidad).

 

Me senté y me sentí fría incluso antes de recibir la noticia. El vaso, mi realidad francamente guardada entre mil cojines de plumas, se rompió en millones de cristales rotos en un estallido mortal contra el suelo.

 

Él, mi alma gemela, mi otro yo, había sido secuestrado en una ciudad que no podían revelar. Sólo alcancé a decir que se habían equivocado, que no podía ser él. ¡Mi pareja trabaja de comercial! Viaja pero no va a países problemáticos. ¡Me equivoqué! Mi pareja era un militar. Un militar que me había engañado por el bien de su país.

 

Entré en estado se shock. ¡Diez años de mentiras! Resonaba esa exclamación en mi cabeza una y otra vez. ¡Diez años de mentiras! Se repetían como un eco angustioso que invadía todo mi ser por completo. ¡Diez años de mentiras! Sin nombre, sin apellido, sin vida,… Toda una farsa tan bien montada que me la llegué a creer hasta yo. ¡Diez años de mentiras! Y una vida, una realidad, despezada contra el suelo de nuestro hogar. ¡Diez años de mentiras!

 

No podían responder a nada, ni aclarar mis dudas, ni consolar mis angustias, ni nada. Ni siquiera sabían si podían rescatarlo de sus captores. ¿Cómo empiezas una vida después de desvelar que todo era una gran mentira? ¡Diez años de mentiras! Esa era mi realidad…

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